Apostol

La casa riojana de Santiago

12 marzo 2010 / Mundicamino

Jubera conserva la creencia de que el apóstol habitó allí.

«Creyeron los peninsulares y creyó la cristiandad y el viento empujó las velas de Occidente y el auténtico milagro se produjo». Lo dijo Claudio Sánchez Albornoz: España, un enigma histórico. Y es que lo imaginado y lo real han sido compañeros de viaje durante siglos aquí, en el Camino de Santiago. Historias que hicieron leyenda y leyendas que hicieron historia. Cuando el mito forma parte inherente del acervo cultural, la veracidad o falsedad de su origen parece ya menos trascendente que el alcance de la tradición.

Es la tradición lo que sustenta la creencia de que el apóstol Santiago, tras la muerte de Jesús, predicó en la península Ibérica, que tuvo escaso éxito y que la recorrió siguiendo el curso del Ebro. Que sus discípulos, al morir decapitado por orden de Herodes Agripa a su regreso a Jerusalén en el año 42, según narra San Lucas, trasladaron su cadáver por mar hasta aquellos confines del mundo, que hoy son Galicia, para darle sepultura allí donde habría llevado testimonio de Cristo. Que eran sus restos los que se descubrieron siglos después, hacia el año 813 en tierras de Iria Flavia (Padrón), gracias a la milagrosa revelación del eremita Paio… Es, por tanto, la tradición jacobea -sólo la tradición pero tanto como la tradición- lo que sustenta una ruta de peregrinación considerada semilla de la primera idea de Europa.

Sucede que esa gran tradición se nutre de otras más pequeñas, y viceversa. Una de las más hermosas y menos conocidas leyendas se conserva en Jubera, villa riojana jacobea donde las haya, pese a no estar en el Camino Francés. Se cuenta que hace dos mil años fue morada del propio Santiago durante su apostolado. Que desde su casa -en lo que hoy son las ruinas de la ermita que lleva su nombre- salía a predicar entre los riojanos del siglo primero, llegándose hasta Logroño (Varea en todo caso) y Calahorra e incluso a la navarra Andosilla. Y que en un momento de desánimo por los pocos frutos logrados, al igual que ocurriría en Zaragoza en el pilar sobre el que se erigiría una de las basílicas de la cristiandad, se le apareció la Virgen para darle ánimos; también en ese lugar, conocido como Prado de Santiago, se edificó un templo -la ermita de la Virgen del Prado-.

Con tan buenas razones estos lugares se convirtieron en la Edad Media en centros de peregrinación, y la casa y ermita del Señor Santiago de Jubera tuvo cofradía propia. Tampoco faltarían los prodigios. El texto del siglo XIV ‘Milagros del Señor Santiago el Mayor, Patrón de España, y especial de la villa y jurisdicción de Jubera’ menciona las intervenciones del apóstol en beneficio de fieles de La Rioja, Navarra, Aragón y Soria: «. En esta de Jubera ha obrado y obra nuestro Señor muchos y repetidos milagros por los méritos de la Soberana y Celestial Emperatriz de los Ángeles, y del Santísimo, como son dar vista a ciegos, resucitar muertos, curar mancos y tullidos, lanzar demonios de algunos cuerpos librándolos de aquel miserable conflicto, a otros de furiosas corrientes y soberbias avenidas de ríos, a otros que cayeron de altísimas rocas y se hallaron libres con su sola invocación.»

También así, pasando de la leyenda a la historia, se obró el milagro de la tradición.