Apostol

La canadiense enamorada del Camino

08 marzo 2010 / Mundicamino

Tras peregrinar a Santiago la primavera pasada, Kari Hanes decidió disfrutar en España de un año sabático y repetir la experiencia en la vía portuguesa

Hizo el Camino de Santiago y se enamoró. Primero, del Camino; luego, de España; y, por último, de Galicia. La profesora canadiense Kari Hanes recorrió la primavera pasada a pie los casi 800 kilómetros entre Saint Jean Pied de Port y la capital compostelana con la mochila a cuestas y en compañía de su sobrina Sandy. Ahora vive en Vigo; está escribiendo las memorias de su viaje jacobeo y prepara para el mes de mayo el Camino Portugués. «Nunca pensé que repetiría una experiencia que me resultó dura a nivel físico. Pero al llegar a Santiago sentí tristeza. No echaba de menos caminar, sino la gente y la forma de vida del Camino». Kari recuerda que fue entonces cuando tomó la decisión de disfrutar de un año sabático en España y volver a hacer el Camino.

De nuestro país dice que le gustan sobre todo las plazas mayores y la costumbre de reservar un tiempo para tomar el café tranquilamente en un bar, conversando o leyendo el periódico. «Al ver que no había cafés para llevar, me dije que no me importaría venirme a vivir. Tras finalizar el Camino había pensado en algunos pueblos que me gustaron mucho: Estella, Los Arcos, Santo Domingo, Órbigo, Castrojeriz, y por supuesto, Santiago», recuerda Kari.

A que finalmente se quedara en Galicia contribuyeron los profesores de la Xunta que conoció en el centro de idiomas de Ottawa donde trabaja. Los docentes gallegos participaban en un programa de inmersión lingüística y cultural para formarse en la enseñanza bilingüe y mantuvieron una relación cercana con Kari, que coordinaba sus actividades. Cuando en septiembre, con la excedencia debajo del brazo, Kari llegó por segunda vez a España, se dejó caer por Vigo para visitar a sus ex alumnos gallegos. Y allí sigue.

Lo más duro en su vida

«Fue la experiencia más dura de mi vida, pero también la mejor. Fumo; nunca hice ejercicio; tengo sobrepeso y estoy en los 50. Desde luego que no era la candidata ideal para hacer el Camino». Kari reconoce que lo pasó mal, y que incluso en Burgos tuvo que detenerse tres días por una infección en los pies. Recuerda que, aunque nunca se planteó retirarse, en la primera etapa pirenaica pensó que no sería capaz. «Mi sobrina, que es corredora, me dio un consejo. Cuenta cien pasos, dijo, y entonces si quieres descansa. Casi nunca paraba, pero siempre estaba ahí la posibilidad y estas pequeñas metas de cien pasos me llevaron a la cima».

Pero de la peregrinación jacobea la docente americana se queda con mucho más que el reto físico. «Se viven emociones muy intensas y de repente todo se acaba. Intimas rápido con la gente porque sabes que hay poco tiempo y que probablemente nunca los volverás a ver. Cuando te das cuenta has creado una familia». Kari afirma que hacer el Camino reforzó su confianza en la bondad del ser humano y que como persona le ha cambiado.

Un cura ensimismado

Las revelaciones de Kari descubren un mundo que pasa desapercibido para los que están en los pueblos del Camino. En su pequeña familia dice que había un cura luterano que caminó durante tres semanas ensimismado sin relacionarse con nadie. «Cuando al fin se abrió al exterior reveló que había perdido la fe, no en Dios, sino en la Iglesia y que acababa de tomar la decisión de dejarla», recuerda Kari. Según la canadiense afincada en Moaña, son muchos los peregrinos que hacen el Camino en busca de respuestas.

Dos mujeres holandesas con las que coincidió en la ruta le comentaron que tenían una decisión que tomar. Kari les dijo que ella también estaba valorando venirse a España un año. Con la compostelana en el bolsillo se encontraron otra vez en la estación de autobuses de Santiago. «¿Te mudas a España?» -inquirieron-. «Nosotras hemos tomado nuestra decisión: vamos a ir al Tíbet andando; calculamos que nos llevará una año cubrir los 5.000 kilómetros desde nuestro país».

Kari, que también venía buscando una pócima mágica, asegura que se fue de Santiago con sus cuestiones personales resueltas. «La respuestas no están en el Camino. Lo que te da la peregrinación es mucho tiempo para pensar y al final eres tú la que tomas las decisiones», concluye.

Un libro de Shirley McLane

Kari conoció el Camino por un reportaje en una revista hace años y pensó que le gustaría hacerlo. Luego leyó un libro de la actriz Shirley McLane: «Da una imagen de España como un lugar primitivo donde te encuentras perros salvajes que atacan. Lo único que me interesaba de este libro era lo que la autora metía en la mochila».

La bibliografía sobre el Camino es amplia fuera de nuestras fronteras. Kari recuerda que todos los alemanes hablaban de un libro éxito de ventas en su país y que ella no leyó hasta terminar el Camino, porque antes no estaba traducido al inglés: I am off then, de Hape Kerkerlang. La referencia de nuestra peregrina era All the good pilgrims, del canadiense Robert Ward. Kari se encontró muchos paisanos de Quebec, porque en la región francófona acababa también de publicarse un best-seller sobre el Camino. Por la literatura, o porque el Camino es un viaje alucinante por la Europa medieval para los ciudadanos del nuevo mundo, lo cierto es que las rutas a Santiago tienen un aura con tintes de leyenda.

La experiencia en tres etapas

Entre lo físico y lo espiritual, Kari resume su experiencia en tres etapas que le explicó un peregrino: «La primera es el purgatorio, solo sientes dolor físico. Las primeras etapas son muy duras y no estaba preparada. Ampollas en los pies, las piernas pesadas, todo el cuerpo en sufrimiento. Recuerdo que me preguntaba si alguna vez iba a poder pensar, porque mi cabeza no podía apartarse del dolor. La segunda fase es la muerte y se produce durante la peregrinación por la meseta. Por un lado ese calor que cae del cielo y la monotonía del paisaje. Por otro, el cuerpo se ha acostumbrado al dolor. Entonces empiezas a pensar, creo que bajo los efectos de una insolación».

«Por último, cuando llegas a Galicia entras en la fase de resurrección. La estampa al llegar a O Cebreiro es de las más bellas y sientes una emoción intensa. Ves que puedes conseguirlo y te reconcilias con tu cuerpo, porque es el que te ha traído hasta aquí. Sabes que no es bueno, pero que si tuvieses otro mejor quizás no habrías llegado. Descubres que las respuestas están en uno mismo».