Apostol

Firme y a la espera de destino

14 diciembre 2010 / Mundicamino

Las obras de consolidación de la iglesia garantizan que «durará mucho en el tiempo». El templo, rehabilitado por la Diputación, es el único edificio en pie de una fundación franciscana del siglo XVI.

Hace poco más de un año, el conjunto de Sasiola, en Deba, era un monumento a la dejadez que amenazaba ruina. Ayer, por primera vez en casi dos siglos, en la iglesia de San Antonio de Sasiola, erigida a principios del siglo XVI como uno de los elementos de un conjunto monumental de gran envergadura, se volvieron a escuchar las voces de una pequeña agrupación coral que cantaba, como suele ser habitual, en el coro y bajo techo. Se celebraba así la finalización de la primera fase de los trabajos de restauración de Sasiola, proporcionando una imagen impensable hace unos meses, porque el templo no tenía ni coro ni techo.

Después de varios meses de obras promovidas y financiadas por la Diputación Foral de Gipuzkoa, la iglesia de Sasiola tiene su techo y tiene su coro. Y tiene porvenir, aunque no hay nada decidido acerca de los usos que tendrá en el futuro. En cualquier caso, tal como destacó el arquitecto de la obra, Alberto Zulueta, con las obras de consolidación que se han llevado a cabo queda garantizado que un edificio «que estaba muy bien construido» y permanece a la espera de destino, «durará mucho en el tiempo».

Fue el propio Zulueta quien describió las cuatro intervenciones fundamentales que, con un coste de 660.000 euros, se han acometido en el templo: «Se ha sustituido la cubierta, recuperando para su aprovechamiento posterior toda la madera original posible; se han reconstruido las bóvedas hundidas recuperando técnicas y materiales de hace 400 años; se ha reconstruido el coro y se han arreglado los deterioros principales de la fachada». La diputada foral de Cultura, María Jesús Aranburu, que visitó el templo en compañía del alcalde y el párroco de Deba, Jesús Mari Agirrezabala y Mikel Egaña, respectivamente, resumió la impresión de los participantes en la visita reconociendo que «está claro que esta es una obra sin terminar. Desde el punto de vista del patrimonio, la perspectiva con la que hemos asumido este proyecto, lo hemos consolidado y protegido, pero hay otras muchas cosas que hacer». Como no están los tiempos para nuevas aventuras, María Jesús Aranburu se mostró satisfecha porque se ha detenido un deterioro que parecía conducir a la desaparición definitiva del último vestigio del conjunto monumental de Sasiola, e invitó a las autoridades y vecinos de la comarca a lo visitaran, lo conocieran, lo valoraran, y pusieran en marcha la imaginación para ver cuál podía ser el mejor uso para un edificio que, por lo menos, y no es poco, tiene asegurada la supervivencia.

Vinculado desde sus orígenes al Camino de Santiago, recuperar la vocación xacobea es una de las posibles salidas para Sasiola, pese a que en el Camino que antaño pasaba por su puerta se han impuesto los nuevos usos y ahora los peregrinos se dirigen directamente de Deba a Mutriku, sin llegar hasta el complejo, que dista unos cinco o seis kilómetros del casco urbano. De hecho, el conjunto está protegido como parte del Camino de Santiago, pero el trazado protegido por la última propuesta del Gobierno Vasco no es precisamente el que pasa por delante de sus puertas.

Un techo espectacular

Con la reflexión sobre su futuro todavía pendiente, y aunque es más que evidente que en Sasiola queda muchísimo por hacer, lo que ya se ha hecho dista mucho de ser irrelevante. Especialmente si se mira al techo que vuelve a cubrir y a proteger, esta vez con todas las garantías, la gran nave de 30 metros de largo por 11 de ancho y 15 de altura. Desde que, en el curso de una tentativa de reforma, a mediados de la década de los 70 del pasado siglo se desplomaran dos de las tres bóvedas estrelladas que cubrían la nave, el templo -propiedad actualmente del Obispado- apenas había tenido la protección de una cubierta de tablas que, francamente, protegía poco.

Dado que la bóveda situada sobre la cabecera de la nave se hallaba en relativo buen estado, las dos restantes se han reconstruido a su imagen y semejanza. El resultado, realzado por la iluminación, es espectacular. También se ha consolidado la bóveda original, que se distingue fácilmente de las reconstruidas, pero esa consolidación ha sido un tanto peculiar -se ha hecho por encima de la parte que queda a la vista- porque se hallaron en la misma unas pinturas que condicionaron la tarea. Por su valor, se optó por protegerlas, a la espera de que lleguen tiempos de presupuestos más holgados. Finalmente, sobre el gran arco rebajado que cruza la nave se ha reconstruido el coro desde el que ayer se volvió a llenar de música un templo en cuyo interior, como adelantó el párroco de Deba, se volverá a celebrar el día de San Antonio la misa hasta ahora relegada al pórtico.

El último testigo

La iglesia de Sasiola es el último testigo de uno de los enclaves religiosos y económicos más importantes de Gipuzkoa durante dos siglos. La voluntad y la correspondiente donación de Juan Pérez de Licona y su esposa, María Ibañez de Sasiola, permitieron que, nada más nacer el siglo XVI, se construyera a los pies del Camino de Santiago, a la vera del río Deba, un gran complejo integrado por una iglesia, un convento, un claustro, un hospital de peregrinos – ya existiría uno previo en la misma ubicación-, huertos y dependencias vinculadas a actividades poco espirituales pero no menos importantes, como la carga, descarga y almacenamiento de mercancías y el cobro de aranceles.

La segunda fundación franciscana de Gipuzkoa, inmediatamente posterior a Arantzazu, alcanzó su máximo esplendor en el siglo XVIII. El XIX trajo consigo un declive imparable que comenzó con la invasión napoleónica y el destierro de los franciscanos -volvieron, pero la suya fue una visita breve-, siguió con la desamortización de Mendizabal y acabó, a mediados del siglo, con un conjunto abandonado y sin dueño. A pesar de varias tentativas, en el siglo XX no se logró frenar el deterioro, una batalla que se ha ganado en el XXI. Ya sólo falta decidir cómo llegará al XXII.