Apostol

Kenney vive en el Camino desde hace casi diez años

19 julio 2010 / Mundicamino

Cuando volvió del Camino a Canadá, allá por 2001, empezó a contar historias, embobada, con la experiencia que le cambió la vida.

Relató una y mil veces todo lo que había visto desde Saint Jean Pied de Port hasta Santiago. La escuchaban amigos, familiares, grupos de lectura femeninos, clubes en librerías, en grupos de trabajo, en plazas públicas. La gente se enganchó a las historias de Kenney. «¿Por qué razón no escribes un libro?», le preguntaban. «No soy escritora», contestaba ella.

Poco antes, Kenney venía de trabajar en el sector de las telecomunicaciones. Pero hubo de dejar su puesto por reestructuración de la empresa. Cinco semanas después, en el invierno de 2001, llegaba por vez primera a Compostela.

Decidió recorrer lo cientos de kilómetros desde Saint Jean Pied de Port, sola y sin conocer apenas algún detalle sobre el Camino. De hecho, Kenney únicamente había visto en la televisión canadiense algo sobre los tours de senderismo en España.

La escritora tiene tres hijas adolescentes. Su vida en Toronto era de lo más ajetreado. Ocupada todo el día con su trabajo, apenas se dedicaba tiempo libre a sí misma. Únicamente a una de sus aficiones: el piragüismo. Increíble pero cierto: Sue Kenney ganaba la medalla de oro mundial de la modalidad acuática de la Rowing Championships. De regreso a casa, sus más allegados seguían insistiendo sobre la publicación del libro. Kenney cedió en parte y grabó en un estudio un CD con relatos sobre el Camino. Le puso por título Stone by Stone, -Piedra a Piedra- y en unos meses consiguió vender más de mil ejemplares. «¿Qué pasaba por tu mente cuando caminabas?», le preguntaban sus oyentes: «Al principio sólo pensaba en casa, en mis hijas, en lo que me gustaba y lo que no, en lo que echaba de menos», comenta Kenney. «Al quinto día empecé a pensar que quizás en el Camino descubriría mi don; un don que, de encontrarlo, tendría que ofrecer al mundo».

¿Cuál fue? Su voz. La Ruta Jacobea le abrió los ojos sintiéndose entonces obligada a devolver el regalo escribiendo por fin, su célebre libro, My Camino.

Se olvidó de Toronto, del estrés de las grandes compañías y de una vida rápida pero vacía: vacía y a la vez llena de vestidos a la moda, una enorme casa y fantásticos coches. Kenney descubrió cuán harta estaba de correr y decidió caminar. Por eso Santiago dio un vuelco de 180 grados a su vida. Y tanto…

No conforme con su peregrinación desde Saint Jean Pied de Port, Kenney realizó en ocasiones sucesivas el trayecto desde Ponferrada; de Compostela a A Coruña y Ferrol y de nuevo a Santiago; por el Camino portugués vino desde Valença y desde la ciudad del Apóstol llegó a Finisterre. Ahora realiza el Camino a la inversa: de Santiago a Saint Jean para poner en práctica un experimento: en el camino de vuelta deshace sus pasos, pero lo increíble ya no es caminar sobre sus pisadas, sino ver las caras de los peregrinos que vienen orientados a Santiago.

«Antes veía sus mochilas; ahora veo sus caras y expresiones; de cansancio, de alegría, de fe, esperanza e incluso de pena». «Repito una y otra vez el Camino -prosigue-, para superarme: enfrentar la verdad sobre mí misma y devolver un regalo que me ha dado la Ruta», a lo que añade que no vende el Camino sino que explica a su gente «que la experiencia es, ni más ni menos, una metáfora de la vida: nuestro viaje por la vida».

Estos días organiza en Casa Felisa grupos de trabajo en los que los peregrinos comparten vivencias.

Las próximas sesiones serán los días 22, 23, 24 y 26. De momento Kenney dirige un club virtual para caminantes llamado Suseya. Pero promete abrir en el futuro una sede en Santiago para el grupo oficial de peregrinos que necesiten escapar, como si de un tratamiento de choque se tratara, del síndrome del Camino Blues…