Apostol

Camino a Compostela

25 junio 2010 / Mundicamino

En este año santo he pensado hacer parte del camino primitivo hacia Santiago que, desde San Salvador de Oviedo, impulsaron aquellos personajes de la Corte de Alfonso II el Casto que querían asegurar la anexión de Galicia a la Corona asturiana mediante la puesta en marcha y consolidación de una peregrinación religiosa que se nutría de lejanos territorios; más adelante, con el avance de la Reconquista contra el Islam, el camino sería trasladado a la meseta como emblema y garantía de que los peregrinos pasaban por territorios protegidos por los diferentes reinos cristianos, después vendrían muchas leyendas y tradiciones de Santiago matamoros que están en la raíz del carácter y valores que han forjado gran parte del carácter español.

El Camino de Santiago es vía y símbolo del correr de la propia vida humana, por eso al recorrer el camino se despierta en conciencia del peregrino la vida como una marcha hacia el sepulcro del Apóstol, que en este peregrinar simboliza al mismo Dios. Por eso peregrino significa aquel que marcha lejos y se dirige a un país lejano desprendiéndose de todo lo querido, empezando por la propia patria de uno, para marchar hacia lo desconocido obedeciendo el mandato divino, por eso el peregrinar reproduce el camino hacia la tierra prometida; para el hombre del Antiguo Testamento, dado su nomadismo, la espiritualidad del camino fue algo fundamental a su propia existencia y por ello se ha dicho, con acierto, que es ahí donde fue forjada la realidad de que Dios con su promesas sucesivas suscita y alimenta la esperanza humana y abre un camino al futuro como horizonte de salvación. Hay muchos motivos para hacer el camino a Compostela, entre ellos reflexionar sobre nuestra propia vida y sabernos capaces de pedir perdón; fue el papa Calixto II quien estableció a comienzos del siglo XII la Gran Perdonanza confirmada a perpetuidad, poco después, por Alejandro III, mediante la bula Regis Aeterni, en cuya virtud quien aproveche para peregrinar hasta la tumba del Apóstol recibe el perdón por sus pecados, lo cual supuso un cambio radical en Derecho canónico, porque se admitió que ningún pecado, por grave que fuera, está exento de clemencia si se dan tres condiciones: reconocerlo, arrepentirse y hacer un penitencia eficaz y verdadera; de hecho, durante largos siglos, muchos fueron los peregrinos que marcharon a Compostela para expiar sus pecados o cumplir alguna sentencia judicial, costumbre que fue desapareciendo poco a poco. La tradición jacobea se inserta, de lleno, en la clave de las grandes peregrinaciones medievales: hacia Roma los romeros, hacia Jerusalén los palmeros y hacia Compostela los peregrinos, donde el camino se interpreta como vía de penitencia y conversión. El jubileo compostelano tiene indulgencia plenaria y otras prerrogativas canónicas y antecedió en más de un siglo al jubileo romano que, instituido en el año 1.300, solo celebra un año santo cada veinticinco. Para ganar jubileo en Compostela, además de recorrer, al menos, cien kilómetros de camino a pie o doscientos a caballo o bicicleta y acreditarlo con la documentación sellada en los lugares destinados al efecto, también es preciso cumplimentar cuatro requisitos principales: visitar la catedral de Santiago, venerar la tumba del Apóstol y orar por las intenciones del Papa; además quince días antes o después de la peregrinación el peregrino debe confesarse de pecados de obra y de intención y comulgar oyendo misa entera. De este modo el año santo se hace ocasión propicia para la Gran perdonanza y para la conversión, que los peregrinos de otro tiempo significaban entrando en la catedral por la Puerta del perdón y saliendo, una vez cumplimentados los citados requisitos, por la Puerta de la gloria. La Bula Deus Omnipotens que anunció al mundo católico, en 1884, el descubrimiento y autenticidad de las reliquias santas ocultas desde el siglo XVI, señaló el comienzo de las nuevas peregrinaciones a Compostela. Hoy día sabemos que el camino a Compostela admite a todos los peregrinos que con buena fe hacen una reflexión sobre la vida.