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Monseñor Julián Barrio: “El Año Santo Compostelano contribuirá al despertar religioso y espiritual de muchas personas»

14 febrero 2010 / Mundicamino

Monseñor Julián Barrio, arzobispo de Santiago de Compostela ha hablado con Análisis Digital sobre el Camino de Santiago y el Año Santo Compostelano. El prelado ha explicado que el alma y la identidad de Europa están profundamente enraizadas en el cristianismo y ha afirmado que la unidad de Europa será duradera y provechosa si está asentada sobre los valores humanos y cristianos que integran su alma común, como son la dignidad de la persona humana, el profundo sentimiento de justicia y libertad, el amor a la familia, el respeto a la vida, la tolerancia y el deseo de cooperación y de paz

¿Qué ha significado el Camino de Santiago para la identidad cristiana de Europa?

El Camino de Santiago ha sido, desde sus inicios, como camino de fe y de cultura, un acontecimiento muy significativo en la configuración de la Europa medieval como Cristiandad occidental. Ha puesto de relieve la ecuación entre cristianismo y civilización que es precisamente la gran aportación hecha por el Camino de Santiago y la peregrinación jacobea. El Papa Juan Pablo II subrayó la contribución de la peregrinación jacobea a la unidad e integridad de Europa cuando dijo en su discurso pronunciado en la Catedral Compostelana: «Europa entera se ha encontrado a sí misma alrededor de la memoria» de Santiago, en los mismos siglos en los que ella se edificaba como continente homogéneo y unido espiritualmente. Por ello el mismo Goethe insinuará que la conciencia de Europa ha nacido peregrinando».

En estos momentos no se trata, ciertamente, de crear una Europa paralela a la existente, sino de mostrar a esta Europa que su alma y su identidad están profundamente enraizadas en el cristianismo. La unidad de Europa será duradera y provechosa si está asentada sobre los valores humanos y cristianos que integran su alma común, como son la dignidad de la persona humana, el profundo sentimiento de justicia y libertad, la laboriosidad, el espíritu de iniciativa, el amor a la familia, el respeto a la vida, la tolerancia y el deseo de cooperación y de paz.

El articulado sistema de valores –fe, solidaridad, caridad, sacrificio, actitud penitencial y trascendencia- relacionado con la peregrinación compostelana maduró y reforzó una concepción cristiana de las relaciones entre los hombres de países y costumbres diferentes, unidos en una misma fe y en una misma civilización en la que la existencia se comprende «como don y tarea para el hombre, donde el prójimo es aquel de quien cada uno se hace responsable y donde la vida de cada uno ha de ponerse al servicio de los demás». En este horizonte, la peregrinación pasa de tener un valor simple y exclusivamente cultural e histórico a ser un valor constitutivo y constituyente de la común civilización europea. El peregrino contribuye eficazmente a la construcción de una Europa que tiene una referencia espiritual con sus principios morales y sociales, su cultura, su arte y su sensibilidad, es decir, la que tiene sus raíces en la tradición cristiana que la articuló profundamente en cada una de sus fibras.

¿Cómo contribuyen los Años Santos en la peregrinación a Compostela?

Sin duda en los Años Santos es mayor el número de las personas que llegan a la Tumba del Apóstol, haciendo la peregrinación a pie o por otros medios. El atractivo que está teniendo el fenómeno jacobeo radica en la especificidad del Camino de Santiago y de la Peregrinación Jacobea como recorrido de fe, de penitencia y de oración. El Camino es un «espacio» y «un tiempo» para encontrarse con uno mismo, con los demás y con Dios.

Ofrece la posibilidad de un silencio en que el peregrino puede tomar conciencia de que Dios es más íntimo a él que él a sí mismo, como diría San Agustín. Por otra parte, la peregrinación es uno de los fenómenos religiosos de todos los tiempos que evoca la apertura a la trascendencia y convierte al peregrino en «dispensador de lo sagrado». En el caso concreto de la ininterrumpida peregrinación a Santiago, ésta, vivida con espíritu de conversión, lleva a encontrarse con la tradición apostólica que fundamenta nuestra fe y a vivir el encuentro con Cristo por medio del Apóstol Santiago, «amigo y testigo del Señor». Los Años Santos Compostelanos son los Años de la Gran Perdonanza que comprometen al peregrino con los valores del Evangelio, redescubriendo su vocación de eternidad y su llamada a la santidad y contribuyendo de esta manera a transformar las realidades terrenas.

¿Qué repercusión espiritual espera usted como arzobispo de Santiago del actual Año Santo

Deseo y pido que la celebración de este Año Santo, acontecimiento espiritual y religioso, nos ayude a renovarnos espiritualmente, haciendo memoria de los contenidos de nuestra fe para ser como el Apóstol Santiago, «amigos y testigos del Señor» y acogiendo la salvación del Señor; que nos motive a despertarnos de la somnolencia ante el don inapreciable del amor de Dios, manifestado en su misericordia que a veces somos incapaces de percibir en medio de la indiferencia religiosa, de la incertidumbre moral y de la pérdida del sentido trascendente de la vida, y fortalezca nuestra esperanza cristiana.

Esta esperanza es posible, razonable y realizable porque Jesucristo es la razón de la misma para nosotros que somos «peregrinos por gracia». Hago mías las palabras de Dante, puestas en boca de Beatriz en el canto del Paraíso de la Divina Comedia, pidiendo que en la Casa del Señor Santiago resuene la esperanza cristiana para todos los peregrinos llamados a asumir el presente con responsabilidad y creatividad, sabiendo confiadamente que el futuro está sostenido en las manos providentes de Dios.

Estoy seguro de que el Año Santo contribuirá de este modo al despertar religioso y espiritual de muchas personas, de nuestras comunidades cristianas y de nuestros pueblos. La conversión continua y la predicación asidua de la Palabra de Dios favorecerán la fe y el testimonio de los cristianos; la oración y la caridad promoverán la santidad de los fieles; y el fortalecimiento de la esperanza en los bienes futuros animará la evangelización continua de la sociedad en consonancia con la rica tradición apostólica.

¿Qué es lo que más le pide usted al apóstol para España, para los españoles y para los europeos?

Que tomemos conciencia de donde venimos, avivemos las raíces de nuestra fe y mantengamos nuestra identidad cristiana, asumiendo el compromiso de «compartir la suerte del Señor» como lo hizo el Apóstol Santiago, nuestro primer evangelizador y Patrón de España, gastando la propia vida a ejemplo de su Maestro, soportando contradicciones, y no desalentándose por la incomprensión pues sabía que «mientras vivimos, continuamente nos están entregando a la muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal» (2Cor 4,11).

Que vivamos con agradecimiento este misterio de gracia de Dios como es el Año Santo, descubriendo día a día el paso de Dios en nuestra vida en actitud de escucha y con disponibilidad para ser peregrinos de la fe y testigos de Cristo resucitado en la complejidad de nuestra existencia, en la que estamos llamados a edificar en la caridad nuestras comunidades cristianas viviendo en gratuidad y generosidad y rechazando todo tipo de violencia y de cultura de muerte, a mantener la unidad de la fe en los pueblos de España, y a superar el secularismo que seca las raíces de nuestra esperanza.

¿En qué medida las corrientes laicistas europeas repercuten en las peregrinaciones?

Pueden ciertamente contribuir a desvirtuar el dinamismo espiritual de la Peregrinación Jacobea. La preocupación de la Iglesia es lograr pastoralmente que el Camino de Santiago no pierda su identidad, recordando que lo que le da sentido es la meta que es el encuentro con Cristo de la mano del Apóstol Santiago.

En definitiva el peregrino, como aquellos griegos del Evangelio, quiere ver al Señor. Si no se tuviera presente esta realidad el Camino de Santiago, «el grande principio glorioso» como lo define Dante, se convertiría en una realidad «inerte» que nada tendría que ver con los objetivos con los que los peregrinos año tras año, siglo tras siglos, han ido marcándolo con las huellas de sus pies en actitud de oración y de penitencia: pidiendo perdón por sus pecados, acogiendo la gracia de Dios, y asumiendo el compromiso de la caridad.

La peregrinación es una metáfora de la vida del hombre, una de cuyas dimensiones constitutivas es la religiosa. «Nos hiciste, Señor para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti», escribió San Agustín. El peregrino es un dispensador de lo sagrado y transmisor de saberes. Es cierto que algunas personas pueden recorrer el Camino de Santiago desde inquietudes culturales o turísticas, pero si viven abiertas a lo trascendente, llegan a la Casa del Señor Santiago en la condición del peregrino.