Apostol

Una voz de aliento en medio del Camino

22 junio 2010 / Mundicamino

David Vidal ofrece a los peregrinos todo lo que tiene en su ‘Casa de Dioses’

El sol brilla sin fuerza sobre la llanura que enfila el Camino de Santiago hacia el Crucero de San Justo de la Vega. Los que afrontan el recorrido a pie o en bici llevan al menos 15 kilómetros sin encontrar un bar donde reponer fuerzas, pero encaran sin miedo una pequeña cuesta tras la que les esperan unos metros de llanura antes de la feliz bajada. Algunos lo saben, los más veteranos, pero para otros es un alivio contar con un descanso cuando todavía quedan casi diez kilómetros para llegar a Astorga. Sin embargo, algo se deja ver al llegar arriba, una pequeña estructura verde que, aunque desde lejos no lo saben, les va a cambiar el Camino si allí hacen parada.

Al llegar a su altura son algunos los que pasan de largo y otros los que deciden parar, aunque todos marchan con el deseo de “buen camino” que David Vidal les ofrece. Él lleva viviendo de forma continua en este paraje abandonado y solitario seis meses, aunque su proyecto comenzó hace más de un año. Tras recorrer en dos meses y cuatro días más de 3.500 kilómetros que le llevaron desde Barcelona hasta Finisterre, desde allí a Granada y de nuevo de vuelta a su lugar de origen, algo cambió en su vida. Cada paso de aquel recorrido le alejaba poco a poco de su pasado y le acercaba a una nueva vida de la que no duda en presumir en su humilde casa, habilitada en una vieja nave agrícola a pocos kilómetros del Crucero.

Mucho tuvo que ver en ese giro de 360 grados la lectura del libro da Janet Attwood ‘Descubre el secreto’, una aventura a través de la cual David diseñó su lista de deseos y pasiones habiendo conseguido cumplir una gran parte de ellos como conocer a la citada autora, encontrar a su musa o poder compartir con gente de todo el mundo lo que la vida le ha enseñado a él, una meta que cumple desde que hace un año llegara al alto de San Justo.

El día a día de su ayuda

Con las primeras luces del día este original hospitalero sale a la puerta de la nave que ha limpiado y adecentado en los últimos meses, en la que no cuenta con electricidad, para recoger los alimentos que durante la noche deja a la puerta para que los peregrinos que pasen mientras él duerme repongan fuerzas, y saca su particular supermercado. Bajo el nombre de ‘La Casa de los Dioses’ “porque para mi cada caminante es un Dios y este es su banquete”, Vidal ofrece todo tipo de productos ecológicos como zumos de diferentes sabores, té, café, agua o leche, junto a una deliciosa cesta de fruta fresca de la que pueden disfrutar, de forma gratuita, todos los que lo deseen.

David comprende que algunos pasen de largo desconfiando “que esto sea otro más de los numerosos chiringuitos que se encuentran por el Camino”, lo que no saben es que “cuando lleguen al albergue y alguno de los que si ha parado les cuente lo que es esto, sentirán curiosidad” e incluso disgusto por creer que el alivio de este peculiar ayudante del peregrino era como los demás. Tanta es la diferencia que rechaza ver y recoger los donativos que deciden dejar para evitar sacar conclusiones “porque la mente es así”, reconoce, a la vez que explica que “lo que ellos dejan no es por lo que han comido sino por los compañeros que vendrán mañana ya que gracias a ese dinero podré comprar comida para ellos”.

Afirma que la vida en ese paraje es “difícil” porque “hay muchos momentos de soledad absoluta”, aunque no tiene pensado marcharse nunca, la razón: “crear una fundación para la protección y el cuidado del peregrino”. Ese es en definitiva el objetivo de David, un claro ejemplo de solidaridad, entusiasmo y esperanza en medio del Camino.

Enlace enviado por Valeriano