Apostol

Un velero con rumbo a la Compostela

14 agosto 2016 / Mundicamino

Dos hermanos gijoneses participan en la primera ruta marítima del Camino de Santiago que se inició en el puerto de Gijón.

No lo han hecho a pie, sino por mar. Dos hermanos gijoneses han escogido el océano para dejarse llevar hasta la ciudad del apóstol. El Camino de Santiago se hace caminando, en bicicleta o a caballo, pero pocas veces antes en velero. Y es que a Santiago de Compostela se puede llegar de muchas formas. Existen miles de caminos: el francés, inglés, portugués… Y ahora hay una ruta marítima que lleva hasta el corazón de Galicia. Granuja II, que así se llama el navío, fue el encargado de navegar por las aguas del Cantábrico y Atlántico y llevar a los dos hermanos, Gonzalo Cuesta y Janel Cuesta, a la mujer del último, Patricia Martínez y a sus tres hijos, hasta la ciudad santa.

La iniciativa fue creada por un grupo de puertos del norte de la península que se agruparon bajo el sello Sail the Way -Navega el Camino-. El punto de partida era zarpar de Hondarribia, «pasar por Cantabria y después por Gijón». Pero la poca participación de los barcos cántabros y vascos hizo que el inicio se trasladase a la villa de Jovellanos. «Salimos desde Asturias, dieciséis barcos, el sábado 23 de julio», detalla Gonzalo. Su hermano Janel asegura que la primera etapa «fue muy dura». Casi 24 horas de navegación hasta atracar en el puerto de Vivero. Allí repusieron las fuerzas con comida de la zona y no faltó la empanada gallega ni el pulpo.

La competencia de Nemo

La siguiente recalada fue Cedeira. La familia Cuesta, aprovechó para entablar «amistad con las personas que iban en los otros barcos» y la gente de las villas, a la que llamaban la atención con sus uniformes. La aventura incluía dosis de competición. «Si llegabas primero al puerto te regalaban una copa de vino y si eras el último, un sudoku».

El galardón más cotizado era una figura de plástico del pez Nemo y para ello «debías ser el que más pescase». Lo consiguieron los hermanos en la siguiente parada, en la que fueron recibidos por el alcalde de La Coruña les dio la bienvenida. Allí cambiaron al Granuja II por un autobús al monte de Gozo. Desde esa altura se unieron al resto de peregrinos de tierra para terminar los últimos diez kilómetros de la manera tradicional: a pie.

Para certificar que estos ‘caminantes’ pasaban por las localidades del Camino les sellaron la credencial en los lugares arribados. Él último lo consiguieron bajo la atenta mirada del apóstol cuando el deán de la catedral, Segundo Leonardo Pérez, les estampó el sello que daba paso a la Compostela. Aunque antes acudieron a la misa de las doce del mediodía dónde los tiraboleiros bombearon con fuerza uno de los símbolos más populares de la catedral, el botafumeiro, que alcanzó en menos de un minuto la velocidad adecuada para echar humo a cada uno de los peregrinos.

Tras la ceremonia emprendieron el viaje de vuelta a La Coruña para reencontrarse con Granuja II, pero solo los hermanos Cuesta, ya que Patricia Martínez y sus tres hijos «cogieron un autobús para regresar a Asturias», explica Janel. «Los niños estaban cansados pues nos ayudaron con el barco en el viaje de ida». Las labores del velero quedaron repartidas entre los dos, una situación «muy difícil». La aventura no terminó y el viento hizo que el viaje los «agostase». «Tardamos 16 horas en recorrer 20 kilómetros». Aun así, el trayecto estuvo cargado de anécdotas y por ello no dudan en volver el año que viene. «Si te gusta navegar merece la pena hacer el Camino de Santiago por la mar», declaran.