Apostol

Ruta del Ebro

Etapa

14

Cultura

Alfaro

En la margen derecha del río Ebro y del afluente Alhama, utilizando la falda del monte Tambarría, se situó, en primer lugar, un pequeño núcleo de población celta, sobre el cual los romanos construyeron Graccurris. Mas tarde, bajo la dominación musulmana, tomaría el nombre de Alfaro.
En el año 1629 le fue concedido por el rey Felipe IV, el título de ciudad, en esta época y hasta el siglo XVIII tuvo una gran prosperidad económica En la actualidad cuenta con cerca de 10.000 habitantes y su término municipal es uno de los más extensos de España (196 Km. cuadrados).
Palaciegas casonas blasonadas con los escudos de las casas de los Hurtado de Mendoza, López de Montenegro, Frías de Salazar, etc. conforman el casco histórico de la ciudad, donde destaca, con notable esplendor, la iglesia Colegiata de San Miguel, con su magnífica galería arqueada y las dos torres gemelas de ladrillo macizo. En su interior se pueden apreciar retablos de gran valor y una pintura del Greco representando a San Francisco de Asís.

Rincón de Soto

Se han realizado excavaciones arqueológicas en el Alto de las Campanas, habiendo hallado un enterramiento, correspondiente a la primera etapa de la Edad de Bronce.
En el siglo XIV, se menciona Rincón de Soto en el testamento de Don Juan Ramírez de Arellano, otorgado en Soria el 29 de octubre del año 1383. En él se recoge la donación para la fundación de unas capellanías en la Catedral de Calahorra de todas las heredades que tenía en esta ciudad y en la aldea de Rincón de Soto.
En el año 1596 y por un valor de 1200 ducados, se echaron en este pueblo las bases para la construcción de una presa que fue la primera de España.
En el censo de población de la Corona de Castilla del siglo XVI, aparece Rincón como aldea de Calahorra empadronada con 200 vecinos (1000 almas) y no adquiere la independencia hasta 1670 otorgándosela el rey Carlos II, dejando de ser una aldea para ser una villa realenga.
Entre sus personajes más ilustres figuran:
Juan Antonio Llorente (1756-1823).- En 1.779 fue ordenado sacerdote mediante dispensa y admitido en 1.781 entre los abogados del Supremo Consejo de Castilla.
Reconoció a José Bonaparte como rey de España y tomó parte en la Asamblea de Notables convocada por Murat en Bayona para reformar el Gobierno. Al regresar Fernando VII, fue expulsado de España. Ya en el exilio, escribió multitud de obras, entre ellas la «Historia de La Inquisición», texto básico para los Estudiosos e investigadores del tema. También fue autor de la gran revisión histórica vaticana titulada «Retrato Político de los Papas desde San Pedro hasta Pío VII», que le valió su salida de Francia en 1822. Su «Historia de los Heterodoxos», y la colección de leyes promulgadas en España titulada «Fuero y Juzgo» le valieron reconocimiento intelectual de primer orden.
Emeterio Celedonio Escalada Palacios.- Llegó a Argentina con 18 años, uniéndose a los insurrectos. Tercer hombre en la independencia de Argentina, a las órdenes del general José San Martín.
Diego Martínez de Prado. Participó en la expedición al Dorado en las Indias (1596). Explorador del Orinoco, fue tesorero de la Real Hacienda del Tucumán en 1611, y después en Concepción de Chile.

Calahorra

Cuando el peregrino llega a la bimilenaria ciudad de Calahorra, siente que está cerca de Logroño, (capital de la Rioja), pero la hospitalidad de los calagurritanos (cerca de 20.000), la animada vida de la ciudad, la monumentalidad que exhibe por todos los rincones y su exquisita gastronomía, hace que uno quiera pararse, o parar el tiempo, para disfrutar de tan bello lugar.
Es la ciudad más antigua de la región y la segunda en importancia de la Comunidad de la Rioja. Se asienta en una pequeña elevación sobre el río Cidacos y en las cercanías del Ebro.
La leyenda y la grandeza de Calahorra, nacen cuando los cartagineses de Aníbal pusieron cerco a la ciudad y los calagurritanos llegaron a comer carne humana en la resistencia. Más tarde, en el año 71, sucedió que el lugarteniente de Pompeyo, llamado Afranio, cercó nuevamente la ciudad y, del mismo modo que ocurriera con Aníbal, los lugareños se defendieron hasta lo imposible. Pompeyo sólo pudo entrar y arrasar la ciudad, cuando apenas quedaba un alma.
De esta hazaña, únicamente comparable a la resistencia numantina, parte la leyenda de la “Matrona”, que durante las noches hacia fuego por todas las calles para confundir al enemigo. Cuando finalmente entraron los romanos, encontraron a la Matrona comiendo un brazo humano. Un monumento a tan insigne personaje en el paseo de Mercadal conmemora esta gesta.
En el siglo II y en plena cristianización, fueron martirizados y degollados los soldados San Emeterio y San Celedonio, en el lugar donde hoy se encuentra el baptisterio de la Catedral. Dos siglos más tarde, el gran poeta calagurritano Aurelio Prudencio, cantaría el martirio de sus paisanos.
En el siglo V ya era sede diocesana y en el año 1045, García de Nájera la reconquistaría definitivamente del periodo de ocupación musulmana.
En 1366 fue proclamado rey en Calahorra Enrique II de Trastamara y en el año 1466 Enrique IV regala a los calagurritanos la custodia más antigua de España, que se conoce con el nombre de El Ciprés y que se conserva en la Catedral.
Recomendamos un largo paseo por el entresijo de calles que componen el casco histórico de la ciudad, así como una visita a la impresionante Catedral del siglo XII, reconstruida en el siglo XIV y terminada en el XVI, sin olvidar la monumental iglesia de Santiago, el palacio del Obispo, el convento de las Madres Carmelitas y el Santuario de Nuestra señora del Carmen.