Apostol

Un Camino de Santiago especial

18 agosto 2010 / Mundicamino

Llevo varios años yendo a Santiago de Compostela a echar una mano oyendo confesiones. Nunca he hecho la peregrinación a pie, pero una estancia de unos dieciocho días confesando en la catedral es indudablemente un magnífico observatorio de lo que es y representa el Camino de Santiago.

Es indiscutible que no es lo mismo llegar a Santiago en un medio de transporte más o menos cómodo que hacerlo a pie o en bici, que son los auténticos peregrinos. La dureza del camino, aunque tiene el inconveniente de poner los nervios a flor de piel, nos saca de nuestra comodidad ordinaria y consigue que haya entre ellos más solidaridad que en la inmensa mayoría de los grupos. Pero el camino tiene la gran ventaja de que proporciona a los peregrinos una cosa que en nuestra sociedad actual no hay habitualmente: tiempo. Peregrinar supone, desde el mínimo de cinco días hasta los treinta días que cuesta más o menos desde Roncesvalles, un romper con los modos habituales de vida. Los peregrinos, aunque abundan más los jóvenes, pueden ser de todas las edades. El año pasado encontré a un italiano que lo había hecho desde Roncesvalles a pie con ochenta años. En esos días hay tiempo para todo, para charlar, para hacer amistades interesantes, pero sobre todo hay tiempo para estar a solas consigo mismo y reflexionar. Para mí eso solo ya justifica el camino: tener tiempo para encontrarte contigo mismo, examinar tu vida y hacerte una serie de propósitos para mejorarla.

Pero es que además en ese tiempo de reflexión no es difícil que entre Dios. Recuerdo que una peregrina me dijo un día: «vengo muy desilusionada del escaso espíritu religioso que he visto en los peregrinos». Le respondí: de acuerdo con Vd., pero aquí estoy constantemente oyendo gente que hace más de treinta años o desde su primera comunión no habían vuelto a confesarse. Recuerdo que un sacerdote de nuestra diócesis me comentó: «es increíble, es un milagro, aquí está el Espíritu Santo». El camino, en bastantes casos, supone una experiencia religiosa fuerte en la que muchos redescubren, tal vez tras un abandono de bastantes años, el valor de la oración. Incluso me he encontrado con bastante gente que, aun sabiendo que no puedes darle la absolución por el simple motivo de que ni siquiera están bautizados y pueden ser incluso hasta hinduistas, te vienen porque han tenido una fuerte experiencia religiosa y ven en ti al hombre de Dios.

Está claro que en Santiago te encuentras tipos humanos de lo más diverso. Pero la inmensa mayoría de las personas que tienes enfrente, son gente a la que la gracia de Dios ha tocado. La reflexión, la introspección, el profundizar en ti mismo son cosas buenas incluso desde un punto de vista simplemente natural, con lo que démonos cuenta lo que puede suponer si además está actuando la gracia de Dios. Es indudable que en el mundo actual hay muchos motivos de pesimismo y que en muchos casos los valores humanos y cristianos están en claro retroceso. Pero Santiago es uno de los lugares en que ves claramente que Dios no se olvida de nosotros y sigue estando presente en medio de nosotros. Y como sacerdote, la muchedumbre de penitentes, allí sí que se puede hablar de muchedumbre de penitentes, te hace darte cuenta de la enorme importancia que tiene el sacramento de la penitencia para una vida cristiana. Se dice que es un sacramento que está en crisis porque ni los fieles se confiesan, ni nosotros nos sentamos en el confesionario para oírles. Es un círculo vicioso que nos corresponde romper a los sacerdotes apreciando y sentándonos a confesar para así iniciar la recuperación de los valores cristianos.