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Peregrinos a cuentagotas en un inicio de año descafeinado en el Bierzo

07 enero 2011 / Mundicamino

Según cuentan los hospitaleros de algunos albergues del Bierzo, el Año Santo ha pasado un poco de puntillas en la comarca. Salvando algunos períodos en época estival, no han sido muchos los que han atravesado el territorio comarcal en dirección a Santiago de Compostela, al menos, no los que cabría esperar de un Xacobeo. Por ello, nadie se extraña de que el inicio de año este siendo descafeinado, con pocos peregrinos que, además, se quejan por la falta de algunos servicios.

Este es el caso de Jose, un joven madrileño que inició el Camino en León el día 31 y ayer pasó por Ponferrada recorriendo el trayecto que une Molinaseca con Villafranca del Bierzo. A su espalda llevaba un saco de dormir para utilizarlo si la ocasión lo requiere. Algo que habría hecho la noche del domingo de no ser porque ya durmió a la intemperie a pocos kilómetros de Astorga, en la etapa anterior -”esto por puro placer-”. Ayer, en cambio, amaneció en un hostal de Molina y no en el albergue como tenía pensado. Los dos que hay estaban cerrados y tuvo que buscarse la vida. Hacía frío, para más inri. A su paso por Fuentesnuevas, a eso de la una de la tarde, recordó con ironía la noche anterior.

Para este joven opositor de 25 años, el Camino de Santiago es un «reto personal», no responde a ninguna creencia ni es consecuencia de ningún ofrecimiento. «Me gusta la naturaleza y el deporte y tenía ganas de hacer el Camino», aseguró. Que decidiera iniciarlo justamente el último día del Año Santo -”Nochevieja, además-” fue más que nada casualidad, aunque en parte premeditado. Coincide con sus vacaciones y prefiere caminar solo, de ahí que huyera del Xacobeo y las masificaciones que todo el mundo esperaba. De hecho, tuvo la opción de hacerlo en verano y prefirió retrasarlo en el tiempo.

Varios kilómetros más allá, en Pieros, descansaba en un parada de autobús una simpática japonesa con la que se hizo muy difícil la comunicación. Posó encantada para la fotografía que hoy ilustra este texto. Estaba incluso preparada, pues minutos antes de entrar en conversación, la encontramos retocándose ante un espejo de mano. Antes muerta que sencilla, dirían algunos. Ella también iba sola, sin rastro de compañía, y junto al joven madrileño fueron los únicos peregrinos que caminaban entre la niebla a lo largo de los kilómetros que unen la capital berciana con la villa del Burbia, donde el hospitalero del albergue situado junto a la iglesia de Santiago confirmó que no estaban teniendo muchas visitas en los últimos días. De hecho, aprovechan jornadas como las que se dan en estas fechas para hacer limpieza general. En el albergue todo estaba desmantelado. Sobre las duchas, colchas y colchones recibían un buen lavado y la posterior desinfección, teniendo en cuenta, además, que el pasado ha sido un año en el que los peregrinos «llegaban plagados de chinches», aseguró el encargado de este refugio de Villafranca, que recuerda con satisfacción el día de Nochebuena, cuando el grupo de peregrinos que descansaba en su albergue se sumó a la fiesta de la comida en el comedor del recinto.