Apostol

Los últimos cien metros del Camino desbordan humanidad

06 abril 2010 / Mundicamino

Miles de personas desafiaron a la lluvia y escogieron el sábado para visitar Santiago, con enormes colas en la Puerta Santa.

Resulta difícil, si no imposible, encontrar paz y tranquilidad en el último tramo del Camino de Santiago estos días. Una riada incesante de peregrinos, convenientemente ataviados con el kit imprescindible (mochila, báculo e impermeable) descendía a primeras horas de la mañana desde el Monte do Gozo. Maltratados por la lluvia y por una meteorología que, en general, ha castigado sin piedad a Compostela, familias completas ponían rumbo a la catedral y dejaban, si acaso, la quietud y el silencio para otro momento.

Y, entre los visitantes, bastantes extranjeros pero, sobre todo, peregrinos nacionales. No dejaba de ser curioso ver en la parada del 6 que está junto a la Consellería de Medio Ambiente, en San Lázaro, a algunos caminantes que, vencidos por el cansancio y empapados como pollos, aguardaban a que un autobús amarillo pusiese algo de consuelo en el último tramo de su ruta; seguro que, en mañanas así, Dios no se lo tendrá en cuenta.

A media mañana había varios hervideros humanos en el casco histórico, uno consecuencia directa del otro: la praza do Obradoiro y el entorno de la catedral, por una parte; y la rúa do Franco, por otra, emulando una especie de gran manifestación en la que los movilizados reivindicasen, si acaso, buen comer y mejor beber.

Quienes se aventuraron a entrar por la Puerta Santa en un día como el de ayer tenían que estar sobre aviso, así que tuvieron que tomarse con calma la enorme cola que, en algunos momentos del día, unió A Quintana con el Obradoiro por un río humano. Solo a eso de las doce y media, cuando un aguacero impresionante descargó sobre el empedrado, hubo quien se retiró de la cola y prefirió buscar refugio en bares y soportales.

En cualquier caso, en los locales de hostelería seguía habiendo sitio de sobra hacia las dos de la tarde. No faltan los que echaron mano del bocadillo y se pusieron a cubierto donde mejor les pareció, incluidos los toldos de los puestos de antigüedades situados en el entorno del edificio de Correos.

La entrada única a la basílica a través de Platerías también tenía esperas, pero nada que ver con las de la Puerta Santa. El sistema de seguridad funcionó ayer igual que lo hizo el jueves y el viernes, con agentes de policía y vigilantes que tratan de ser lo más amables posible para informar de la prohibición de entrar con mochilas en el interior del templo. Cada vez que se contabilizan 1.500 personas en el interior del recinto, la entrada se interrumpe hasta que la persona que lleva el registro de salidas constata que vuelve a haber aforo disponible.

Los que vinieron a Compostela en busca de arte en forma de lluvia tuvieron agua para hartar. Pero eso no evitó que la presencia de turistas y peregrinos fuera masiva. La previsión para la mañana de hoy habla de alternancia de nubes y claros, con máximas de doce grados y mínimas de cinco. Así que los peregrinos que hayan dejado para el domingo su entrada en la ciudad saldrán más airosos de la travesía que quienes llegaron ayer. De todos modos, el día ideal es mañana, con un sol radiante que, siempre según MeteoGalicia, no abandonará la ciudad hasta el martes por la tarde.