Apostol

Sobre patines con rumbo a Compostela

10 septiembre 2010 / Mundicamino

Los burgaleses Rafael Santillán y Marián del Val recorren el Camino sobre ruedas.

Por probar… que no quede. Por probar cómo se siente el Camino de Santiago yendo sobre patines y por probarse a uno mismo, «que al fin y al cabo es de lo que se trata». No es tan raro como pueda parecer y, no obstante, no deja de sorprender ver pasar al lado a algo (en este caso, a alguien) que va «más rápido que las personas y más lento que las bicicletas». No son seres extraños ni tampoco superhumanos por tal motivo; son solo dos amigos que van sobre ruedas. Cuatro debajo de cada pie, concretamente. Y en línea.

Rafael Santillán y Marián del Val salieron de Burgos, donde residen, el pasado 1 de septiembre. El lunes por la tarde recalaron en O Cebreiro y, ayer, poco después de las ocho y media de la mañana, se calzaron de nuevo para continuar. Rumbo a Santiago, pero con la siguiente parada algo incierta, pues salieron desafiando a la lluvia que se avecinaba y también a la niebla, dos grandes condicionantes para su buen avance. «Hay que tener mucho cuidado con eso, sobre todo porque se resbalan las ruedas», constataban ambos.

Ella, solo un año de práctica

Los dos pertenecen a la asociación burgalesa Pato Patín. Rafael tiene ya varios años de práctica en esto del patinaje -y cuatro Caminos hechos a pie-, pero Marián lleva solo uno sobre ruedas y, pese a ello, afirma que, por el momento, «va todo bien, fenomenal». Ha habido caídas, pero no tan duras como para no continuar. Han de esquivar los coches con frecuencia -y hay tramos en los que eso resulta muy dificultoso-, pero disponen de precauciones para moverse (llevan algo así como un coche escolta) y también en lo físico: la protección de muñecas, codos, rodillas y, por supuesto, de la cabeza, es fundamental.

Se mueven a una velocidad media de entre 15 y 18 kilómetros por hora y recorren unos 60 o 70 al día, dependiendo de la meteorología y del estado físico. No excesivamente cansados recién llegados a O Cebreiro, confirmaban que, si bien las cuestas arriba son complicadas (ascender siempre cuesta, vaya uno a pie o en bicicleta), los descensos pueden ser todavía peor. Y es que no llevan ningún sistema de frenado más que el del propio patín (Marián repuso sus frenos ayer antes de salir) ni tampoco otro sistema de apoyo. Ni bastones ni formas de impulso externas. Solo sus fuerzas. «Son patines en línea, normales, como los que puede tener cualquier persona». Su previsión es llegar a Santiago mañana mismo, pero todo dependerá de lo que hayan podido avanzar ayer y hoy. A su lado siempre llevan a Carmen, la encargada del coche de apoyo y testigo del «gran ambiente» que se vive entre peregrinos. Los reciben, los paran, los animan «mucho». «Es algo muy agradable», sentenciaban.