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El Camino a Compostela sigue siendo algo más que turismo, historia y cultura

15 junio 2016 / Mundicamino

La difusión del Camino de Santiago en los ámbitos nacional e internacional se ha hecho de forma muy positiva en los últimos años, tanto por la Xunta de Galicia como por el Gobierno de España. Las visitas del heredero del emperador de Japón, del primer ministro japonés, Ángela Merkel y otros altos cargos políticos mundiales, han influido sin duda alguna en el aumento del número de visitantes.

Aunque lo hecho hasta hoy ha sido mucho, puede hacerse algo más: mejora de determinados tramos para caminantes y ciclistas, especialmente, en los más duros; acondicionamiento del acceso a Santiago; restauración de algunas ermitas, monasterios e iglesias emblemáticas; motivación a los propietarios de establecimientos de hostelería más modestos, sobre todo en Galicia; regulación y vigilancia de las condiciones de los albergues populares.

Su importancia turística, cultural, histórica y espiritual es una importante fuente de riqueza y un escaparate ante el mundo que merece la pena cuidar con esmero.

Su recorrido transversal nos permite constatar la diversidad cultural de los territorios que atraviesa y su riqueza cultural, que engrandecen el acervo común y nos permite sentir el orgullo de ser parte y todo a un tiempo. En el Monasterio de Yuso el peregrino podrá asombrarse del origen simultáneo del castellano y el euskera, a través de las Glosas Emilianenses escritas en un códice en latín.

El Camino es escuela para la vida porque, pese a la necesaria programación de cualquier actividad, hay que improvisar y decidir ante situaciones imprevistas, afrontar dificultades no contempladas, redoblar esfuerzos, ejercer la humildad, compartir alegrías y contrariedades, recabar y prestar ayuda, vivir la austeridad,… El Camino fortalece el tesón, el espíritu de superación, la fraternidad, la abnegación, el estoicismo ante el sufrimiento, cualidades no demasiado frecuentes en la sociedad actual.

Naturalmente, El Camino sigue siendo para los católicos ruta de peregrinaje en busca del destino final del hombre. El tiempo, la soledad y el silencio invitan a la reflexión sobre la vida personal y a la oración, sin las interferencias y el ajetreo propios de la vida diaria, que no dejan espacio para el silencio, el sosiego y la soledad en compañía con uno mismo.

La espiritualidad del recorrido está presente desde el primer día en la misa y bendición de peregrinos en la Real Colegiata de Santa María de Roncesvalles, compartiendo la Fe y un bautismo de espiritualidad con caminantes de docenas de nacionalidades.

Cada día podremos conversar con Dios en monumentales catedrales- Pamplona, Santo Domingo de la Calzada, Burgos, León, Santiago- o en recoletas ermitas y monasterios como los de Eunate, San Juan de Ortega, Frómista, Cañas, Suso y Yuso, Miraflores, O Cebreiro o Samos, por citar sólo algunos ejemplos. Los muros de los templos del Caminos están inundados de la Fe y el rumor de las plegarias de incontables peregrinos llegados durante siglos, e irradian una religiosidad que se adueña de nosotros.

El Camino nos descubre la importancia de la Iglesia a lo largo de los siglos, en los ámbitos religioso, artístico y social, a través de monumentales y humildes edificios levantados para gloria de Dios, servidos por seres que consagraron su vida a este fin y al servicio de los demás; monumentos que hoy se conservan para deleite de quienes aman la cultura y la historia, con independencia de su condición de creyentes o no creyentes.

Santiago de Compostela es la culminación del viaje, pues supone la satisfacción de alcanzar el objetivo buscado en la vida, tanto para quien lo conocía como para quien lo descubre durante el Camino. Unos, sentirán la alegría de encontrarse consigo mismo; otros habrán sentido la necesidad de encontrar un sentido a sus vidas; y los creyentes, en la inmensidad de la catedral, sintiendo el fervor que se transmite en un ambiente propicio para la emoción, sentirán cómo sus ojos se humedecen y lágrimas sinceras resbalan por sus mejillas, al pensar: hemos llegado.