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Camino sobre ruedas

22 octubre 2010 / Mundicamino

«Inolvidable y genial». Así valoraba Diego Mula la experiencia de recorrer 50 kilómetros del Camino de Santiago en silla de ruedas. Este joven, que lleva ingresado cuatro meses en el Hospital Nacional de Parapléjicos, es uno de los tres pacientes y ex pacientes que partieron la semana pasada desde Toledo a Galicia para realizar parte de la Ruta Jabobea acompañados de seis voluntarios y técnicos del centro hospitalario.

Sergio Boiro y Agustín Redondo son los otros dos protagonistas de esta experiencia «única». El primero de ellos es de Granada y ya no está hospitalizado en Parapléjicos, pero sí que vivió allí durante un tiempo mientras recibía terapia. Por su parte, Agustín ahora mismo trabaja como monitor, y lucha por la normalización de la vida sobre una silla de ruedas. Y es que, además de en esta aventura, también se enrola en todas las que puede, y hace del deporte su forma de vida. Sin ir más lejos, el sábado pasado participaba en el partido de baloncesto sobre silla de ruedas que enfrentó al equipo de Olías con el de Puertollano, dentro de la jornada de sensiblización e integración ‘Sigue mis pasos’ de Cocemfe.

Diego explica que durante los cuatro días que duró el viaje ha vivido uno de los momentos «más felices» de su vida, al tratarse de «una experiencia muy bonita» en la que han encontrado algunas «adversidades». Sin embargo, se queda con todo el cariño y ayuda de los peregrinos que caminan cada día en dirección a Compostela. «Se volcaron con nosotros y nos han ayudado siempre que hemos necesitado su atención», explica Diego.

A pesar de que iban en todo momento acompañados por los seis técnicos y voluntarios de la Fundación de Parapléjicos, encontraron algunos tramos «más complicados» con «subidas difíciles» sobre todo.

Por eso, «para cruzar algunos riachuelos y superar escalones estuvimos acompañados», aunque recalca que «nosotros mismos hemos sido autosuficientes».

Y es que, la ruta estaba perfectamente cerrada y analizada por los técnicos de la fundación que, antes de emprender el camino, realizaron varias visitas recorriendo la zona para hacer una valoración exhaustiva de la accesibilidad. «No ha habido problemas porque el trayecto estaba bien estudiado. Sin embargo, es inevitable encontrar puntos conflictivos, que superamos sin problemas y con esfuerzo», relata el joven.

De la misma forma, cuenta que la ruta ha sido «inolvidable» para ellos, y el aprendizaje más importante que destaca es el de «superación», tanto física como mental.

No en vano, Diego explica que la vida en el hospital es «idílica», «parece que estamos en una burbuja, donde todo es fácil, accesible, llano, pero luego en el día a día nos vamos a encontrar barreras y dificultades, que tenemos que aprender a superar».

Por eso mismo, y por lo positiva que ha sido la experiencia, Diego no lo duda a la hora de preguntarle si tiene pensado repetir. «Si nos lo proponen el año que viene, yo volveré», y todo ello a pesar de que la idea es que el año que viene el número de kilómetros recorrido aumente a 100, para poder recibir así la Compostelana. «Yo tengo que conseguir el diploma, ya que este año ha sido imposible al andar solo 50 kilómetros».

«Hacer piña». Además, este viaje también ha servido para que los tres jóvenes se conozcan, inicien una amistad y hagan piña. «A Agustín le conocía porque es monitor de Parapléjicos, pero Sergio ha sido un descubrimiento total para nosotros. Es muy buena gente y las nueve personas que hemos participado de este reto, formamos un grupo muy compacto y muy bueno».