Apostol

Acogida con un sello de espiritualidad

29 diciembre 2010 / Mundicamino

Las benedictinas de León gestionan desde hace casi dos décadas el albergue de Santa María de Carvajal con el objetivo de ayudar a los que hacen el Camino a “vivir de verdad la peregrinación”

“Este albergue es distinto a otros porque aquí se acoge con el corazón, que es lo principal”, asegura sor Ana María, la encargada del alojamiento del Monasterio de las Benedictinas (Santa María de Carvajal) en León, quien remarca que los hospitaleros voluntarios que atienden a los peregrinos “están mentalizados de que éste no es un lugar como otros” porque la comunidad de religiosas quiere darle “un sello de espiritualidad”.

Así, todos los días a las 21.30 horas las 20 hermanas se reúnen con los caminantes en la capilla para rezar las Completas y, a continuación, la madre abadesa les imparte la bendición. “Nuestro objetivo es dar acogida para que los que hacen el Camino vivan de verdad la peregrinación”, apunta la religiosa, quien considera que la ruta jacobea es “una forma de evangelizar tanto a los hospitaleros como a los peregrinos”. “Hemos visto muchas conversiones en los 20 años que llevamos con el albergue”, apostilla.

Para ayudar a los caminantes a ver ese fondo espiritual, la propia sor Ana María dedica gran parte de su tiempo a hablar con ellos. “Les interrogo mucho sobre los motivos que les han traído al Camino y lo que van viviendo, y les digo siempre que se den ellos las respuestas. Les insto a que tomen conciencia de que son peregrinos, no turistas, aunque les invito a ver las iglesias y catedrales porque es algo que forma parte de la peregrinación desde el siglo XII; el arte te va educando en lo que es el cristianismo”, explica la religiosa.

El albergue de Santa María de Carvajal abrió hace casi dos décadas gracias a la colaboración entre la comunidad de religiosas y la asociación jacobea de León, aunque las benedictinas siempre habían acogido a los peregrinos que llamaban a su puerta, cumpliendo con una de las reglas establecidas por San Benito en el siglo XV.

Sor Ana María recuerda que en los años ochenta ella era la portera del monasterio y que, de vez en cuando, “igual cada diez días”, llegaba un caminante buscando un lugar donde dormir porque no había ningún albergue en la capital leonesa, así que habilitaron una habitación para alojarlos.

El ‘boom’ que supuso la celebración del Año Santo Jacobeo de 1993 llevó a las monjas a empezar a utilizar el gimnasio de su colegio para acoger a los que se dirigían a Santiago. “Cabían 70 personas, que tenían que tirar sus esterillas y sacos de dormir en el suelo, pero podían usar los aseos y las duchas”, recuerda la religiosa.

Sor Ana María explica que en aquella época el grupo de personas que promovió la creación de una Asociación de Amigos del Camino en León se puso en contacto con la comunidad de benedictinas para proponerles poner en marcha un albergue, una idea acogida con entusiasmo por las religiosas.

El progresivo incremento del número de peregrinos marcó la evolución de las instalaciones. Así, durante los primeros años sólo abrían en verano y, más tarde, en invierno empezaron a acoger a los caminantes en unos pabellones cedidos por el Ayuntamiento. “Cuando cerramos el colegio, dejamos estable el albergue durante todo el año”, explica sor Ana María, quien remarca que ahora están “muy coordinados” con el alojamiento municipal, que se puso en marcha unos años más tarde que el suyo.

Sencillez y limpieza

En la actualidad, el albergue del Monasterio de las Benedictinas cuenta con 142 plazas distribuidas en cuatro grandes habitaciones para mujeres, grupos, hombres y matrimonios, cada una con sus baños. Asimismo, dispone de cocina, comedor, patio y una pequeña biblioteca, todo decorado con mucha sencillez, pero con un ambiente muy acogedor por la constante preocupación por la limpieza y por la tranquilidad que se respira pese a que muchos días esta lleno.

Cada dos semanas llega un nuevo grupo de cinco hospitaleros voluntarios, procedentes de todo el mundo, que son los que se encargan de atender a los caminantes, que pueden dormir y desayunar a cambio de un donativo. “Estar aquí supone una gran recompensa espiritual, da mucha satisfacción ver cómo lo reciben los peregrinos porque son muy agradecidos”, asegura sor Ana María.

La religiosa destaca que toda la comunidad de benedictinas tiene “ilusión” por continuar ofreciendo esta acogida cristiana. “A ver cómo va funcionando porque no recibimos ninguna subvención, nos mantenemos con los donativos de los peregrinos, que cada vez son más pequeños, y con algunos recursos propios que tenemos de vender alguna cosita, como libros”, señala la encargada del albergue, quien apostilla que están abiertas “a lo que Dios disponga”.