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Se vende albergue de peregrinos en Atapuerca

19 abril 2010 / Mundicamino

La propietaria de ‘La Hutte’, el primer albergue que se abrió en Atapuerca, tiene previsto ponerlo en venta, al igual que el centro de turismo rural anejo después de diez años como empresaria y hospitalera

Jacqueline Vezi piensa ya en la jubilación. La que fuera pionera en la apertura de un albergue de peregrinos en Atapuerca, ‘La Hutte’, y del centro de turismo rural anejo ha decidido plegar velas y serle infiel al Camino después de diez años dedicada a su servicio, primero como peregrina y después como empresaria.

“Si puedo vender, vendo. Ahora hay mucha competencia y es muy difícil. Aquí estamos los tres o cuatro meses de invierno que no hacemos nada, pero los gastos corren. El invierno es muy duro”, comenta con resignación. Sus hijos tampoco quieren continuar con la gestión del centro de turismo rural y el albergue de peregrinos que sus padres pusieron en marcha hace una década, cuando los romeros dormían al raso en un municipio que comenzaba entonces a difundir internacionalmente la relevancia de sus yacimientos arqueológicos.

“Ya tengo una edad para pensar en retirarme, estoy cansada, así que la solución es vender”, explica Jacqueline, quien reconoce que los futuros Centro de Recepción de Visitantes en Atapuerca y el Museo de la Evolución Humana de Burgos representan una esperanza para muchos empresarios de la zona, quizá ya no para ella.

La ilusión primigenia del proyecto está ajada, aunque quede el recuerdo. “Había hecho tres veces el Camino Francés y al encontrarme esta casa, dije, algo se puede hacer con ella. Fue comprarla y cambiarme totalmente el ‘chip’”.

Junto a su pareja decidió abrir en primer lugar un albergue de peregrinos, actualmente con capacidad para 18 personas en literas, en una dependencia empleada antaño para tareas agrícolas y ganaderas. “Los peregrinos no tenían donde dormir en Atapuerca, lo hacían en la calle, debajo de los árboles, porque el único lugar donde había albergue era en Olmos de Atapuerca, que era municipal, pero tenían que desviarse. Muchos preferían pasar la noche a la intemperie que caminar más kilómetros”, recuerda.

Al año siguiente crearon un centro de turismo rural de ocho habitaciones y con servicio de comedor, que también fue la primera infraestructura hostelera de este enclave burgalés. “Había dos restaurantes pero nada para alojarse, y le vino muy bien al pueblo”, afirma, para añadir que jamás le pesó cambiar su trabajo como profesora de Francés en la capital burgalesa por una dedicación plena a su nueva tarea de empresaria y hospitalera.

“Como conocía las necesidades de los peregrinos y me sentí perfectamente realizada, sabía que no podía seguir dando clase y atender esto. Era imposible, no puedes estar en dos sitios a la vez. Además era una academia privada, y tenía que dejarlo”, explica.

Muchos peregrinos sentirán su marcha por las atenciones que les ofrecía, desde masajes en los doloridos pies tras muchas horas de esfuerzo a limpieza de las ampollas. “Nunca me he metido en la intimidad de nadie. Si ellos han querido contarme su vida, ha sido decisión suya, pero nunca les he importunado con preguntas indiscretas. Creo que he sido muy respetuosa”, resume Jacqueline sobre su actitud en este tiempo de trabajo, en el que, asegura, éste ha sido el peor invierno. “Es que no había paso, no pasaba nadie, ni peregrinos ni turistas. Se ve poca gente, y la que viene a visitar los yacimientos saca el termo y el bocadillo. La crisis se ve, se siente, está ahí”.

Por eso, confía en que “repunte” la situación con la llegada de peregrinos este Año Santo, y les conceda “un poco de oxígeno”, porque “el último Jacobeo también dijeron que vendrían muchos y no fue así, incluso fueron menos que el año anterior”.

Y es que, a su juicio, el itinerario tradicional entre San Juan de Ortega y Atapuerca “no está suficientemente bien publicitado”. Considera que “la propaganda está muy mal hecha o mal enfocada”. “La gente de esta zona lo sentimos y padecemos día a día”, lamenta casi abatida.

Jacqueline se mantendrá en su puesto este Jacobeo, pero el próximo año quizá sean otro rostro y otras manos los que atiendan a los peregrinos, quienes a buen seguro no olvidarán a la francesa que llegó a Atapuerca para hacerles el Camino un poco más fácil.