Apostol

A veces el albergue parece la ONU

05 septiembre 2016 / Mundicamino

Demetrio Grijalba dejó en junio la presidencia de Jacobi, gestora del albergue, y es Josin Galzacorta quien le sucede ahora en el cargo.

El hospedaje irundarra da cobijo y alimento a peregrinos venidos de los cinco continentes.

Miguel camina por la calle Hondarribia cargado con su mochila. Son las seis de la tarde, pero aún hace un calor de justicia. Se despoja de su visera, se seca el sudor de la frente, deja la mochila en el suelo y saca de ella una guía. «Calle Lucas de Berroa, número 18», murmura mientras lee. Se encuentra a pocos metros de Telepizza. Desorientado, decide preguntar a la primera persona con la que se cruza, que le indica que tan sólo tiene que bajar la cuesta y girar a la izquierda para dar con el albergue de peregrinos. Se echa la mochila al hombro y sigue las indicaciones. Al llegar al final de la cuesta gira y avanza unos metros más hasta que da con el lugar, momento en el que se dibuja una amplia sonrisa en su rostro.

Mochila. Debe ser cómoda, a ser posible que se adapte a la forma de la espalda y con sistema de ajuste en la cintura para que no se mueva en los descensos.

Botas. Nunca nuevas, tienen que estar hechas al pie. Llevar al menos tres pares de calcetines.

Ropa. Llevar un pantalón largo, uno corto, traje de baño, dos mudas de ropa interior (un apuesta), dos camisetas de manga corta, uno de manga larga, un forro polar y chubasquero. También hay que llevar saco de dormir, botiguín elemental, lubricante para los pies, útiles de aseo personal, bastones, gorra, concha del peregrino (vieira) y guía del Camino.

Documenteción. Credencial del peregrino, DNI, tarjeta sanitaria y de crédito y algo de dinero.

La primera persona que recibe al peregrino es el hospitalero, «gente voluntaria que no tiene ninguna compensación económica», explica Demetrio Grijalba, expresidente de la Asociación Jacobi, entidad que, entre otros cometidos, se encarga de gestionar el albergue y asesorar a los viajeros locales y foráneos. Grijalba ha peregrinado 17 veces hasta Santiago de Compostela, «y nunca he repetido la ruta», matiza. Hace 15 años él y su mujer fundaron la asociación, empezando a trabajar en un local que les dejaron en el hospital viejo. «Ahí empezó todo, nadie sabía nada del Camino en Irun». Después se trasladaron a la oficina de la calle Fueros, en la que continúan, y en 2004 abrió las puertas el primer albergue de peregrinos de la ciudad en el número 10 de la calle Lucas de Berroa, que después se trasladaría a su ubicación actual, el número 18.

El 2 de junio Galzacorta fue ratificado por la junta directiva como nuevo presidente pero el 13 de julio le operaron de la rodilla, por lo que no ha podido asumir al completo sus responsabilidades. «Mi muleta y mi apoyo seguirá siendo Demetrio», bromea, y hace hincapié en que tiene «absolutamente claro que va a ser imposible igualarle, porque es una persona que dedicaba 24 horas al día a la asociación y ha hecho una labor impecable». Galzacorta confía en su equipo y comenta que su idea es «ser más un repartidor de tareas que asumirlas todas yo». Aunque aún tiene que tomar el pulso a la asociación, tiene claro que uno de sus objetivos será el de «intentar que haya más voluntarios que puedan venir como hospitaleros», ya que con las 20 personas que, en turnos de 10 días, cubren toda la temporada «no es suficiente».

La gran labor del hospitalero

Entre esos voluntarios se encuentran Pilar Ibañez y Cati Mariscal, ambas de Castellón, que se encargan de que a los peregrinos no les falte de nada. «Nos levantamos a las 5.00 horas, preparamos los desayunos, a las 6.00 despertamos con música clásica a los peregrinos y para las 8.30 estos se queda vacío», cuenta Ibañez, que ejerce por primera vez de hospitalera, una experiencia que la llena de «una satisfacción tremenda».

Por su parte, Mariscal lleva cinco años viniendo a Irun como voluntaria y repite por la «satisfacción de ver la alegría de la gente cuando llega y se encuentra a alguien que le muestra una sonrisa y que la atiende. ¡Es algo increíble!». Eso sí, Mariscal asegura que con las diferentes procedencias de los peregrinos, «esto a veces parece la ONU».

A partir de las 18.00 horas la llegada de peregrinos es incesante. Dos de los que entran por la puerta son un matrimonio francés formado por Louis y Marie-Madelaine Santin, procedentes de un pueblecito cercano a Estrasburgo. Han aterrizado en Burdeos y han realizado el trayecto entre Hendaia y el albergue andando. Aunque para la mujer es la primera vez, el hombre cuenta que en 2012 hizo sólo el Camino de Santiago desde la ciudad gala hasta Finisterre. «Esperé a jubilarme para poder hacerlo», comenta y recuerda que fueron tres meses de caminata. «Cuando andas tanto tiempo estás en otro mundo y puedes pensar sobre lo que has logrado, tu mujer, el sentido de la vida…».

Mientras Louis y Marie preparan su cena, llega otra pareja, esta vez en bicicleta. Ana Zlentkiewicz y Daniel Pakulski son polacos y su primera etapa del camino ha sido de Pamplona a Irun. «Viajamos mucho por Polonia y otros países en bicicleta», explica ella, a lo que él añade, sin poder evitar reír, que «era obvio que algún día íbamos a ir hasta Santiago de Compostela, y ese momento ha llegado». Ambos están felices por esta aventura y comentan que decidieron hacerla «principalmente porque pensamos que va a ser un viaje muy divertido». No obstante, Ana cuenta que pertenecen a «una comunidad cristina, así que también lo hacemos por razones religiosas». Aunque es su primer peregrinaje a Santiago de Compostela, ya han realizado viajes de distancias similares: «En Montenegro recorrimos unos 700 kilómetros en bici en 11 días».

Las motivaciones que guían a cada peregrino son muy diferentes. El irlandés John Garret busca cumplir una promesa. «En 2009 mi mujer Eleanor y yo hicimos el camino portugués. Al año siguiente, mientras planeábamos hacer otra ruta del Camino de Santiago, a ella le diagnosticaron Esclerosis Lateral Amiotrófica. Falleció en octubre de 2014», explica al tiempo que el recuerdo de su mujer le hace enmudecer durante un instante. «Decidí hacer el Camino de Santiago en su memoria». Además, quiere que su peregrinaje sirva para «recaudar fondos para el Proyecto MinE, que investiga esta enfermedad y en el que trabajan 16 países». Para ello ha creado una página de Facebook (www.facebook.com/SantiagoforMND2016) donde, además de narrar su viaje, cuenta con enlaces para que la gente done dinero.

La concha de vieira con la que Eleanor realizó en 2009 el camino portugués acompaña ahora a Garret en su peregrinaje a Santiago de Compostela, una ciudad en la que el apóstol aguarda pacientemente a todos los peregrinos que, en algunos casos, han recibido el cariño y el consejo de los voluntarios de Jacobi para empezar con buen pie su viaje.