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Cientos de peregrinos desbordan los albergues del Camino del Norte

02 septiembre 2016 / Mundicamino

La ruta se llena de caminantes tras su declaración como Patrimonio de la Humanidad.

Beverly Wilcox viene de Gales. Atraviesa la pequeña puerta de un sendero angosto con su último aliento junto a una amiga antes de entrar a ‘La Cabaña del Abuelo Peuto’ en Güemes. Las recibe un pequeño cartel sobre un poste que dice que para terminar el Camino de Santiago les hacen falta 639 kilómetros. Aún no saben hasta dónde llegarán. Llevan caminando desde las ocho de la mañana y son casi las doce. «Necesitamos parar». Sus rostros sudados y un poco quemados por el sol develan el cansancio y las ganas de llegar a un lugar seguro. Podría parecer temprano pero detrás de ellas empiezan a asomarse también muchos otros peregrinos. Es la hora ideal para no quedarse sin plaza. De seguir caminando, es probable que alguno de los cientos de personas que marchan ocupe su lugar. Y es que –todos coinciden– hay una auténtica avalancha de peregrinos atraídos por un Camino que en julio del año pasado fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

El albergue que dirige el padre Ernesto Bustio, y en Santa Cruz de Bezana el que atiende Nieves, ‘La Santa Cruz’, ahora en verano no tienen espacio para acoger a nadie más –en Bezana existe otro llamado Nimon pero ahora se alquila en una página de internet por vacaciones– y aún así, ‘el espíritu del camino’, ese que les permite conectarse con el peregrino y entenderlo en su andar, no les deja abandonar a nadie a su suerte. «Tengo 14 plazas, pero ahora se quedan diariamente hasta 24 personas. ¿Cómo los voy a dejar tirados a los mayores o a los chiquillos? Por la noche hay heladas, es mejor que duerman como puedan, pero dentro», menciona Nieves.

Lo mismo refiere el padre Ernesto, que en esta época recibe hasta 130 personas por noche cuando su albergue tiene capacidad para 80. Si no entran en las habitaciones, les da un colchón en el salón: «No podemos dejar a nadie en la calle». Todo para que la gente que llega no tenga que caminar más. Se queja de que las autoridades, e incluso la propia iglesia, «no entienden la vida del peregrino de a pie y por ello no se implican como es debido». «No solo es la señalización ni el turismo de lo que el Gobierno debe estar muy pendiente. Se deberían habilitar los polideportivos, las escuelas y las iglesias para estas fechas», añade Bustio mientras recuerda que antes de acostarse, los peregrinos pueden acudir a meditar en la ermita del lugar, un espacio que, afirma, «todo caminante debe conocer».

Para Piedad Coz, dueña del albergue que lleva su nombre en Boo de Piélagos, la idea de recibir peregrinos le ha permitido conocer más sobre sí misma. Trabajó antes en hostelería y de aquellos años toma ciertos trucos para acoger a los caminantes. La amabilidad, el entendimiento, la compañía… «No recibo a turistas porque el peregrino no lo es. Los que se quedan son gente que viene buscando un espacio de soledad, de meditación».