Apostol

No solo en albergues sueña el peregrino

05 junio 2016 / Mundicamino

Hasta el 80 % de los huéspedes de algunos hoteles son ya viajeros del Camino.

Decía Serrat que al andar se hace camino. Pero quienes recorren el Camino Portugués, ese que toca varios municipios de la comarca pontevedresa y de la arousana, hacen bastante más que eso. Son una inyección económica en toda regla. Lo son para bares y albergues, por supuesto. Pero también para hoteles, pensiones y hostales. Lo dicen desde quienes tienen cuartos por 30 euros hasta quienes regentan alojamientos de varias estrellas y cobran más dinero por la cama. Todos notan, cada vez más, el flujo de peregrinos, sobre todo alemanes y americanos. En algunos casos, el porcentaje de huéspedes que hacen el Camino llega ya al 70 u 80 %, como contaba la responsable del hotel Cruceiro de Caldas: «Es increíble, nosotros cambiamos completamente de clientela, antes nos paraban todo comerciales y ahora peregrinos. En nuestro caso tenemos hotel y albergue, pero en el hotel el 80 % de las pernoctaciones ya son de personas que hacen el Camino».

Aunque difieren en los porcentajes de clientes que son peregrinos, ese bum lo notan también en el Acuña caldense, en el Corona de Galicia de Valga -sobre todo en la casa rural que tienen con 15 habitaciones en Pontecesures-o en los pontevedreses Avenida, Residencia Peregrina, Room y el Virgen del Camino. Se muestran también contentos con la afluencia de peregrinos en el Galicia Palace y en el Rías Bajas.

Los que no llevan mochila «Viene gente, sobre todo ingleses, alemanes y franceses de poder adquisitivo medio-alto que buscan comodidades y se vienen al hotel», señala José María de Cabo, director del Rías Bajas. «El peregrino ya no es solo el de mochila. Nosotros recibimos a grupos que traen una empresa contratada que les lleva el equipaje y ellos llegan al hotel sin mochilas. Hace diez años ni en pintura veíamos esto. La revolución ha sido total», añade Patricia Sierra, directora del Rías Bajas.

De más de doce establecimientos consultados, desde Vilaboa hasta Pontecesures, la tónica se repite uno tras otro. «Esto está siendo una revolución», dicen casi con idéntica voz desde los alojamientos. Pero sí hay alguna opinión discrepante. En el hotel Lotus de Caldas, señalan: «Aquí venían antes más peregrinos que ahora. No estamos de acuerdo con la cantidad de albergues que se abrieron por todos lados. Están perjudicando a negocios de toda la vida». En el Acuña, también de Caldas, tienen una visión distinta. Señalan que la mitad de la clientela ya procede del Camino. Y que hay peregrinos que no solo demandan dormir, sino tratamientos termales y, sobre todo, un tiempo de piscina.

Nada mejor que acudir a pie de Camino y preguntar a los peregrinos que van pasando para ver si el albergue aún es mayoritario. La prueba se hace en Barro, en un trozo en el que la ruta va por asfalto y en el que, a las once de la mañana, el sol pegaba a rabiar. Hasta allí llega una pareja de californianos, dos profesores jubilados que ayer por la mañana se despertaron en un hotel pontevedrés. «Son muy baratos los hoteles, claro que vamos a ellos. Además los desayunos son geniales», dice el hombre en inglés y con una amplia sonrisa. Siguen andando y les da el relevo Rosa González, que camina sola dado que sus tres compañeras de ruta se quedaron desayunando unas raciones de pulpo. Peina los 82 y es alicantina. Y es mujer de albergues: «Me encantan, los prefiero», dice, para luego quejarse de que en ese tramo de Camino hay demasiada carretera.

Se marcha Rosa y aparece otra pareja de alberguistas. Él es de Israel y ella portuguesa. Iniciaron el Camino en Oporto y no pisarán un hotel en toda la ruta. Uno cree entonces que el albergue gana. Pero llega el desempate: son Peter y Josephine, que vienen de Holanda y que, en Caldas, se irán al balneario a dormir.

Hay quien adora el albergue, como una alicantina de 82 años que inició la ruta en Valença

«Los hoteles son baratísimos», dice un profesor californiano a su paso por Barro