Apostol

Un Camino de fe que cobró vida en Calcuta

11 junio 2010 / Mundicamino

Paloma Niembro peregrina pidiéndole al Apóstol la curación de uno de sus hijos.

Saltaba a la vista a su llegada a la iglesia de Santa María la Real de O Cebreiro que algo latía en su interior. Sonreía, estaba feliz, «rebién» que dice ella, pese a haber acabado de subir a pie uno de los tramos más duros del Camino Francés. Paloma Niembro es de México, tiene 60 años y varias razones para estar contenta: la primera, que en O Cebreiro decía sentirse «más cerca del cielo» y la segunda, que cada etapa superada supone para ella el ir dejando atrás el sufrimiento de una madre por la enfermedad de un hijo: «Ahí les dejo un cachito de mi peso, que ya casi ni traigo», contaba alegre. «Santiago me lo ha ido quitando a cada paso y yo soy bien positiva, siempre mirando para delante y hacia arriba. Soy mujer de fe, me parece el regalo más grande y eso es lo que me impulsa a seguir caminando».

Vive en una «ciudad hermana de Compostela», Santiago de Querétaro, y comenzó su peregrinación hacia el Apóstol el 8 de mayo en Roncesvalles. La acompaña una amiga, también mexicana, Erika Arteta. Tiempo atrás, Niembro había llegado hasta O Cebreiro con un amigo que conoció en Calcuta cuando ambos eran cooperantes en ese país, donde curiosamente se encuentra una de las razones de que ella peregrine. «Mi amigo murió trágicamente cuando iba de vuelta a su casa después de haber hecho el Camino de Santiago». Niembro habla de Julián Campo y también del compañero de este, José Santino, dos peregrinos burgaleses muy ligados al Camino, conocidos a lo largo de él por sus labores de hospitalidad y fallecidos ambos en un descarrilamiento de tren a la altura de Villada (Palencia) en agosto del 2006. El hermano del primero, Ovidio Campo, al que también Paloma le profesa su amistad, se encarga ahora del albergue en el antiguo monasterio de San Antón, entre Burgos y Castrojeriz.

También guadalupana

«He venido recordando cada lugar por el que pasé con él», afirmaba Paloma. Hace tiempo que tenía ganas de hacer este Camino, «pero no se dio». Se decidió a hacerlo, finalmente, durante el regreso de su último viaje como voluntaria en Calcuta con la congregación de la madre Teresa. Ahora, pidiendo por su hijo enfermo y dando gracias por su otra primogénita y por sus tres nietos (Paloma, Sofía y Ernesto), está cumpliendo su objetivo. «En mi país yo soy peregrina guadalupana, le tengo mucha fe a la Virgen de Guadalupe». Andando en dirección a Compostela, sería algo así como una «peregrina compostelana».

No se preocupa gran cosa por si encontrará sitio para dormir ni tampoco por lo que le espera más adelante. Vive lo que le toca en cada momento. «Yo voy a mi ritmo» y, simplemente, carga las pilas, aprende y se llena de lo que va viendo, de los sentimientos de la gente, del apoyo y de los peregrinos que conoce. «Viene siendo algo parecido a lo de ser voluntaria en Calcuta. Allí te necesitan, pero nadie te echaría en falta si no vas. Hay millones de personas que quieren cooperar, pero a mí me sirvió para cargar las pilas, viendo sus necesidades, ayudando».

Lleva entre sus manos un pequeño estuche en el que guarda su rosario. «Lo rezo todas las noches. Cada misterio y cada paso me va animando». Guarda también varias imágenes de su adorada Virgen de Guadalupe, así como de la madre Teresa de Calcuta. En su mano derecha, uno de sus dedos porta un anillo con la imagen de la patrona de su país. Paloma Niembro va dejando así su peso a lo largo del Camino y rinde también su particular homenaje «al amigo Julián, 130 kilos de jamón y vino y 10 años enganchado a Calcuta, como él mismo decía». Si en O Cebreiro ya se sentía liberada, a Compostela esta peregrina llegará reconfortada.