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Espíritus libres en Palas

22 enero 2011 / Mundicamino

El camino de Santiago deja huella en cada uno de los peregrinos que recorren sus senderos, sean cuales sean sus historias y motivaciones. Pero hay veces en las que las repercusiones van mucho más allá, sin dar cabida ni siquiera a las dudas. Lo saben un grupo de jóvenes que, encantados con la espiritualidad del Camino y la belleza de la comarca de A Ulloa, decidieron romper con sus vidas anteriores para iniciar una nueva experiencia vital. Es el caso de Mapi, natural de Burgos, que se enamoró del espíritu bohemio de los caminantes cuando recorría la ruta francesa hacia Compostela. Sin pensárselo mucho dejó su trabajo en una importante multinacional y vendió su casa para volver a Galicia en busca de un lugar en el que quedarse. «Era el día de mi cumpleaños, iba caminando por la montaña y el sol iluminó de repente aquella casita en Hospital das Seixas». La alquiló al instante y dotó al lugar de alma de refugio con el objetivo de ofrecer a los peregrinos «desde un café, un plato de comida o alojamiento hasta una simple charla o una sonrisa».

Mapi sintió que había encontrado su sitio. Lo que no sabía todavía es que el nuevo refugio se convertiría en descubridor y punto de encuentro de cantidad de espíritus libres como el suyo, esperanzados con dar un giro a sus vidas. Decenas de peregrinos de todo el mundo decidieron pasar un tiempo en la comarca de A Ulloa, y una veintena permanecen en el lugar en la actualidad. Es el caso de Laura, argentina estudiante de Psicología, que inició el Camino para visitar a unos amigos en Santiago y a la que la experiencia atrapó de tal forma que optó por dedicarle seis meses. En un tramo por la montaña lucense tuvo la impresión de que un perro la intentaba guiar hacia otro camino. «Mi intuición me aconsejó que lo siguiese y me llevó hasta Mapi, su dueña». Laura no lo dudó ni un instante y, acabado el viaje, volvió para colaborar con aquella mujer tan parecida a ella. «Sé que cuando vas peregrinando y te salen a recibir con un café es algo así como una bendición. En ese momento sentí que había llegado la hora de devolver todo lo que yo había recibido». Algo parecido debió sentir Gina, estudiante valenciana de Bellas Artes que tenía previsto viajar a Grecia al finalizar el Camino para completar su formación y que no dudó en cambiar sus planes. O Peter, responsable de una empresa de animación sociocultural en Alicante, que aspiraba a romper las pautas sociales que lo encorsetaban. «Estaba harto de esa presión social que te obliga a pensar que lo que garantiza la seguridad y el progreso es estudiar, conseguir un trabajo y comprar tu casa».

Los tres relegaron a un segundo plano sus planes marcados para colaborar un tiempo en el refugio de Mapi. El lugar les caló de tal forma que se resisten a dejarlo. Paulatinamente se han ido instalando en el lugar de Fonte Cuberta, a dos kilómetros de Palas de Rei, donde llevan una vida alternativa, alejada de lo habitual. De la rutina de las clases y las oficinas pasaron a criar sus propias gallinas y a trabajar una huerta ecológica, que les permite comer «hortalizas con colores y sabores más intensos» que las que estaban acostumbrados. Disfrutan con lo que hacen, comparten todo lo que tienen y dejan aparcados el estrés y la rutina. Desarrollan su talento artístico para sobrevivir, sin excesos, mediante trabajos artesanales y espectáculos musicales que presentan en la red de festivales de la geografía gallega.

Acogidaestán encantados con Palas, no menos lo están los vecinos con ellos. «La acogida ha sido excelente. Desde el primer momento nos hicieron sentir como en una gran familia». A menudo les agasajan con manzanas o mantequilla, e incluso les enseñan a ordeñar o a elaborar sus propios quesos. «Es toda una experiencia, yo ni siquiera había visto antes una vaca tan de cerca», reconoce Gina, mientras Laura muestra su satisfacción al descubrir que «todo esto nos sirve para darnos cuenta de que todavía quedan muchos locos lindos desparramados por el mundo».

Están descubriendo una vida diferente, una suerte de mundo paralelo. A ellos el Camino les cambió la vida pero «tienes que estar abierto para darte cuenta», explica Peter. «No hay que cargar la mochila de cosas innecesarias, porque te vas a reventar. Y todo lo que necesitas está dentro de ti». Nunca han sido tan felices como lo son en Palas. «No hay nada que pague esta sensación», pero no descartan que sus «almas de nómadas» les guíen hacia otros lugares donde puedan seguir descubriendo la felicidad que les otorgan las pequeñas cosas.

INTEGRACIÓN. De caminantes a nuevos vecinos

El asentamiento de peregrinos en A Ulloa no sólo supone un cambio personal, sino que su presencia contribuye a la dinamización del lugar. Además de participar en actividades como las escuelas taller municipales o las clases de conducir, los nuevos vecinos colaboran con sus iniciativas en el desarrollo económico y social de la comarca.

El refugio de Mapi, por ejemplo, completa los servicios del albergue de Hospital das Seixas, y el grupo musical de Gina, Laura y Peter amenizó la apertura al público del Castelo de Pambre el año pasado. Sus compañeros pusieron en marcha granjas ecológicas y tiendas de artesanía.