Apostol

Cruz o espada

24 septiembre 2010 / Mundicamino

El Camino de la Lana atraviesa tierras de Soria y Burgos hacia Santiago de Compostela y comparte recorridos ligados a la figura del Cid.

Lo bueno de que viajar a pie hacia Santiago se haya puesto de moda es que no solo se ha soplado el polvo de muchos caminos carreteros que llevaban siglos esperando tiempos mejores, también el de añejos libros, historias y narraciones de caminantes que, pasito a paso, acometieron tal aventura en tiempos en los que solo se peregrinaba por la imperiosa necesidad de cumplir una promesa o poner a salvo el alma pecadora. Otra de las vías de peregrinación que ha visto brotar sobre las cunetas, además de amapolas, la flecha amarilla es el bautizado como Camino de la Lana, que debe su nombre, principalmente,a que su trazado actual es, más o menos, el mismo que recorrían los mercaderes y rebaños conquenses que en los siglos XV, XVI y XVII viajaban para llevar su lana, atravesando La Alcarria, hasta Burgos, sede del Consulado del Mar, para proseguir luego su viaje hacia los puertos del norte y más tarde hacia Inglaterra.

Ese trazado, convertido en Camino Real, es el mismo que en 1624 siguen tres peregrinos dispuestos a cumplir la promesa de la ofrenda al Apóstol: Francisco Patiño, su esposa María Franchis y un primo del primero, Sebastián de la Huerta. En el origen de todo están muchos años de cautiverio en las galeras del turco y un incendio proverbial que se llevó por delante los hijos del matrimonio. También la necesidad ineludible de cumplir lo prometido a Santiago a cambio de una vida mejor. Después de atravesar media Europa, cumplen el empeño de llegar hasta el pueblo natal de Francisco, Monteagudo de las Salinas, para enfilar ya desde allí el camino hacia Compostela por la vía más corta y transitada, la misma que seguían los vellones en su camino hacia el norte.

En el relato de ese viaje y en la constatación histórica de aquellos trajines laneros, se sustenta la actual vía de peregrinación denominada el Camino de la Lana, atravesando las provincias de Cuenca, Guadalajara, Soria y Burgos. Desde la capital de esta última el peregrino corre a integrarse en la abultada corriente del Camino Francés. La eclosión santiaguista de las últimas décadas y el deseo de viajar caminando hacia Compostela hace que también se considere Alicante el inicio de este viaje, coincidiendo hasta Villena con el trazado del Camino de Santiago de Levante. A su paso por Castilla y León también comparte trazado y señalización en muchos tramos con otro camino de armas tomar, El Camino del Cid, itinerario de inspiración literaria que recrea los pasos del Campeador en su viaje hacia el destierro. Así, según se vaya o se venga, quienes transitan por esos caminos llevan en la mente dos símbolos tan parecidos como opuestos: la cruz de Santiago, los que viajan del sureste hacia el norte camino de Compostela, o la espada del Cid, quienes desde Burgos viajan hacia el sureste siguiendo la estela del Destierro del Campeador. En cualquiera de los dos casos, lo que estos horizontes ofrecen es una profunda experiencia de soledades y una buena dosis de aventura. Lo mismo que el Francés, cuando a principios de los ochenta comenzaron a retomarse las peregrinaciones a pie. Solo que por el de la Lana, la densidad de peregrinos que circulan es sumamente escasa.

Buena señalización

Por fortuna para quienes asumen el reto, prácticamente todo el recorrido está señalizado y existen guías publicadas por la Asociación del Camino de Santiago de Cuenca en las que se describe el trazado de las distintas etapas y las posibilidades de alojamiento que ofrecen los ayuntamientos a los peregrinos.

A Castilla y León, el Camino de la Lana, que recorre en ella 157 kilómetros, entra en la provincia de Soria por la localidad de Retortillo, con espectaculares restos de su cincho amurallado y un recio sabor medieval. Sin obviar la cercanía de las ruinas celtíberas de Tiermes, que conserva restos de una auténtica ciudad tallada sobre la roca arenisca, el camino serpentea por el desfiladero que une las localidades de Tarancueña y Caracena.

En esta apartada y recoleta localidad sorprende el pórtico románico del su iglesia de San Pedro o los destartalados restos del castillo asomándose al paisaje. Fresno de Caracena, Inés y Olmillos preceden la llegada a San Esteban de Gormaz, citada en el Cantar del Mio Cid. Los restos de su castillo y las joyas de sus templos de Nuestra Señora del Rivero y San Miguel despuntan sobre la población.

Dejando el Duero atrás, los horizontes alomados y de tierras rojizas se suceden mientras el peregrino hilvana pequeñas localidades como Matanza de Soria, Villálvaro, Zayas de Báscones o Alcubilla de Avellaneda, desde donde un corto desvío acerca hasta las ruinas de la ciudad romana de Clunia.

Aroma a resina

Hinojar del Rey y Quintanarraya marcan paisajes de transición mientras el aroma de la resina se hace cada vez más contundente. Huerta del Rey es famosa por los inusuales nombres con que bautizan a sus vecinos, pero también por la importancia de sus pinares. Los mismos que se atraviesan en tanto el camino se dirige hacia Santo Domingo de Silos, uno de los principales hitos monumentales de la ruta.

La Historia de Castilla asoma en cada piedra algunos kilómetros más adelante, al alcanzar Covarrubias, orillada junto a un Arlanza que un poco más abajo roza las ruinas del monasterio de San Pedro de Arlanza, considerado la cuna de Castilla. Por Mecerreyes , Hontoria de la Cantera, Revillarruz y Saldaña de Burgos, los peregrinos compostelanos arriban a la capital burgalesa para sumarse al río que, de este a oeste, fluye sin descanso hacia el Atlántico desde que se diera por bueno el descubrimiento de los restos del apóstol Santiago en un monte sobre el que las estrellas no paraban de bailar.