Apostol

Camino infernal

21 julio 2010 / Mundicamino

Las rutas de Santiago por Gipuzkoa se convirtieron en el siglo XVII en un foco de problemas para la Diputación y los ayuntamientos debido a la peste y los numerosos salteadores.

La tremenda crisis económica que asoló gran parte de Europa durante el siglo XVII debido a la peste, las guerras y unas malas cosechas motivadas por unas condiciones atmosféricas adversas también tuvo consecuencias en el Camino de Santiago a su paso por el territorio guipuzcoano.

Eran tiempos de penurias salvo para un puñado de cortesanos, nobles, eclesiásticos, quienes gozaban de privilegios y acceso a los mejores alimentos.

La pobreza en esa época alcanzaba a más personas, algunas de las cuales, carentes de oficio y beneficio, se dedicaban a obtener tanto objetos como dinero pertenecientes al prójimo.

Para algunos de ellos, el Camino de Santiago a su paso por tierras guipuzcoanas constituía un apetitoso objetivo, dado que por esa vía transitaban caminantes llegados del extranjero.

Como pone de relieve el historiador Aitor Puche en su libro Irún, en los caminos a Santiago. Entre Gipuzkoa y Lapurdi, «paralelamente al desarrollo de las infraestructuras viarias y los servicios destinados a los viajeros y peregrinos» en el territorio histórico, «se constata un aumento de los asaltos a los viajeros», fundamentalmente en la zona de la comarca del Bidasoa y en el túnel de San Adrián.

De hecho, según recoge Puche a partir de textos de la época, en la localidad irundarra se toma una resolución municipal en 1680, por la que «los concejales acuerdan vigilar los caminos a turnos, escoltados por varios hombres armados, dado que los pasajeros se quejan de que los caminos reales de Andrearriaga hasta cerca de Irun y Gainchurizqueta y otros, no puede andar la gente por el riesgo de ladrones, quienes han maltratado a muchos, además de quitarles lo que llevaban».

Peste

Ropas y mercancías

El negativo protagonismo de la ruta jacobea se extendió a la peste, pues las autoridades consideraban que los principales propagadores de esa enfermedad eran los peregrinos, lo que condujo a la Diputación de Gipuzkoa a tomar medidas en 1609, ante la «expansión de un brote epidémico procedente de Burdeos y Nantes».

El órgano foral expresó en uno de los documentos relativos a la ruta jacobea guipuzcoana que el «verdadero peligro está en la entrada de ropas y mercancías en que puede haber daño más oculto», y agregaba que «no hay que fiar de los peregrinos que pasan para Santiago porque andan todo y tómanse testimonios de donde bien les parece».

Con esas premisas la Diputación decretó que no se dejase pasar a los caminantes jacobeos mientras no «se erradicase la peste por los pueblos de esta provincia y lo mismo sea hecho con ellos en los de Navarra».

Precisamente, el siglo XVII supuso el ocaso de la ruta jacobea a través del túnel de San Adrián, que une Gipuzkoa con Álava, a consecuencia del deterioro de esta vía que dejó de ser el principal paso de mercancías, lana en particular, entre Vitoria y la costa guipuzcoana. Burgos tomó el relevo, lo que potenció al territorio vizcaino como salida de sus productos para exportar.

Todo ello afecto a la ruta santiaguera del interior guipuzcoano, cuya recuperación no se logró hasta siglos más tarde.