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Silos, desvío obligado en el Camino

22 junio 2010 / Mundicamino

Además de ser uno de los grandes hitos de las rutas jacobeas que llegan a Burgos desde Soria, el milenario monasterio sigue atrayendo, como en época medieval, a muchos peregrinos del Camino Francés

Independientemente del credo, la lengua o los conocimientos históricos del que lo visita, el claustro del monasterio de Santo Domingo de Silos tiene algo especial, ejerce un efecto calmante y tranquilizador que no entiende de religiones ni ideologías, o, más bien, las aglutina y sintetiza todas con una espiritualidad universal. Quizá por eso, y tal y como corrobora el padre Faustino, monje benedictino y párroco de la localidad burgalesa, son muchos los peregrinos a Santiago que consideran Silos un desvío obligado en el Camino.

Tanto en la Edad Media como en la actualidad, “hay y había peregrinos a los que no les importaba el tiempo y se desviaban desde el Camino Francés a Silos para volver a Burgos después”, explica el padre Faustino en una de las austeras salas del monasterio -unas sillas y una mesa baja- en las que los benedictinos atienden a sus visitantes.

Minutos después, para remarcar la vena jacobea del monasterio, dirige sus rápidos pasos hacia uno de los famosos relieves románicos del claustro, el que representa el pasaje de los discípulos de Emaús, donde Cristo resucitado se aparece ante dos discípulos que viajan a una aldea “distante de Jerusalén sesenta estadios” (Lucas, 24, 13). Ante el bloque de piedra tallada señala con el dedo la figura del Hijo del Hombre, que lleva en su zurrón una concha o venera que le identifica con los peregrinos.

Así, desde comienzos del siglo XII, época de la que datan los relieves, se reconoce la importancia de las peregrinaciones jacobeas, su icono principal -la vieira-, y la conexión de Silos con ellas. De hecho, y como recuerda el padre Faustino, “los siglos XII y XIII fueron la época dorada de las peregrinaciones” y en ese momento “Silos era uno de los centros más importantes después de Santiago”.

Por aquel entonces, según relata el benedictino, Santo Domingo de Silos tenía 11.000 habitantes -ahora tiene poco más de cien- y era “la capital comercial, jurídica y religiosa del Sur de Burgos”. En sus calles había “una gran cantidad” de posadas y comercios; “era un pequeño Lourdes”.

Desde la muerte, en el año 1073, de Santo Domingo, fue “tal su fama por los milagros que realizó y que se le atribuyen que Silos se convirtió en un centro de peregrinación”. La leyenda del santo liberador de esclavos, cristianos apresados por los moros en su razias, traspasó comarcas y reinos e hizo que muchos peregrinos compostelanos se convirtieran también en peregrinos silenses.

En la actualidad, además, Santo Domingo de Silos forma parte de dos itinerarios a Santiago alternativos al Francés: la Ruta de la Lana, que parte de Cuenca, atraviesa Soria y enlaza en Burgos capital con la principal vía de peregrinación; y el Camino Castellano-Aragonés, que atraviesa Soria de Este a Oeste, de Ágreda a San Leonardo de Yagüe, para luego conectar con Santo Domingo.

Estas confluencias jacobeas, y el gran poder de atracción que de por sí tiene el monasterio, provocan que su pequeño albergue, que cuenta con menos de una decena de camas, esté siempre lleno y, con frecuencia, con famosos inquilinos, desde el presidente de la Junta, Juan Vicente Herrera, al ex presidente del Ejecutivo autonómico José María Aznar, pasando por el músico Nacho Cano, apunta el padre Faustino. “Aquí se acoge a todo el mundo, sea del color político que sea porque no nos identificamos con ninguno”.

Pasear por los corredores del claustro, unirse a los monjes en sus oraciones o simplemente dedicarse a la contemplación son algunas de las actividades que realizan los huéspedes, a los que únicamente se les pide que “se adapten” al horario de los monjes, sobre todo en lo tocante a las comidas.

Si disfrutar de la belleza arquitectónica y patrimonial del cenobio, con su famoso ciprés de 26 metros y 116 años, no fuera suficiente, los peregrinos que se detengan en Silos también pueden visitar su no menos célebre biblioteca, que cuenta con cerca de 180.000 volúmenes, de los cuales 120.000 ya están referenciados en internet.

La biblioteca, y el propio monasterio, vieron amenazada su pervivencia con la desamortización de Mendizábal, en el siglo XIX. Afortunadamente, el cenobio resistió gracias a la llegada de unos benedictinos franceses que, como el centenario árbol del claustro, supieron capear el temporal, y los siguientes, con estoicismo y las raíces bien hundidas en la tierra.