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El Albergue del Peregrino de Logroño atiende desde ayer a los caminantes jacobeos

24 febrero 2010 / Mundicamino

Un desempleado polaco y un trabajador suizo de la industria nuclear, los primeros peregrinos en estrenar el renovado edificio de Ruavieja.

Polaco de 38 años aunque afincado en Valencia, Piotr Bajor fue ayer el primer peregrino jacobeo que estrenó las remodeladas instalaciones del Albergue del Peregrino de Logroño. Llegó hacia el mediodía, cuando el edificio aún estaba cerrado, aunque un hospitalero le abrió las puertas para que descansara un rato antes de aventurarse por Logroño. ¿Su primera impresión? «Librarme de la mochila. Esa ha sido mi primera impresión», afirmó el hombre minutos después de cruzar el portón del edificio, al que llegó tras cubrir los algo más de veinte kilómetros que separan Los Arcos (Navarra) de la capital riojana.

Esta es la primera vez que Bajor realiza el Camino de Santiago, una experiencia iniciática en la que se embarcó en solitario tras quedarse en el paro. No es que le sobre el dinero, pero es millonario en tiempo, más de lo que necesita para recorrer en poco más de un mes la distancia que separa Pamplona de Santiago de Compostela. En el camino, confesó ayer, espera encontrar «paz, paisajes y tranquilidad para poder ver las cosas distintas al sofoco de la ciudad y olvidarme del paro».

Algo parecido dijo anhelar Thomas Biedermann, el segundo de los caminantes que ingresó ayer en el albergue logroñés. Exponente también de la atracción universal que ejerce el Camino, este suizo de 51 años tuvo conocimiento de la Ruta Jacobea hace diez años, nada menos que en Australia. «Desde entonces -apuntó- ansiaba con poder hacer el Camino». Su primera peregrinación tuvo lugar el año pasado. Empezó fuerte: Al llegar a Santiago sus piernas habían pateado 1.500 kilómetros. Sin embargo, la experiencia le resultó tan gratificante que este año repite.

Explicaciones en alemán

Trabajador de la industria nuclear y padre de cuatro hijos, el Camino le brinda la oportunidad de encontrarse «solo y poder conocerme a mí mismo, pero también de conocer a gente de todo tipo y condición», aseguró al poco de entrar al zaguán del albergue y estrechar la mano del polaco Piotr. Biedermann fue recibido poco después del mediodía por el hospitalero Alexis Palacios, quien conversó con él en alemán y le orientó para moverse tanto fuera como dentro del edificio.

Durante su estancia del año pasado, este suizo de Basilea no tuvo mucho tiempo para conocer Logroño. «El albergue -recordaba ayer- estaba lleno y preferí irme a la mañana siguiente». Esta vez pasará dos días en la ciudad antes de retomar su andadura hacia Santiago. Quiere pasear por Logroño y conocer su gastronomía y sus vinos.

Pese a ser Año Jacobeo, las fechas invernales no son muy propicias para lanzarse a la aventura de recorrer cientos de kilómetros. De hecho, el recuento que realiza el personal de la oficina de información de los Fielatos del Puente de Piedra indica que este invierno sólo están pasando por Logroño del orden de cinco o seis peregrinos al día. De ahí que al llegar al albergue los caminantes se encuentren casi como en casa, con unas instalaciones recién estrenadas, abundancia de espacio y una tranquilidad que escasea en verano.

Comodidades múltiples

El hospitalero Alexis Palacios, que cumplía ayer el turno del mediodía, hizo un repaso de las comodidades que ofrece el renovado albergue: «Ducha caliente, cama, internet, cocina, comida, asesoramiento turístico…». Todo por una módica ‘voluntad’ de cinco euros que servirá después a la Asociación Ultreia (colabora en la gestión de este servicio) para contribuir a sufragar los gastos de mantenimiento de las instalaciones.

En esta época el recinto abre sus puertas a las 13 horas, aunque con la llegada del buen tiempo será a las 12. Se recibe al peregrino, se sella su pasaporte jacobeo, se guarda su mochila y puede tomarse una ducha antes de salir de visita por la ciudad. Después, a partir de las 16 horas, el edificio abre ya todas sus instalaciones para el disfrute del peregrino. Piotr y Thomas fueron ayer los primeros en saborear los nuevos servicios del albergue. Detrás llegarán muchos más.