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Carmen Pugliese: El Camino es tan polifacético que hay miles de posibilidades interesantes

08 agosto 2010 / Mundicamino

Acostumbrada a romper moldes, esta locuaz historiadora italiana llegó a España hace veinte años al socaire de la ruta jacobea. Nunca más regresó a su país

Sus ventanas dan al Camino de Santiago desde que llegó a España, hace dos décadas, absolutamente neófita sobre lo que luego sería su gran pasión. Con 40 años, sin conocimientos de castellano –“pensaba que toda España hablaba inglés”- y con 15 kilos a la espalda,–“me salieron ampollas en la espalda, no en los pies”-, partió de Roncesvalles a Santiago, y prolongó el regreso a Italia durante un mes. Hasta que decidió romper con su carrera docente en Milán y quedarse a la vera del Camino. Divertida y vital, Carmen Pugliese presume de ser pionera por duplicado: fue la primera persona extranjera que abrió un albergue de peregrinos en nuestro país, y dirige la primera revista sobre la ruta jacobea que puede comprarse en los quioscos.

¿Supongo que tuvo que dar muchas explicaciones cuando decidió hacer sola el Camino de Santiago?

Muchas. En 1990, casi nadie conocía el Camino. En Italia, decía que me iba a Santiago, y preguntaban que si a Chile, y tenía que contar que me iba de peregrinación. Cuando decía que iba andando, que eran 400 kilómetros, y desde los Pirineos, todo el mundo me quería encerrar. Cada día era una aventura, porque flechas amarillas había, pero muy pocas, y albergues creo que habría diez o doce en todo el Camino. Y fue tan estupendo que luego no quería volver a Italia.

¿Qué la retuvo?

No estaba preparada para seguir en Italia y me cogí un año sabático. Regresé con la idea de investigar el siglo XX. Estuve en Madrid y en Burgos mirando en las hemerotecas todo lo que encontraba. Y me fui a Santiago, donde tuve un golpe de suerte de los gordos, porque en el archivo histórico encontré unos registros inéditos, que eran la lista de los que habían peregrinado a Santiago a lo largo del siglo XIX, con nombre y apellidos, dirección, etc. Vamos, ¡un milagro del Santo! Y con este valiosísimo material abandoné la idea del siglo XX. Pasó el año sabático, me llamaron de Italia para que volviera a trabajar y me despedí. Me quedé en Santiago, donde seguí investigando, escribiendo un libro con mis investigaciones y aprendiendo castellano. En vacaciones me iba de hospitalera y me apunté a la Asociación Gallega de Amigos del Camino, hasta que la Xunta de Galicia publicó mi libro.

¿Y por qué abrir un albergue?

Era el año 96, y después del Jacobeo del 93, la gente iba enterándose de qué iba esto del Camino. Pero albergues privados había un par de ellos y eran de personas que habían vivido en esos pueblos. Volví a recorrer el Camino y encontré Torres del Río (Navarra) donde no había albergue, ni bar, ni teléfono público, ni restaurante, ni cobertura de móvil. Me asocié con otro peregrino y nos pusimos en esta aventura de ir vivir a un pueblo de menos de 200 habitantes, de restaurar dos edificios y abrir un albergue, un bar, un restaurante, un centro cultural, etc. Ha sido una de las experiencias más duras de mi vida.

¿Recibió mucha hostilidad, no?

Digamos que fue una lucha de nueve años con el Ayuntamiento. El alcalde que estaba era un personaje bastante asilvestrado, digamos, y me quería multar, me enviaba cartas… no me dio la licencia de obras los dos primeros años, sufrimos episodios de violencia de baja intensidad, que te rompen el buzón, que te tiran piedras, pintadas, etc. Y cuando pasaba todo eso, hacía una fotografía y avisaba a los periódicos. Y todo ello con sentencias a nuestro favor. Aguanté unos años, y luego cansada de poner la mejilla, pasé a la acción.

¿Cómo pasó a la acción?

Pedí en el Ayuntamiento las entradas, salidas y actas de todos los Plenos desde el día que eligieron a la Corporación y me puse como si fueran unos documentos del siglo XVIII, con la misma distancia, ¡hasta me estudié las leyes forales de Navarra! Redacté un informe de 80 páginas y lo titulé ‘Actuaciones ilegales del alcalde’ y lo envié a media Europa, incluido Romano Prodi. Y lo puse en internet.

¿Contó con el apoyo de los círculos jacobeos?

Sí, claro, en el ámbito del Camino yo seguía colaborando con revistas, escribiendo libros o partes de libros, y tenía mucho contacto. El albergue funcionaba y también el bar. La gente venía a vernos, nos apoyaba, aunque intentaban boicotearnos. Al final, me presenté a las elecciones por legítima defensa. La campaña me costó 90 euros. Me eligieron concejala y aquel alcalde no volvió a salir reelegido. Me situé en la oposición, y eso fue poner el punto final a una serie de luchas inútiles e inmotivadas. Había creado cuatro puestos de trabajo, además del mío y del de mi socio, ¡ni el banco tenía tantos! Luego abrieron otro albergue y una pequeña casa rural, y a mí esto me parecía muy positivo.

¿Cómo llegó a Burgos?

Cuando el albergue, el bar, y el restaurante funcionaban, y ya no había peleas, decidí marcharme. Me daba igual dónde, lo importante era asomarse al Camino. Yo disfruté mientras creé, fue muy estimulante. Pero no quiero ir en automático. Un año lo alquilé, pero prefiero venderlo. Vivo en Burgos desde 2006, porque es una ciudad del Camino y porque me gusta, pese al clima. Y se me ocurrió fundar una revista sobre el Camino porque no había ninguna en los quioscos. Hay revistas que son boletines de las asociaciones y los distribuyen a sus socios, pero en el quiosco no había nada.

¿Y después de la revista, qué?

El Camino es tan polifacético… Hay miles de posibilidades interesantes. Yo creo que me he enamorado del Camino, porque veinte años en España dejando un trabajo bueno, una casa en el centro de Milán, una familia…, y muchos me preguntan que si me he casado con un español y yo digo que no, que me he casado con el Camino de Santiago. Yo me encuentro a unos peregrinos aquí en Burgos y los saludo y los pregunto que si necesitan algo. A mí me sigue estimulando, el día que me levante una mañana y el Camino no me diga nada, pues apaga y vámonos.

¿Qué hace diferente a la revista ‘Peregrina’?

Creo que lo que tiene de positivo es este equipo. Que toda la redacción ha sido peregrino u hospitalero en albergues, y todos somos investigadores. Hay quien enseña arte, quien historia, y juntando todo esto consigues darle al artículo un corte que un experto en arte buenísimo, pero que no ha hecho el camino, no hace. Es una revista divulgativa y no es fácil, porque todos estábamos acostumbrados a escribir información científica. Hay que cambiar el chip. Dentro de unos años será como una revista de historia. Yo quiero ser la primera, es una cosa que tengo, pero la única no, ya saldrán otras revistas.

¿Queda algo por investigar en el Camino?

Falta muchísimo. Algo que siempre nos llena de alegría es encontrar un diario nuevo, no importa de qué siglo, porque te cuenta lo que hacía, dónde iba, y te da una descripción de una persona que tenía que comer, trasladarse y buscarse la vida. Uno de los siglos menos conocidos es el siglo XIX. Yo publiqué esa investigación y luego hay una tesis doctoral que toca mucho este siglo, pero es uno de los menos estudiados. TAmbién el siglo XX, porque en la primera mitad casi no había peregrinaciones, en España hubo una Guerra Civil, y se paralizaron las peregrinaciones y las investigaciones. Algo empezó en los años 45 y 50. Estoy convencida de que se puede encontrar mucho más material de lo que conocemos.

¿Le gustan los ‘jacobeos’?

No me gustan. Un día estaba entrevistando a Fraga, que es el responsable de los ‘Xacobeos’, me dijo: “para mí tendrían que ser Año Santo todos los años” y le dije, “pues para mí nunca, o cada cien”. Yo creo que va a reventar el Camino, en el sentido positivo. Cuando yo vine en el año 90, las estadísticas daban 1.700 peregrinos en todo el año. Y en los ‘xacobeos’ hay días en agosto que en Compostela llegaban 1.500 en un día. Positivo, la infraestructura ha mejorado muchísimo, hay información, hay bares, los estudios e investigaciones han aumentado, pero desde mi punto de vista lo negativo es la excesiva masificación y la instrumentalización del Camino.

¿Por ejemplo?

En el Camino hay implicaciones políticas y económicas, en diferentes niveles. Por ejemplo, las asociaciones. Hasta 1985 solo estaba la de Estella. Y de golpe, surgen todas entre 1986 y 1987. En ese momento sí hacían falta, y los cuatro gatos que estaban hacían mucha falta. Pero ahora hay asociaciones en cada pueblo, y una vez que han pintado el Camino, que tienen su boletín, su abergue, que han hecho sus viajes… ¿qué están aportando? Están como estancadas. La pregunta es si sirven.

En los últimos diez años, también se ha producido el reconocimiento de otras rutas.

Antes era Roncesvalles, Santiago y como mucho Finisterre. Ahora muchos peregrinos que han hecho una o dos veces el Camino Francés, ya no lo quieren ni pisar, y se van a otros caminos, donde nacen albergues, pintan flechas…

¿Las instituciones hacen competencia desleal a la iniciativa privada en cuanto a los albergues?

Sí y me parece muy mal. Por ejemplo, la Iglesia. En Roncesvalles te cobran siete euros, en literas de tres personas y nunca, nunca hay agua caliente. Siempre está lleno y se quejan. En cuanto a las asociaciones, en Burgos, sin ir más lejos. Gestionan un albergue de más de cien camas en el que cobran tres euros por dormir y luego pagas más si quieres la secadora o internet. Calcula una media de cien peregrinos al día por 30 días, no está lleno todo el año, pero también venden cosas… y todo eso con una infraestructura que no han pagado ellas, con personal que no pagan ellas. ¿Dónde va ese dinero? Oficialmente es altruismo, pero hace falta muchísimo morro para venderlo como altruismo. En Logroño, una asociación como la de Burgos, gestionaba un albergue del Ayuntamiento y declaraban en pasivo, y el Ayuntamiento se lo ha quitado. Y me parece bien, porque si yo soy un empresario que tengo un hotelito de una estrella y he tenido que pagar obra, permisos, impuestos, me he dado de alta en el IAE , y con alguien contratado. Y mañana se me rompe la caldera, la pago yo. Y declaro. Y al lado tengo un albergue que he contribuido a crear con mis impuestos pero que no tributa por el dinero que recauda… pues me molesta.