Apostol

110 kilómetros contra la monotonía

04 octubre 2010 / Mundicamino

Seis gallegos con parálisis cerebral recorren el Camino desde la frontera lusa como reto personal.

«No creo en Dios. Lo hago como un reto. Llegar a Santiago es mi ilusión». Francisco Javier Rodríguez, de 51 años, se confiesa en O Porriño en un descanso pocas horas después de haber comenzado el Camino de Santiago ¡desde la frontera lusa con Tui.

Junto a él, marchan otros cinco gallegos (dos a pie y cuatro en silla de ruedas) con parálisis cerebral y con un grado de afectación de entre el 70 y el 75%.

Su discapacidad les dificulta a veces el habla y el desplazamiento pero no les ha impedido emprender una aventura de 110 kilómetros con la que quieren huir de la uniformidad diaria.

«Con motivo del Año Xacobeo, se les ha propuesto esta actividad cultural para sacarlos de la monotona. Dijeron sí a la primera; todo lo que sea salir por ahí les encanta», explica el guía de la peregrinación, el voluntario Xavier Riveiro.

A las 8.30 horas de ayer, los seis valientes iniciaban su recorrido desde el lado portugués del puente internacional sobre el Miño frente a Tui. «Había estado allí muchas veces pero nunca lo había pasado andando; siempre en coche», explicaba Francisco Javier Rodríguez», para quien lo mejor de la peregrinación está siendo «el paisaje».

Para los que se mueven en sillas de ruedas, lo peor son los baches y las piedras. «Es un reto bonito», explica Nacho Fernández (de 29 años y Nigrán) quien en las últimas semanas paseó 20 minutos diarios en Panxón.

La previsión es que realicen seis etapas llegando el sábado a Compostela para el domingo reunirse con el resto de usuarios de la Asociación de Familiares de personas con Parálisis Cerebral y la Federación.

En total, serán 110 kilómetros que a pesar de la «ilusión» podrán producir dificultades. Para que estas sean las mínimas, Paula Pereiro entrenó durante un mes. «Andaba a pie el paseo del Lagares entero (Vigo)», explicaba ayer la joven, de 37 años de edad, quien no esconde su «miedo » a lesionarse. No sabes lo que te puede pasar». Aún así, defiende la aventura: «Quiero demostrar que podemos hacer bien las cosas que nos gustan; no hay límites. Los límites son los que pone la otra gente».