Apostol

Una cama y un sitio junto al fuego

31 mayo 2010 / Mundicamino

La red medieval de hospitales, que atendían a peregrinos, pobres y enfermos, alcanzó su máximo esplendor entre 1170 y 1270, con centros asistenciales en todas las poblaciones del Camino Francés y en pasos difíciles

Tras el descubrimiento de la tumba del apóstol Santiago en torno al año 829, comenzó un movimiento de peregrinación hacia Galicia desde toda Europa que alcanzó su apogeo en los siglos XII y XIII. Para hacer frente a las necesidades de los caminantes, empezaron a surgir a finales del siglo XI los primeros hospitales, antecesores de los actuales albergues, que acogían a viajeros, pobres y enfermos.

“La idea de hospital tiene más que ver con huésped que con enfermo, está ante todo vinculada a gentes de paso, que necesitan recuperarse del cansancio del camino”, explica Pascual Martínez Sopena, profesor de Historia Medieval de la Universidad de Valladolid, quien resalta que la red hospitalaria “cubrió todos los caminos”, no sólo las rutas jacobeas, sino todas las vías de circulación de viajeros, aunque fue más importante en el Camino Francés porque era el más transitado. “En casi todos los pueblos de la ruta había un hospital y en muchos sitios también antes de llegar o al salir de la población, además de en pasos difíciles”, comenta el profesor.

Martínez Sopena señala que hasta el último cuarto del siglo XI no existían los hospitales como tal, aunque los monasterios siempre habían atendido a los viajeros y peregrinos. En esa época, la llegada masiva de gentes de paso obligó a responsables políticos y religiosos a optar por “fórmulas más especializadas” y crear “instituciones concretas de asistencia, muchas veces vinculadas a monasterios”. Algunas, sobre todo las más grandes, atendían tanto a viajeros como a pobres y enfermos, y otras estaban especializadas en uno de los tres grupos.

En el caso de Castilla y León, los territorios de las actuales provincias de Burgos, Palencia y León llegaron a contar con más de un centenar de hospitales, aunque no coexistieron todos a la vez. Las primeras instituciones asistenciales se construyeron entre los años 1075 y 1090 en Sahagún, la capital leonesa y Burgos. La primera fue fundada por el abad Julián junto al monasterio y disponía de 60 camas, mientras que la segunda fue promovida por el obispo Pelayo en unas casas que había comprado junto a la Catedral y el Hospital del Emperador de Burgos fue creado por Alfonso VI.

El profesor de Historia Medieval de la UVa destaca que la red hospitalaria “atravesó su mejor momento entre los años 1170 y 1270, con instituciones más potentes, con capacidad para atender a mayor número de personas y más número de camas”. Las villas más grandes del recorrido fueron las que acogieron más hospitales. En Burgos llegó a haber hasta 32 distintos, la mayoría ubicados en las calles Cabestreros, del Emperador y de Villalón, mientras que en León y Astorga superaron la veintena, y Carrión de los Condes contó con cinco o seis.

Hasta mediados del siglo XIII, la mayoría de los centros fueron fundados por obispos, abades, nobles, reyes y hombres santos, y eran normalmente gestionados por entidades eclesiásticas. A ellos empezaron a sumarse en esa época iniciativas de laicos, sobre todo de gremios y concejos. Todos ellos solían estar identificados con bordones, escarcelas o conchas grabados o pintados en sus fachadas.

Los hospitales pervivieron hasta el siglo XVIII aunque la peregrinación a Santiago decayó en el siglo XVI porque se impuso una nueva forma de ver la religión y porque la ruta jacobea perdió importancia como vía de comunicación al existir otras alternativas como el tráfico marítimo. “Pero seguía habiendo gente viajando y comerciando, por lo que los lugares de acogida seguían siendo necesarios y pervivieron aunque no fueron tan florecientes como en siglos anteriores”, señala Martínez Sopena, quien añade que desde el siglo XVI predominaron las fusiones de antiguos centros sobre las fundaciones.

Hospitales singulares

La institución asistencial más importante de la Edad Media en el tramo español del Camino de Santiago fue el Hospital del Rey de Burgos, fundado por el rey Alfonso VIII a comienzos del siglo XIII y que llegó a atender a más de 80 personas al día, en estancias separadas para hombres y mujeres, lo que era “mucho para la época”. Desde el comienzo estuvo adscrito al Monasterio de Santa María la Real de Las Huelgas, un cenobio de enorme poder y con cuantiosas propiedades, quedando al cuidado de una comunidad de doce freiles que seguía la regla del Císter y se emparentaba con la orden militar de Calatrava.

Algunos de los hospitales más llamativos fueron los situados en pasos difíciles como San Juan de Ortega (Burgos), Santa María de Arbás (León) y Foncebadón (León). El primero fue fundado en el siglo XII en los entonces peligrosos Montes de Oca por el santo burgalés que le dio su nombre y que dedicó su vida a mejorar las vías del Camino de Santiago y proteger a los peregrinos, mientras que el segundo fue construido a finales del siglo XI y estaba ubicado en un lugar inhóspito a más de 1.300 metros de altitud, en pleno puerto de Pajares, paso de Asturias a la Meseta castellana que atravesaban los romeros que recorrían el Camino del Salvador.

Por lo que respecta al de Foncebadón, Martínez Sopena resalta que fue muy importante porque estaba situado en el Monte Irago, el límite entre las comarcas leonesas de la Maragatería y El Bierzo, a más de 1.400 metros de altura, un lugar donde “sólo había nieve y lobos”. Fue fundado por el ermitaño Gaucelmo a finales del siglo XI y su objetivo era que los viandantes pudieran reponer fuerzas para continuar su viaje y también que no se perdieran. Para ello, en invierno tañían las campanas constantemente para que pudieran orientarse e incluso cuando hacía muy mal tiempo contaban con guías que salían a la montaña a buscar a los que estaban desorientados.

El profesor de Historia Medieval explica que “lo normal” es que estos centros asistenciales tuvieran pocas camas, “en torno a diez”, porque los recursos de las instituciones que los gestionaban “no daban para más” ya que con frecuencia eran de carácter local, salvo casos excepcionales . Para evitar la picaresca, a los peregrinos se les marcaba el bordón con una muesca y sólo se les permitía dormir en el mismo hospital dos o tres días como máximo, salvo que estuvieran enfermos.

Diferentes servicios

Los servicios que ofrecían eran muy diferentes aunque todos eran gratuitos: el umbral mínimo era una cama y un sitio junto al fuego donde poder calentarse y cocinar si el peregrino tenía provisiones, aunque algunos hospitales ofrecían comidas, como el del Rey de Burgos, del que se conservan referencias documentales que recogen que a finales del siglo XV no servía menos de 400 raciones diarias de carnero. En algunos casos, también contaban con capellanes y unos pocos con médicos. Además, si un romero fallecía en sus instalaciones, se solían encargar de su entierro.

En cuanto a los hospitaleros, en muchas ocasiones ejercía como tal un matrimonio contratado por los dueños del centro, con sirvientes para realizar las tareas domésticas, aunque en la ruta jacobea había órdenes religiosas dedicadas específicamente a la peregrinación, otras que atendían viandantes en general e incluso encomiendas de órdenes militares. Por ejemplo, en el Hospital de San Antón de Castrojeriz (Burgos), los antonianos acogían a viajeros y peregrinos, pero sobre todo a infectados con el ‘fuego sagrado’, una enfermedad cardiovascular que tenía su origen en el cornezuelo del centeno.

El profesor de la Universidad de Valladolid asegura que el Camino de Santiago en la Edad Media tenía una cierta unidad porque, pese a atravesar varios reinos, había “más elementos comunes que particularidades” entre las villas que lo jalonaban y que era transitado por “gente de lo más diversa”, desde devotos religiosos hasta pícaros pasando por “personas muy normales”. “Por una parte estaban los dolientes, los enfermos que buscaban su recuperación; luego los que peregrinaban como penitencia, algunos muy llamativos porque iban prácticamente desnudos o cargados de cadenas; también gente que hacía el Camino por encargo; los que vivían de la ruta, como juglares, zapateros o carpinteros que tallaban varas de avellano; también había comerciantes peregrinos; reyes y príncipes que se dirigían a ver al apóstol; caballeros que iban a penar o a robar; jóvenes en busca de oportunidades de trabajo, etc.”, explica Martínez Sopena, quien incide en que la ruta jacobea reproducía “la estructura social de la época”.

Asimismo, destaca que, “con toda su complejidad”, el itinerario hacia Compostela hizo “prosperar mucho” a los sitios por los que pasaba. De hecho, contó con ferias muy importantes como las de Sahagún (León) y Carrión de los Condes (Palencia). “Otras vías generaron riqueza pero no como el Camino de Santiago, fue un punto de referencia con enorme influencia sobre el entorno”, concluye el profesor de Historia Medieval.