Apostol

El peregrino que predijo al Papa

15 septiembre 2010 / Mundicamino

Un hospitalero custodia una misteriosa postal con el nombre del actual pontífice.

Cuando Benedicto XVI llegue en noviembre a Santiago, las tiendas de recuerdos de la ciudad estarán pobladas de merchandising con la efigie del romano pontífice, como lo están los puestos de souvenirs de la Vía de la Conciliación que lleva al Vaticano desde la fumata blanca del 19 de abril del 2005. Antes de aquel día, la apariencia del cardenal Ratzinger no era tan familiar al común de los católicos. Y es por eso que Alfredo Álvarez, el hospitalero de Molinaseca (León), nunca estará seguro del todo de si estuvo alojado en su albergue como peregrino, y si la postal que recibió en el verano del año 2000 es de verdad de «Louis Joseph, futuro papa Benedicto XVI», como aventuraba la firma de la misiva.

Postal tan singular no podrá adquirirse en Compostela este otoño, y por eso su propietario la guarda a buen recaudo en la caja de seguridad de un banco. Sea o no de puño y letra del vicario de Cristo, nadie cuestiona el valor profético de un documento que un lustro antes del «habemus Papam» adelantaba el nombre del relevo de Juan Pablo II al frente de la Iglesia de Roma. Calígrafos y expertos lingüísticos aseguran que la fecha y el lugar de procedencia son reales y que, por la construcción de las frases, fue escrita en español por un remitente que tenía el alemán como lengua materna. Sobre los trazos escritos, los informes no son concluyentes, a falta de muestras de la escritura papal para establecer una comparación. Alfredo no quiere pelearse por esta cuestión. Pero el asunto salta a la palestra cada vez que Benedicto XVI es actualidad.

Podría haber sido cierto que, en su peregrinación a Santiago, el entonces Joseph Ratzinger se detuvo en tierras leonesas del Bierzo en el albergue de Molinaseca. De ser así, se habría encontrado con un hospitalero singular. Alfredo es un entregado a su profesión. Desde que en 1993 se hizo cargo de la gestión del albergue municipal y años después del suyo propio de Santa Marina, ha hecho del conocimiento de la peregrinación a Compostela toda una carrera. Caballero de la Orden del Camino de Santiago, cuando despegaba el Xacobeo estuvo asesorando a alcaldes de municipios de paso de la senda francesa para optimizar la Ruta en todos sus puntos. Por aprender, aprendió hasta a hacer masajes para ayudar a los cansados peregrinos.

Por eso, no es extraño que amontone por millares postales de caminantes agradecidos. Al tal Joseph, «futuro Benedicto XVI», tampoco se le olvidó la personalidad del hospitalero. «Debió de estar presente en la tertulia que cada noche se organiza en el albergue para compartir experiencias con los peregrinos que llegan a Molinaseca y allí debió de escuchar mis opiniones», piensa Alfredo. De hecho, el remitente le anima a abandonar el escepticismo en alguna de sus reflexiones con respecto a los dogmas de la fe, dejando para las últimas líneas la promesa de rezar por su alma, un discurso apropiado para quien por aquel entonces era el guardián de la doctrina de la Iglesia.

Alfredo es un hombre escéptico no sólo en ciertas cuestiones religiosas. Con respecto a este Año Santo, se cuestiona las grandes nuevas que difunden las instituciones: «No comparto los resultados triunfalistas que nos venden, porque a mi puerta han llegado un 40% menos de peregrinos que en 2004». La culpa, en su opinión, no es de la crisis, sino de la propaganda: «Se decía que recorrerían la ruta millones de personas y, claro, la gente se asusta pensando que no va a haber sitio y opta por no venir». Refuta las estadísticas con un hecho: «Si este año no está el Ejército con tiendas de campaña, será porque no han hecho falta».

No es su única crítica. Dice que son muchos los que al llegar a Santiago se sienten defraudados: «Debería dárseles un trato especial a los peregrinos, no amontonarlos en colas junto a los turistas». Y añade que es por ese descontento que algunos deciden continuar a Fisterra para ver si allí encuentran mayor espiritualidad.

También Alfredo optó por seguir caminando tras sellar su décimosegunda Compostela. En el finis terrae tampoco halló grandes verdades, pero sí un nuevo camino para buscarlas, cuando un japonés le habló del Camino de Shikow, una ruta budista de 1.200 kilómetros que pasa por 88 templos. En noviembre, el hospitalero viajará a Japón para asesorar en la potenciación y proyección de este camino: «Me gustaría hacer un centro de documentación y divulgación sobre los caminos de peregrinación espiritual que existen en el mundo». No dice Alfredo si se acercará a Santiago en otoño para esperar a Benedicto XVI. Quien sabe si el Papa aprovechará para desvelar el enigma de una postal que va camino de generar tantas especulaciones como el tercer misterio de Fátima.