Para Lecia Mesquita, ir a pie hacia Compostela equivale a volver a los campos por los que andaba y corría cuando era una niña.
Lecia Mesquita forma parte de esos caminantes para los que peregrinar a Compostela implica una parada en la vida. Brasileña y con tan solo 34 años, en su país tiene su propia empresa. Llegó a O Cebreiro a media mañana, soportando el intenso frío que a ella le confería un cierto encogimiento de cuerpo. Posó su mochila dentro de la iglesia, entrando a la izquierda, y se dispuso a recorrer el santuario, dedicándole un tiempo a la meditación y otro a recoger con su cámara fotográfica tanto el interior como el exterior del templo de Santa María la Real.
Mesquita es también de esos peregrinos que hacen el Camino por una razón, con planificación y como cumplimiento de un sueño. Hace más de diez años, un día cualquiera, oyó fortuitamente una conversación sobre esta ruta hacia el Apóstol y, desde entonces, «eu nunca máis o esquecín». Intuyó que esa podría ser la vía para volver a vivir sensaciones de infancia. «Cando eu era unha criança , corría moito sozinha polos campos adiante», recuerda. Después llegó el traslado a la ciudad y otro ritmo vital. Como Heidi en Fráncfort, nunca olvidó todos las vivencias, convertidas en recuerdo, que le habían aportado sus orígenes del mundo rural.
Lecia camina hacia Santiago atravesando sin compañía a su lado (pero no sola) todos los recovecos para los que, hace ya algún tiempo, se preparó de algún modo. Años más tarde de aquella conversación, conoció a un amigo francés que ya había hecho el Camino. Él la ayudó «en todo», en conocer lo imprescindible que ha de saber un peregrino financieramente, y también la introdujo en el idioma galo. Caminó pequeños trechos día a día antes de iniciar su peregrinación a Compostela, pero ahora que ya lleva dos meses andando (comenzó el 17 de abril en Le Puy en Velay), tiene la certeza de que este es el Camino con el que soñó tanto como Heidi con regresar a sus Alpes
