Apostol

Experto desgrana la influencia de los primeros peregrinos en el reino de Leon

02 noviembre 2010 / Mundicamino

Los primeros peregrinos que recorrieron el Camino de Santiago en los años posteriores al descubrimiento de la tumba del apóstol Santiago, en el siglo IX, dejaron una importante huella en el Reino de León, al difundir unas costumbres y una cultura que se plasmó, por ejemplo, en la expansión del Románico.

Procedentes de lo que hoy es Alemania, Armenia, Francia, Grecia, Inglaterra o, incluso Tierra Santa, estos caminantes importaron sus manifestaciones culturales y su mentalidad a un Reino de León en el que, en medio de las peleas entre musulmanes y cristianos, se refrescó con ideas de otros puntos de Europa, ha explicado a Efe el director del Archivo Histórico de Caja España, Manuel Carriedo.

Este experto ha pronunciado hoy en la capital leonesa la ponencia «Relaciones ultrapirenaicas del Reino de León (910-1090): Roma y el Locus Apostollicus», dentro del primer Congreso Científico Internacional Regnum Legionis (910-1230), organizado con motivo del 1100 aniversario del Reino leonés.

Durante estos siglos de división de la Península Ibérica entre territorios musulmanes y cristianos, la influencia en los reinos del norte de la cultura visigótica siguió siendo patente a través de una liturgia diferente a la que se practicaba en Roma y un derecho, una mentalidad y unas costumbres distintas, ha explicado Carriedo.

Este modo de celebrar los ritos cristianos y la proclamación de Santiago de Compostela como sede apostólica hizo que Roma «mirara de reojo» hacia el Reino de León, modificara varias veces sus liturgias e intentara influir en sus usos.

La influencia del Reino leonés en esta época dentro de los territorios cristianos de la Península era notable, al contrario que la de Castilla, que adquirió la categoría de reino en el siglo XI, pero que lo hizo de forma «tardía» y «prematura», ha argumentado hoy el profesor de Historia Medieval de la Universidad de Burgos, Francisco Javier Peña Pérez.

Con un campesinado regido por unos señoríos débiles que apenas si ofrecieron protección a sus aldeas, que carecían de poder público y que eran considerados sólo como «súbditos cualificados»; y una organización diocesana difusa y lejos de los centros de poder, el sistema feudal imperante en Castilla durante sus primeras décadas fue «inconsistente», ha apuntado.

Esta tendencia cambió con los años, cuando la ganancia de poder y riqueza de la nobleza, y la mejor estructuración de las altas esferas del clero hizo que se fortaleciese el Reino castellano, hasta el punto de que a finales del siglo XII tomó el relevo de León en la hegemonía en la península.