Apostol

Adobes para no morir

04 diciembre 2010 / Mundicamino

La localidad abulense de Gotarrendura, premiada por su edificación sostenible, combina tierra y paja con las energías renovables para atraer a nuevos vecinos.

El espíritu emprendedor de santa Teresa ha calado en una localidad, la suya natal según los vecinos, que pasa desapercibida en la llanura de la meseta castellana y sus vastos horizontes. A 20 kilómetros al norte de Ávila, en la comarca de La Moraña, cerca de Arévalo y de Fontiveros, cuna de san Juan de la Cruz, Gotarrendura se divisa como un pueblo aparentemente sin grandes atractivos. Sus casas de adobe de una sola planta no tocan el cielo, pero conservan la arquitectura autóctona, tierra y paja, y la inevitable huella del ladrillo mudéjar. La iglesia, del siglo XVII, es la única que se erige majestuosa, con su nido de cigüeña, en esta localidad de 200 habitantes censados, aunque sólo unos ochenta transitan sus calles en invierno.

El municipio llevaba el camino de la despoblación, como centenares de ellos en las zonas más deprimidas de España, hasta que en 2003 un nuevo alcalde se empeño en finiquitar su agonía. Fernando Martín revolucionó a sus habitantes, la gran mayoría jubilados, y les convenció para implicarse en un trabajo ímprobo pero ilusionante. Así comenzó una laboriosa aventura que ha dado ya frutos insospechados: la escuela se ha reabierto, han sido pioneros en la producción de energía fotovoltaica y en combinar edificación sostenible y conservación del patrimonio. De ello dan fe los numerosos premios obtenidos.

Uno de ellos, el del IDAE (Instituto para la Diversificación y el Ahorro de la Energía, dependiente del Ministerio de Industria) en 2008.

El jurado de arquitectos y urbanistas elogiaron la reconstrucción del albergue de peregrinos, que acoge a los andarines que cubren el Camino de Santiago del Sureste, con origen en Valencia y Murcia. Era la antigua casa del maestro. La rehabilitación consistió en desmontar parte de sus adobes y volver a colocarlos uno a uno. Una de las paredes compendia los materiales autóctonos utilizados en la zona. Abajo, el granito, separado del tapial y del adobe por las finas cenefas del ladrillo mudéjar. Los suelos lucen las antiguas baldosas hidráulicas, también recuperadas, y los tejados aparecen cubiertos de placas solares para suministrar electricidad al edificio.

Pero como la economía se impone, al Ayuntamiento le resulta más rentable vender esa energía a Iberdrola y abastecerse con la de la compañía. La diferencia la explica el alcalde: «El kilovatio nos cuesta 0,12 céntimos y lo que nosotros generamos nos lo pagan a 0,34», unas ganancias de 1.500 euros al año que ayudan a mantener el albergue, con 16 camas disponibles para los peregrinos, y nuevos proyectos. Porque los 86.000 euros de presupuesto que tenía el Ayuntamiento cuando Fernando Martín cogió el bastón de mando hace siete años, han pasado a 460.000. Y no por la subida de impuestos, sino por la solicitud de subvenciones para abordar nuevos objetivos en los que el municipio pone una parte y otra las instituciones.