Apostol

El sueño de ser peregrino

19 julio 2010 / Mundicamino

20 menores han recorrido más de 80 kilómetros de Santiago a Finisterre.

La mayoría de los menores ha vivido duras experiencias personales

‘Me llevo todo el tiempo para relexionar, para aprender a pedir perdón’

Francisco (nombre ficticio) es el culpable. La cabezonería de este chico de 14 años ha llevado a 20 menores con problemas de adaptación psico-social a emprender el camino de Santiago. Un viaje que nunca olvidarán por todas las experiencias que han compartido. Actividades de muy diversa índole, juegos por grupos, actividades simbólicas propuestas por las psicólogas como la quema de papeles que llevan escritas las cosas que quieren dejar atrás, hasta chistes que pronto se convierten en insignia del viaje «es mi chiste no tu chiste y hago con mi chiste lo que me da la gana».

El promotor de la idea, uno de los residentes más pequeños del centro de Adaptación Psicosocial de ‘Picón del Jarama’, propuso a su antiguo coordinador Miguel la posibilidad de realizar el peregrinaje a Santiago. Miguel no se lo pensó dos veces, «vi la experiencia positiva y viable».

Miguel, actual director de la residencia especializada en menores ‘El Cigarral’, en su traslado llevó la idea de Francisco con él. De esta manera ambas residencias, gestionadas por la Fundación O ‘Belén en estrecha colaboración con la Comunidad de Madrid y la Junta de Comunidades de Castilla- La Mancha respectivamente, aunaron esfuerzos e ilusión y se pusieron en marcha para convertir el sueño de Francisco en realidad.

Ante ellos 80 kilómetros de recorrido de Santiago de Compostela a Finisterre. Kilómetros de convivencia y aprendizaje, un camino dividido en cuatro etapas que realizaron todos juntos. En total, 20 menores de entre 12 y 17 años han realizado un viaje que les dejará una huella marcada para toda la vida. Los chicos estuvieron acompañados durante todo el camino por 20 profesionales, entre ellos, psicólogos, educadores, trabajadores sociales, coordinadores y directores. Cargos que se olvidaron durante el camino, «tuvimos un trato directo con los chicos, incluso compartíamos quehaceres, éramos un grupo», puntualiza Amaranta, trabajadora social.

Un esfuerzo con recompensa

«Para los chicos la experiencia ha sido muy importante, ellos preferían quedarse en el centro los fines de semana para preparar el camino en vez de salir», señala Ángel, subdirector de ‘Picón del Jarama’, uno de los pocos que no se ha unido a la expedición. Pero ese esfuerzo de meses atrás se ha visto recompensado con lo que han vivido.

Partidos de fútbol en la playa tras agotadoras jornadas de camino, un baño en la piscina, juegos en grupo basados en reconocer elementos culturales de Galicia o entrevistar a peregrinos, el partido de cuartos de la selección y como remate final una cena con brindis incluido. «Uno de los chavales soltó un discurso de agradecimiento a todos nosotros», comenta Miguel. «Los menores ejercieron de educadores, el grupo que más dificultades tenía fue el que más se vio reforzado», afirma Carlos, coordinador de Picón.

Y es que el día a día dentro de estas residencias no es tarea fácil y salir de la rutina ayuda. La mayoría de los menores ha vivido duras experiencias personales o familiares antes de llegar al centro. «Como consecuencia de ello son jóvenes que presentan intolerancia a la frustración, baja autoestima, dificultades de control de los impulsos, déficit de habilidades sociales» afirma Eugenia, psicóloga de Picón. Además, son chicos que tienen alto grado de absentismo escolar, agresividad y problemas en casa y en la calle. «La idea era que no fuera sólo un camino externo sino que contara también con el aspecto terapéutico e individual», puntualiza.

Es decir, lo que pretendían con esta actividad era contribuir a reforzar el desarrollo integral del menor, mejorando su comportamiento psico-socio-educativo y facilitar la adaptación social y laboral. En definitiva, una oportunidad para combatir y trabajar estas características en un entorno diferente sin la estructura que implica una residencia, pese a ser centros abiertos donde los chicos entran y salen para ir a clases, ver a sus familiares o realizar actividades de ocio.

Objetivos conseguidos

Tanto los chicos como los profesionales han aprovechado esta oportunidad. «Para nosotros ha sido una experiencia de intercambio a nivel profesional entre centros y de convivencia con los chicos», dice Miguel. En definitiva, una actividad de ocio normalizado para los chicos que buscaba fortalecer la confianza de los menores, la motivación, la atención, la habilidad de manejar el compromiso, la resistencia física y la capacidad de superación.

Y a juzgar por la opinión de los menores, parece que lo han conseguido. Tanto Esther, como Javi y Marco (todos son nombres ficticios para proteger su intimidad) sacan un resultado positivo de este viaje. «Me llevo todo el apoyo que he recibido, estar con los educadores, con los compañeros, conocer gente fuera de aquí, todas las reflexiones para solucionar problemas, aprender a pedir perdón», explica Esther de 17 años. «Nos hemos ayudado de mil formas, me gustaba ver cómo nuestros compañeros se superaban». El camino le ha hecho salir con expectativas, ahora está centrada en hacer Bachillerato para poder estudiar Trabajo Social o Psicología.

«Estamos acostumbrados a vivir aquí, dentro de la residencia. Convivir y conocernos un poco más es lo que me llevo de esta experiencia que nunca voy a olvidar», explica Javi, que está muy orgulloso de haber acabado 4 de la ESO. La peregrinación a Santiago le ha hecho enamorarse de Galicia, sus playas, sus paisajes, «me pasé todo el viaje hablando en gallego», recuerda.

Marco, el más tímido de los tres, es uno de los residentes de ‘El Cigarral’, del camino destaca los partidos de fútbol, conocer a los chicos de Picón . Con 17 años está preparando el acceso al grado medio para poder estudiar mecánica. Pero sin duda lo mejor de esta aventura ha sido el gran cambio que vivió, «iba sin ganas y he vuelto con amigos», sentencia.