Apostol

San Tirso de Sahagun, el centro del camino

29 marzo 2011 / Mundicamino

Para los que vivimos fuera del lugar en el que nacimos, el camino a la tierruca de cada uno, generalmente de ida y vuelva en agosto –las obligaciones laborales pesan-, incorpora, con el paso de los años, varios símbolos. En mi caso el camino de Barcelona a León tenía varios, aunque ninguno con la notoriedad de los campanarios mudéjares de Sahagún, aquellos que anunciaban que estábamos en terreno leonés, que llegábamos a casa. Desde el tren, en su fugaz paso, siempre llamaba mi atención aquellas quebradas estampas de color teja cuyo matiz con el limpio y azul cielo despertaba mi conciencia sobre la importancia de lo que aquí trascendió.

De Fromista y Carrión de los Condes, arranca el tramo más sencillo del camino. Los ocres de Tierra de Campos hacen polvorienta la senda. Polvorienta, plana y seca. El viento puede ser el peor compañero. En la lontananza una línea recta rota por los profusos depósitos de agua elevados más alguna arboleda hasta el acceso a Sahagún.

La primera gran atracción leonesa del camino es población se simples rasgos, adobe en sus paredes y calma chicha en sus gentes. En su entramado jacobeo se destacan varios templos, algunos reclaman atención por la dejadez que adolecen. Su fábrica en ladrillo les hizo acreedores de un cuidado que muchas veces no se les dio y que ha derivado en la amenaza de ruina.No es el caso de la joya de Sahagún, San Tirso, la elegante y esbelta iglesia mudéjar que da carácter como ninguna a la población. Una limpieza de líneas emerge. Su fábrica es de época románica, combinando a la perfección trazas mudéjares, soñadas por los alarifes de la tierra cristina, con las proporciones humanas que describe su puro románico. Estamos posiblemente ante el monumento más importante del estilo más puramente español , el mudéjar, aunque no el único de esta época en Sahagún donde La Peregrina, San Lorenzo y otras compiten en cuota.

El campanario es su seña de identidad, prisma horadado en tres alturas por arcada de medio punto: repetitivo enjambre de columnas marmóreas haciéndose querer en el aparejo de ladrillo. Aquí costaba mucho encontrar una cantera en condiciones si bien en sus inicios debiera haberla, aunque quizá lejana, pues la base de su ábside, en recia piedra, así lo delata. Desde aquí queda la mitad del camino, sencillo y ventoso en un primer momento. Duro a partir de Astorga, y penoso en el diente de sierra gallego.