Apostol

Rumbo a Santiago sobre una rueda y sostenidos por manos muy solidarias

12 julio 2010 / Mundicamino

Seis peregrinos franceses que no pueden andar alcanzarán Compostela sobre estos vehículos que llaman «joellettes».

Viéndolos desde el aire, semejarían un tropel de enfermeros carretando en una especie de camilla a varios heridos. Pero no, quienes van en esos vehículos están lejos de esa estampa y, de algún modo, se van curando, dejando claro que aquel tiempo en el que las personas con algún tipo de discapacidad se quedaban encerradas y postradas ha quedado ya muy atrás. Formando parte del pasado. Los seis peregrinos que viajan en estas condiciones, sobre una rueda y sostenidos por manos solidarias, comparten todos ellos una misma situación, la de no poder caminar.

Son un ejemplo, por su parte, de superación, fuerza y optimismo, pero también por la de todos esos brazos que les están permitiendo recorrer el Camino de Santiago. Son historias con nombre y protagonistas, como Pascale, Eric, Elisa, Nicole, Nathalie, Marie Claude, Benoit y tantos otros. Una muestra clara de lo que se lucha desde algunas entidades por la plena integración de las personas. Se van turnando -generalmente unos cuatro voluntarios por cada peregrino que no puede andar-, porque aunque el vehículo lleva una rueda que le permite deslizarse sobre la calzada, el peso de la conducción y la guía recae en los brazos que van delante y detrás, sosteniendo el método de transporte. El peso que se lleva en ellos no es excesivo, pero lo dificultoso, además de recorrer los kilómetros cuesta arriba o sobre piedras, es mantener el equilibrio de este aparato que ellos llaman joellettes y que, por cierto, también tiene una bonita historia sobre su origen.

Quería que su hija corriese

«Había un hombre que trabajaba en el metal y que tenía una niña que no podía caminar. Para ella construyó este vehículo. A él le gustaba mucho correr y quería que su hija también pudiese hacerlo. Ella se llamaba Joelle», explicaba una de las 58 personas que, al igual que Muguette, Yvette, André o Pierre, viajan hacia Compostela formando parte de esta comitiva solidaria. Y, así, de Joelle, les quedó de nombre joellettes, perfeccionadas después por otras personas.

Al joven Benoit, de 21 años, pese a no poder caminar esto le está permitiendo «conocer el mundo», ver el paisaje y tomar contacto con la «noción de equipo», dado que son casi siempre las mismas personas las que guían la silla en la que él va sentado. No son familiares entre sí, pero, pese a ello, se sienten como tales y definen lo que están viviendo como algo «muy maravilloso y bonito».

«Somos de diferentes regiones de Francia, los hay de París, pero también de otros muchos departamentos». Les sirve, por tanto, para conocerse. Dentro del grupo hay personas que han hecho casi todas las etapas, aunque generalmente se van turnando. Porque no todos pueden continuar y, por otra parte, para que no sean solo unos pocos los que puedan vivir esta aventura.

Compostelle 2000

Todos ellos forman parte de una asociación con sede en París, Compostelle 2000, y la mayoría de los propietarios de estas manos solidarias rondan los 60 años. «Casi todos hemos hecho también el Camino individualmente antes de hacerlo ayudando a quienes no pueden andar». Hace seis años que iniciaron la ruta hacia Compostela que están recorriendo ahora y que aún no han terminado. Partieron de Vézelay (Borgoña, Francia) y cada año recorren en 15 días unos 300 kilómetros (25 por jornada). De momento, con la del 2010 llevan ya 6 etapas (tres en Francia, otra hasta Burgos, la siguiente hasta León y la actual hasta Santiago). En O Cebreiro, manifestaban su intención de culminar en este año jacobeo su llegada al santo sepulcro, sobre el 18 o el 19 de julio. «Será todavía más especial, por ser año santo».

No obstante, ya saben lo grande que es permitirles la entrada en la plaza del Obradoiro a estas personas sin posibilidad de andar. El primer Camino lo hicieron desde Le-Puy-en-Velay, el actual es el segundo y, para el año, «seguramente se iniciará otro». Viajan con su propia comida y con sus tiendas, para tener mayores facilidades y para «poder ser autónomos».