Apostol

Camino recto para niños torcidos

20 junio 2011 / Mundicamino

La Colonia San Vicente Ferrer lleva a 17 internos de peregrinación a Santiago.

Más de 70 menores conflictivos cumplen su condena en este centro casi centenario dentro de un programa sin rejas ni barrotes.

Su cara angelical disfraza el demonio que a veces se apodera de ellos. La vida, el entorno o las circunstancias les han llevado al juzgado. Y de ahí, a la Colonia San Vicente Ferrer, entre Burjassot y Godella, un centro para menores que alberga a más de 70 muchachos conflictivos. Diecisiete de ellos saldrán mañana de peregrinación. Les espera el Camino de Santiago, un viaje de 894 kilómetros de espiritualidad. «Santiago es la meta», advierte en su discurso, delante de los compañeros, los educadores, los familiares, David. Y la frase encandila a la socióloga Gotzone Mora, secretaria autonómica de Solidaridad, quien añade: «La meta, y el principio de una nueva vida. El camino te transforma».

Una de las virtudes del Camino de Santiago es que iguala a todo el mundo. Ricos y pobres, hombres y mujeres, torcidos y rectos. Todos andan, o pedalean, como es el caso; todos salen y todos tienen que llegar; todos sufren y todos ríen. Y por el recorrido, día a día, el camino sirve de terapia para estos jóvenes conflictivos. «Hace unos años a unos educadores se les ocurrió hacer el camino con los chicos. Y allí descubrieron sus beneficios». Rafael Yagüe, subdirector del centro, habla de la relación con los peregrinos, el origen cosmopolita del caminante, la solidaridad, los ánimos, con el célebre «¡buen camino!», de la gente que se cruzan, y un reguero de cultura que va calando poco a poco, que les enriquece, que les hace mejores. Por eso Santiago será la meta el 4 de julio, pero el reto es que Compostela sea también, como augura Mora, inicio de una nueva vida.

El camino es un premio para 17 de los chavales con sentencia de internamiento que pasan los días en la colonia, un centro sin rejas ni barrotes. «El objetivo es que dejen de ver esto como un castigo, que lo vivan como una oportunidad, y muchas veces lo conseguimos. Hoy ha venido a vernos Kevin, un chico que ya no está aquí pero que ha desarrollado ese sentimiento de pertenencia. Aquí no hay verjas, pero en 2010 sólo tuvimos cuatro fugas».

La Colonia San Vicente Ferrer lleva albergando a menores problemáticos desde 1922. Los tiempos han cambiado, los delitos también. Así lo ha detectado Yagüe. «Los chicos de ahora cometen muchos delitos de violencia doméstica, le pegan a sus padres». Y muchos de ellos flirtean con las drogas. Por eso, durante los meses de reinserción, inciden mucho en ese punto débil de la juventud.

Virginia lleva nueve meses en la colonia. Es difícil imaginarse a esta chica simpática, locuaz, inteligente, hacer algo realmente gordo. Pero lo hizo. A sus 16 años se adentra en el camino en busca de esa nueva vida que se adivina entre los Pirineos y Santiago. «Estoy muy emocionada y nerviosa», explica dos días antes de afrontar el reto para el que llevan preparándose desde enero. «Al camino vamos a aprender a convivir, a no tener problemas, a asumir las responsabilidades, a mejorar nuestra empatía, a dialogar, a ayudarnos», responde Virginia, de tirereta, qué espera encontrarse durante las 14 etapas. «Y vamos a ver un montón de catedrales y de iglesias», remata, con el maillot y una camiseta naranja, antes de ponerse a cantar, junto a todos su compañeros, el ‘Nabucco’ de Verdi, una imagen que trae a la mente, de inmediato, la película ‘Los niños del Coro’. Y así, en un esfuerzo coral, ahora me ayudas tú, ahora te ayudo yo, esperan llegar a Santiago. La meta. El inicio de una nueva vida.