Apostol

Guardianes del Camino

07 septiembre 2010 / Mundicamino

Un dispositivo especial de la Guardia Civil vigila la Ruta Jacobea con el refuerzo, por primera vez y con motivo del Año Santo, de un Escuadrón de Caballería.

Se hace camino al andar, siempre sobre seguro. La Ruta Jacobea es Patrimonio de la Humanidad y está repleta de riquezas históricas y monumentales, pero su bien más preciado son los peregrinos y para velar por ellos la Guardia Civil pone en marcha todos los años un servicio de protección al caminante y a los bienes que se encuentran a su paso.

En este Año Santo Compostelano, en el que el Camino de Santiago está más de moda que nunca, la Benemérita refuerza su vigilancia habitual sumando a los 5 puestos de las distintas localidades situadas a lo largo de la ruta los vehículos y efectivos del Servicio de Protección a la Naturaleza (Seprona), un helicóptero con base en Logroño, la Policía Judicial cuando se les requiere, las inspecciones puntuales de los TEDAX especializados en explosivos y, por primera vez, la ayuda del Escuadrón de Caballería con base en Valdemoro (Madrid), que con sus agentes montados a caballo conforma una estampa vistosa y a la vez efectiva para garantizar una mayor presencia a lo largo de los 800 kilómetros de la ‘Calle Mayor de Europa’.

Hasta el comienzo del verano la estadística oficial que maneja la Subdelegación del Gobierno revelaba que el dispositivo especial de seguridad en el Camino había prestado 378 auxilios, atendido a más de 700 personas y registrado la presentación de 758 denuncias, la inmensa mayoría de ellas por cuestiones menores que no suelen pasar de pequeños hurtos, pérdida de documentación o de objetos.

Para conocer mejor la labor y vivir una mañana en el Camino, Diario de Burgos acompañó a los agentes a lo largo de más de 35 kilómetros entre Hornillos del Camino y el límite con la provincia de Palencia, en el puente Fitero. El alférez Fernández es quien nos sirve de guía, nos presenta al resto de los componentes del dispositivo especial y nos subraya que, por encima de todo, se busca «la proximidad al peregrino, la ayuda, su información».

Estos agentes han visto de todo: príncipes europeos acompañados de su comitiva, franceses en burro, una coreana perdida bajo la ventisca e incluso una atleta nórdica empujando un carrito con dos bebés a bordo en pleno invierno. «Hay algunos que van solos y se aburren así que cuando nos ven tienen ganas de hablar y se explayan», bromea el alférez. En realidad así es como hay que hacer el Camino, para despejar la mente.

A los 10 minutos de salir de Hornillos a bordo de un vehículo todoterreno nos topamos con dos peregrinos que vienen desde Estepona. «Te sientes más seguro», subrayan, «además que son de mucha ayuda para guiarte o aconsejarte dónde ir o dónde parar». Ellos empezaron el camino en Francia, y los primeros agentes que ven son los de la provincia burgalesa. «Bueno, ¿nos vamos que se nos enfrían las piernas?», se despiden.

En lo que va de ejercicio, el Camino se ha cobrado la vida de tres peregrinos, todos ellos personas mayores víctimas de sobreesfuerzos. También para eso están allí los miembros del Seprona, para evitar las consecuencias de las ganas precipitadas de llegar al albergue. Los desenlaces trágicos no son habituales, por fortuna, pero sí las lesiones.

Un poco más allá, atravesando el duro páramo de Hontanas, nos cruzamos con un joven de acento alemán que tiene ambas rodillas vendadas y avanza ayudándose de un bastón. El alférez Fernández le pregunta en inglés y consigue averiguar que se hizo daño tras largas jornadas y tuvo que estar varios días ‘de baja’. Ahora camina despacio pero seguro. La mayoría de las lesiones que tienen los peregrinos son tendinitis provocadas por la escasa preparación física previa.

En pleno Año Santo, se ha notado un aumento gradual de extranjeros e incluso grupos de escolares. Estos grupos se ponen muchas veces en contacto con el Seprona para que estén más pendientes de ellos y les guíen, pues al fin y al cabo son niños.

Hace unas semanas veíamos a miembros de Aspanias y voluntarios de la Caixa acompañando a personas con discapacidad intelectual, mientras hacían una etapa de la ruta. Esta vez nos topamos con Apdema, la Asociación a favor de Personas con Discapacidad Intelectual de Álava. Son 15 y este año es el cuarto que se echan las mochilas al hombro. Cada verano hacen un tramo del camino, unos andando y los que no pueden en coche.

«Ayer les dio un golpe de calor a dos chicos», explica una de las monitoras, «pero en general aguantan muy bien». Son unos valientes. Un percance así es muy normal en los días de altas temperaturas, y en ese caso la labor del Seprona es atención y apoyo a esos golpes de calor, esguinces o a los peregrinos que viajan sin agua, desconocedores del paisaje al que se enfrentan entre Burgos y León.

Todoterrenos, motos y caballos, en el Seprona se atreven con todo. A lomos de los animales de cuatro patas se cubren tramos más cortos, pero es una forma de aproximarse más al peregrino. Y es que, ¿quién se va a resistir a semejantes corceles? Los caballos tienen un sexto sentido, sienten que algo ocurre y se comportan de forma distinta con los niños o las personas lesionadas. «Cuando hay algún problema con un peregrino sabemos que ellos van a responder», nos explican el Cabo Velasco y su compañera la agente Nieves.

El Escuadrón de Caballería se desplaza habitualmente por toda España pero sobre todo en verano. No por la climatología, sino porque coincide la época estival con la celebración de la mayor parte de eventos o ferias que requieren de su presencia. «Venimos del Rocío a esto y es un gran cambio», bromea un jinete, «allí es más fiesta, se castigan pero sobre todo el hígado, aquí se lo toman muy en serio y sufren más».

Incautos ‘turigrinos’

En los últimos tiempos, empujado por la fama creciente del Jacobeo, ha triunfado el fenómeno ‘turigrino’, turistas disfrazados de peregrinos que se echan a los caminos sin saber lo que tienen entre las manos. «Suelen ser más españoles que extranjeros», aclara el sargento Víctor Manuel, responsable del puesto de Castrojeriz, que por estar enclavado en un punto estratégico de la ruta tiene una dilatada experiencia en los problemas específicos de su trazado.

Los turistas se sobrecargan, no aguantan los tramos, no llevan agua… son errores que ningún peregrino debe cometer. El sargento habla de los extranjeros con especial cariño porque «son muy simpáticos y se paran a hablar contigo». Quizás llegan con otra disposición, con menos prisas que los españoles y más espíritu auténtico. Abundan sobre todo coreanos, alemanes, italianos y franceses.

Entre todas las anécdotas acumuladas con los años, hay una que Víctor Manuel guarda con mucho respeto. El año pasado, al bajar la cuesta de Mostelares, falleció un malagueño cofrade de María Santísima de la Esperanza. En enero, pleno invierno, sus hermanos de la cofradía vinieron a colocar un monumento en su nombre. «Se veía que era un hombre muy querido por todos», puntualiza el sargento, «y decidieron demostrarlo de esta manera». Detalles así hacen grande al Camino