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Las hospitaleras de Hontanas

09 febrero 2010 / Mundicamino

Ocho vecinas de este pequeño municipio con poco más de 40 habitantes se encargan de atender el albergue de peregrinos que fue restaurado en 1994 y abre todo el año.

«Si no fuera por el Camino, el pueblo casi desaparecería», aseguran Pilar Gutiérrez y Marta Álvarez, dos vecinas de Hontanas que, junto a otras seis mujeres del pueblo, se encargan de gestionar el albergue municipal, ubicado en el antiguo Hospital de Peregrinos de San Juan. Desde su restauración en 1994, este centro ha estado a cargo del pueblo porque «en verano lo hace cualquiera, pero en invierno no quiere nadie», según explican Pilar y Marta, quienes inciden en que Hontanas está «volcado con el Camino» y es «un pueblo acogedor de toda la vida».

No en vano, con poco más de 40 habitantes con residencia habitual en la localidad, ocho personas se ocupan voluntariamente del centro, es decir, que la práctica totalidad de las familias colabora en su funcionamiento.

En estos momentos, la responsabilidad directa recae en Pilar, Marta, Mercedes Alonso, Mercedes Miranda, Araceli Santamaría, Carmen Díez y Antonia Varas. Una labor que, lejos de asumir como una carga, afrontan con «satisfacción» y vocación de ayudar a los peregrinos. «El albergue nos viene bien, nos sirve como entretenimiento y nos permite conocer a gente de todo tipo», señalan, explicando que esta tarea les ha enseñado «a comprender con qué poco se puede vivir».

Organizadas en turnos semanales, las ocho hospitaleras se encargan de recibir a los caminantes, de la limpieza diaria de las instalaciones y, en invierno, de preparar la cena para las personas que van a pernoctar. «Procuramos tenerlo lo mejor posible», señala Pilar, a lo que Marta apostilla: «Mejor que con nosotras no va a estar». La puerta del albergue está abierta todo el año para el que llegue allí a descansar y reponer fuerzas. «Alguna vez hemos tenido robos, pero muy pocos», explican.

Después de 26 años atendiendo a peregrinos, Pilar acumula un sinfín de vivencias, pero entre todas las historias destaca la de Marina, una médica de Barcelona con cáncer que pasó hace dos años por Hontanas. «Estábamos en el albergue Marta y yo cuando apareció una señora que estaba muy mal físicamente, la ayudamos a acostarse y al día siguiente nos contó que tenía cáncer de hígado y que estaba convencida de que si hacía el Camino se iba a curar», recuerdan las dos vecinas, quienes indican que la mujer «tenía una fe tan grande que tuvo que volverse a casa porque no podía más y luego volvió otra vez a continuar el Camino». En estos momentos, Marina está curada de su cáncer. «Fue un milagro», aseguran Pilar y Marta, quienes mantienen contacto con la mujer, que incluso volvió a visitarlas el verano pasado.

También se acuerdan de Antonio, un hombre de San Sebastián que había tenido un accidente de camión que le había dejado secuelas en las piernas. «Llegó aquí fatal», rememora Marta, quien explica que al día siguiente lo llevó en coche a Castrojeriz (el pueblo siguiente en la ruta jacobea) para que lo atendiera un médico, «pero tenía tantas ganas de hacer el Camino» que lo tuvo que volver a llevar a Hontanas «para hacerlo completo».

Las dos voluntarias comentan que entre los peregrinos «hay de todo, gente que hace el Camino para encontrarse a sí misma, muchos por una promesa y otros por diversión». «En los últimos tiempos, cada vez vienen más personas que están en paro, que vienen solas a pensar», añaden. Asimismo, resaltan que «muchos repiten» y que se vive un ambiente muy diferente dependiendo de la época del año, con el frío es «más familiar» ya que no suele haber más de tres o cuatro personas descansando en el albergue, mientras que cuando llega el buen tiempo, a partir de abril, el número de peregrinos se multiplica hasta el punto de que «muchos días duermen en Hontanas 130 personas, ocupando todos los albergues y casas rurales que hay». En esos momentos, «se sacan las mesas a la calle para cenar y toda la calle Real está llena de gente».

A entenderse por señas

Respecto a la procedencia de los caminantes, comentan que llega tanta gente de los más diversos países del mundo (Europa, Australia, Estados Unidos, Sudáfrica, Canadá, América Latina, etc.) que a veces «esto parece las Naciones Unidas», ya que en alguna ocasión han pasado la noche en el albergue «seis u ocho personas, cada una de una nación». «Nosotras nos entendemos en todos los idiomas, por señas o como sea», explican. «Además de españoles, lo que más vienen son franceses y alemanes, aunque últimamente se están multiplicando los coreanos, que suelen llegar en grupos en invierno», señalan.

Ambas destacan la dureza del camino, tanto en invierno por el frío y la lluvia, como en verano porque en tramos como el que desemboca en Hontanas no hay árboles donde los peregrinos puedan refugiarse del calor. «Yo he visto a gente tumbarse en la cama y echarse a llorar desmoralizada», comenta Pilar, que explica que «hay personas que vienen hundidas y con ganas de abandonar, pero normalmente al día siguiente lo ven de otra forma y continúan». También resaltan la humildad de muchos peregrinos, que «no tienen ni para pagar los cinco euros» que se cobran en el albergue municipal.