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Camino de Santiago: San pedro de la Rua, el vigia de estella

05 febrero 2011 / Mundicamino

Para quienes conozcan el camino en toda su longitud sabrán que el tramo navarro, no por ser el más madrugador, esconde un buen número de encantos. Desde la hechizada estampa de Roncesvalles, allí donde los contrafuertes pirenaicos pierden altura, hasta la entrada de Logroño atravesando el Ebro, Navarra ofrece la transición de la montaña hacia el altiplano castellano con efectista sensación.

Estella es ciudad histórica. Desde la implantación del sistema de los burgos que repoblaron la España cristiana hasta las guerras carlistas. Incluso su nombre vascuence, Lizarra, bautizó geográficamente uno de los pactos más mentados en la España moderna. Para cuando las revueltas carlistas estallaron en el siglo XIX ya yacía en lo alto de las muchas colinas que salpican el feudo, San Pedro de la Rúa, una suerte de iglesia gótica, cuya singularidad no deja indiferente al pedestre. Allá arriba. Coronando la mole. Jugando a un equilibrio sólo posible con la adaptación del dibujo de su planta a lo irregular del terreno. Pasear por su nave sur nos hace ser conscientes de la dificultad de trabar tal templo en un espacio tan reducido y peligroso. Accedemos a ella por una bella escalinata a los lomos de la pétrea aguja montañosa. El esfuerzo muere a pies de una polilobulada portada, tan profusas por el lugar, nada menos que como Santiago de Puente la Reina y Cirauqui.

Su interior evocará esa casi mítica figura del expoliador Erik, el Belga, ese hombre que trajinó fortuna a base de desfalcos en el patrimonio nacional, principalmente alrededor de la senda santiaguesa. Su campanario roto habla de la época de los Reyes Católicos y su campaña reductora de campanarios y torres. Cuando demolieron la torre ésta fue a caer sobre uno de los más bellos claustros románicos, con guiño silense de columnas entrelazadas. Se llevó por delante dos crujías. Al verlas el intelecto debe hacer el resto, imaginar el claustro entero es labor nuestra.