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Paloma Sanchez-Garnica: El Camino de Santiago es una metafora de la vida

16 diciembre 2010 / Mundicamino

El camino fue para la escritora un «viaje iniciático» por distintos parajes naturales, donde el bullicio y el asfalto dejaron paso a los sonidos de la naturaleza y el crujir de la tierra bajo sus pies.

«Hice el Camino en 1997 y me impactó mucho. Iba con mi marido y mis dos hijos, que tenían entonces 11 y 15 años. Nos llamaban la familia. Destacaría dos cosas de aquel viaje de una semana. La primera, la solidaridad de la gente, que nos reservaban sitio o nos cedían el suyo para que los niños durmieran en una cama. Y la segunda, los paisajes de Galicia, el tramo que recorrimos. Recuerdo en especial la última etapa, en la que salimos del albergue de O Pino a las 6 de la mañana, cuando aún no había amanecido, y nos adentramos por un bosque, con una linterna los cuatro, para evitar la carretera. Pensaba en las meigas y demás seres sobrenaturales —ríe—. No tuve miedo pero sí la sensación de que no estábamos solos. Y luego me impactó llegar a la plaza del Obradoiro. Entonces pensé en indagar cómo se había montado todo lo que había alrededor del Camino», señala Paloma Sánchez-Garnica, abogada e historiadora que en la actualidad se dedica de lleno al mundo de la literatura. Su último libro, «El alma de las piedras» (Planeta), es el fruto de aquellas indagaciones que ya dejó entrever en su primera novela, «El gran arcano»: «Cuando metí el tema del Camino volvió a resurgir el interrogante de dónde estaba el origen y qué había hecho que sigamos yendo desde todas las partes del mundo hasta Santiago o Finisterre».

Y es que en el «Camino de las estrellas», como también se le conoce, se mezcla la naturaleza con las leyendas y milagros que se han ido acumulando a lo largo de los siglos y se superponen a las piedras, que esconden sus secretos a los no iniciados. «Me di cuenta de que había marcas lapidarias, muchos sitios y rincones a lo largo del camino dignos de visitar a pie. Lo que tenemos desde Roncesvalles hasta Santiago es un viaje iniciático. Desde las montañas del Pirineo, los valles de Navarra, las llanuras sin fin de Castilla, hasta llegar a O Cebreiro y empezar a subir y meterte ya en los parajes de Galicia. Y, por fin, llegar a Santiago y al Finisterre medieval, con su simbolismo, que es para mí estremecedor».

Dice que para ella recorrer el camino, una idea que sugirió su marido, fue también una metáfora de la vida: «La satisfacción de cumplir metas y llegar donde te has propuesto. Pisando la tierra que nunca pisamos en la sociedad en que nos movemos, oyendo su crujido a tus pies. Creo que en la actualidad la razón de ser del Camino es la forma diferente de sentir el silencio, el esfuerzo, caminar para avanzar, como en la vida, en la que a veces no sabemos adónde vamos».

De ese caminar en contacto con la naturaleza recuerda en especial los olores, tan distintos a los urbanos, y la sensación de silencio, que contrasta con el bullicio de la gente y los coches: «Es como si te arropase toda esa arboleda. El sonido de la naturaleza es la sensación de silencio, de escuchar lo que nunca escuchamos en la sociedad en la que estamos, como el crujir de la tierra bajo tus pasos. Me levanto con la radio, con la comida pongo la tele. Parece que no podemos estar en silencio. Y la casa tiene siempre algún sonido. Porque parece que nos da miedo el silencio. Pero en el Camino encuentras una sensación de aislamiento y silencio que culmina frente al mar, en Finisterre».

Para repetir

Es una experiencia que quiere volver a repetir cuando se jubile su marido, «con tranquilidad, sin prisas, sin días. Seguro que será distinto después de todo lo que sé ahora. Y porque yo también soy distinta y los años te hacen disfrutar con cosas de las que antes no disfrutabas». Y pretende no solo acabar en Santiago, sino llegar caminando a Finisterre, donde esta milenaria ruta concluía antes de que se descubrieran las reliquias del Santo.

En Fisterra, el «Finis Terrae» de los antiguos romanos, allí donde se acababa el mundo conocido y empezaba el misterio de lo ignoto, Paloma siente un gran sensación de calma: «El mar evoca mucha tranquilidad, tanto sereno como removido. Y la vista del Atlántico, cuando estás en algún lugar en lo alto de la Costa de la Muerte, hace que te invada una sensación de pequeñez. Durante los atardeceres, tanto en días soleados como de niebla o lluvia, me estremece esa visión del mar».

Precisamente ha sido el mar lo que ha llevado a Paloma Sánchez-Garnica a refugiarse en Marbella, donde vive desde hace cinco años: «Es un lugar especial al que se ha hecho mucho daño. Tiene un microclima, muy suave en invierno y verano. Es un poco tropical y cuando llueve lo hace en cantidad. Cuando llegué me sorprendía que en verano, a las 4 de la tarde, la gente paseara y se tomara un café en la calle. Aquí sí puedes hacerlo. Siendo un lugar de costa, es más seco de lo normal y tiene un calor muy agradable. Me gusta mucho, porque a mí me afecta mucho el clima, me acobarda el frío y me entristecen los días de lluvia. Y el calor del verano me deja «KO». En Talavera donde he vivido, me bajaba mucho la tensión y no era persona hasta las ocho de la tarde. Aquí sí puedo seguir mi ritmo normal». Tanto que cada día, antes de ponerse a escribir, se deleita con el amanecer, «que aquí es espectacular» mientras nada, incluso en esta época del año, aunque eso sí, en una piscina cubierta: «Unos cuarenta minutos, desde las ocho a las nueve menos cuarto». Luego se pone a escribir en su nueva novela, que ya tiene casi lista.

El parque de la Alameda, donde los mármoles disimulan lo que fue un antiguo abrevadero y donde el suelo de albero ha sido sustituido también por este «noble» material —que lo convierte en una pista de patinaje cuando llueve—, reflejan, explica Paloma, cómo es esta ciudad. Aunque destaca que «en el ámbito literario en el que me muevo, este verano he podido ver aquí a Vargas Llosa, Javier Cercas y Ana María Matute, que luego han recibido el Nobel, el Premio Nacional de Narrativa, y el Cervantes, respectivamente». Y señala riendo que «como el Camino de Santiago en el plano espiritual, igual Marbella también tiene algo especial para la Literatura».