Apostol

Siempre hay un camino

29 marzo 2011 / Mundicamino

El pasado año 2010 la Asociación para la Atención de las Personas Afectadas por Parálisis Cerebral y Encefalopatías Afines (ASPACE) cumplió 25 años de existencia, y el hecho se celebró con distintos actos. Uno de ellos consistió en realizar algunas jornadas o etapas del Camino de Santiago. Juan José García Marcos, presidente de ASPACE, las relata en Hilos de piedra. Crónica de una peregrinación en silla de ruedas . El autor dice en la contraportada que se propusieron «profundizar en el espíritu del Camino para orientar su esperanza, reafirmar su personalidad para fortalecer su autoestima, propiciar su integración mediante la convivencia, revitalizar la moral de los asociados y sensibilizar a la sociedad ofreciéndole el testimonio de su sacrificio y bonhomía para contrarrestar el materialismo y la crispación que hoy padece».

Las cinco etapas del Camino se hicieron a lo largo de otros cinco sábados, entre mayo y junio. La invención de un pequeño argumento, la escritura ágil del autor, las magníficas ilustraciones fotográficas, sobre todo las debidas a Puri Lozano y Miguel Sánchez, que son la mayoría, y las referencias histórico-”artísticas de los lugares y monumentos del Camino (San Marcos, de donde partieron, La Virgen del Camino, con la fachada de su santuario, Hospital de Órbigo, donde se evoca la hazaña de don Suero de Quiñones, Astorga, encrucijada de caminos, Villafranca, sus calles, iglesias y castillo…) evitan que el libro sea meramente una narración de unas etapas de peregrinaje. De ellas quizá la más interesante y curiosa para el lector sea la que los peregrinos hicieron a Foncebadón. Nos muestra, entre otras cosas, la capacidad del hombre para vencer las dificultades mayores, que en este caso consistieron en la subida del puerto (en silla de ruedas, no se olvide) con lluvia y frío, protegidos, eso sí, por un chubasquero

La etapa última, en Villafranca del Bierzo, concluye en la iglesia de Santiago, con las dificultades para las sillas de ruedas del camino empinado y empedrado, pero es año jubilar, y la iglesia de Santiago goza del privilegio de conceder el jubileo a los peregrinos que, enfermos, no lleguen a Compostela. La puerta del Perdón se abrió excepcionalmente para estos peregrinos también excepcionales, que allí oyeron misa antes de regresar a la residencia de San Cayetano. Todo había concluido. Pero todo se abría a otros horizontes. Es una muchacha del centro la que plantea la enseñanza de la peregrinación: «Lo nuestro tiene un camino y, mejor, muchos caminos: es lo que yo he aprendido en la peregrinación». Hermosa conclusión de un libro que respira generosidad y amor.