Apostol

Peregrinos a la fuerza

04 diciembre 2010 / Mundicamino

La crisis dejó a esta pareja sin trabajo ni casa; hoy han hecho del Camino su hogar. «El Camino nos lo ha dado todo».

El portugués José Joao Dos Reis y la española María Dolores López llevan dos años viviendo en los albergues del Camino.

Esta semana su camino les ha traído de nuevo a Valladolid. «Donde empezó todo», recuerda José Joao Dos Reis Viegas (Almada, 1963), un portugués afincado en España desde hace treinta años que, desde hace dos, recorre el Camino como peregrino. «Hemos hecho todos los Caminos que discurren por España, Portugal y Francia», cuenta José Joao, conocido en el Camino como José, ‘el Portugués’. Y es que en dos años caminando a Santiago, ida y vuelta varias veces, han conocido a mucha gente. «Somos muchos los que vivimos en el Camino», añade, haciendo un gesto cariñoso a su pareja, María Dolores López (Almería, 1966), compañera de aventuras.

La suya no es una historia sencilla. «Perdí mi trabajo en Águilas como carpintero metálico por la crisis y como no podía pagar la hipoteca, me dieron la patada, y nos tuvimos que ir a la calle», relata José Joao. La ‘fortuna’ hizo que llegaran a Valladolid, donde alguien les habló del albergue que la Asociación Jacobea Vallisoletana tiene en Puente Duero. «Conocimos a Arturo (el presidente de la asociación) que nos explicó que para dormir en el albergue había que ser peregrino. Yo no tenía ni idea de lo que era un peregrino. Pero como aquí son gente de bien, nos dejaron dormir aquella noche y nos dieron sopa de ajo y albóndigas para cenar. No probé la sopa porque el ajo a mí no me gusta, pero las albóndigas nos las comimos todas», recuerda José.

«De vuelta a casa, en Sevilla, nos hicimos peregrinos. Y hasta hoy», cuenta José, ante la atenta mirada de Dolores, la pequeña Loli del Camino, que no pierde detalle de la conversación leyendo nuestros labios. Loli hace muchos años que se quedó sorda «y no puedo ponerme aparato porque cuesta un dinero que no tenemos». Es una de las pocas frases que esta tímida almeriense, madre de tres hijas, osa pronunciar durante nuestra charla. «Es una valiente. En todo este tiempo sólo se ha puesto mala una vez con gastroenteritis», dice José, tomando la mano de Loli.

Su primer Camino empezó el 29 de noviembre de 2008. «Fui a la Catedral de Sevilla, pedí dos credenciales y comenzamos el Camino de la Plata». Aquellos fueron sus primeros 983 kilómetros. El comienzo no fue fácil. «En Los Palacios nos robaron todo», rememora José. «Empezamos pidiendo. En el Camino hay gente buena, pero ya no pedimos, que es lo importante. Ahora hago collares y pulseras que vamos vendiendo», cuenta José.

Aquel primer Camino le llevó a Santiago el 14 de enero de 2009. «Pasamos la Navidad en Zamora y el Año Nuevo en Puebla de Sanabria». En Santiago comenzaron su segundo Camino, que esta vez les llevaría a Murcia, «para que Loli viera a sus hijas, que viven con una tía suya», pero la nieve les cortó el paso en O Cebreiro, así que tuvieron que regresar a Murcia en autobús. Su tercer Camino comenzó en Albacete el 10 de febrero y terminó en Santiago el 5 de abril. «De Albacete fuimos andando hasta Avilés y allí tomamos el Camino del Norte. De Santiago fuimos a Fátima y Lisboa y acabamos de llegar a Sahagún siguiendo el Camino Catalán desde Montserrat, adonde llegamos siguiendo el camino desde la localidad francesa de Moissac». ¿Cuántos kilómetros llevan a la espaldas? «No los hemos contado pero muchos».

«Estamos mejor de lo que estábamos en Murcia», sentencia José. «Estoy enganchado. Tengo los Caminos y no necesito más. Si encuentro trabajo, las vacaciones siempre serán para el Camino. Vivo en el Camino pero vivo bien. Si haces bien el Camino, el Camino te lo da todo; y a nosotros nos lo está dando. En el Camino pierdes la noción del tiempo, te olvidas hasta de que existes», dice José quien recorre estos días el Camino de Madrid, junto a su inseparable Loli. Confía en que pronto le salga un trabajo en la construcción en Argelia. «Si no me sale, el año que viene quiero hacer el Camino desde Italia. Es una promesa. Por mi madre, que Dios se la llevó ya».