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Clausura de un Jubileo que pulverizó récords alcanzados en Año Santo

24 noviembre 2016 / Mundicamino

El arzobispo cierra la Puerta Santa tras el hito del sello de 272.000 compostelas.

Abogó por no dejarnos llevar por la desazón y hacer frente a los agoreros.

A las cuatro de la tarde, más de una hora antes de la clausura de la Puerta Santa en el Año de la Misericordia, numerosas familias con niños, personas mayores y muchos extranjeros buscaban un hueco donde sentarse en una Catedral, que al igual que desde que se inició este Jubileo extraordinario, volvieron a abarrotar no sólo la seo, sino también los aledaños de la Basílica compostelana. Ha sido un año que ha pulverizado todos los récords, incluidos los alcanzados en Año Santo, superando las 272.000 compostelas selladas desde que la Puerta de la Misericordia fue abierta por el arzobispo de Santiago el 13 de diciembre de 2015.

Precisamente, monseñor Julián Barrio, que presidió la solemne ceremonia de clausura de este Jubileo Extraordinario en la Catedral, destacó que “muchas fueron las personas que pasaron por la Puerta de la Misericordia”. Y es que no solo el Camino de Santiago ha sido más visitado que en Año Santo, sino que también la capital gallega se ha convertido en epicentro y símbolo de peregrinación a nivel mundial con la llegada, en constante riada, de caminantes de 130 países.

Antes de la celebración eucarística, tuvo lugar una procesión litúrgica, presidida por monseñor Barrio, que se inició en la puerta de Platerías hasta llegar a la Puerta de la Misericordia en la praza de A Quintana, por donde entraron además de acólitos y sacerdotes, un grupo de laicos entre los que había representantes de instituciones vinculadas a la vida diocesana, como Oficina del Peregrino, Cáritas o Cocina Económica. En último lugar entró el arzobispo compostelano que, ayudado por dos ministrantes, dos jóvenes seminaristas, procedió a cerrar la puerta, que no volverá a abrirse hasta 2021, el próximo Año Santo.

El cortejo continuó hasta el Pórtico de la Gloria y desde allí al altar mayor de la Catedral, donde se depositó la llave de la Puerta Santa, antes de celebrarse la eucaristía de Acción de Gracias.

En su dicurso, el arzobispo subrayó que la Puerta de la Misericordia se cierra “como símbolo”, pero se queda “siempre abierta la Puerta que es Cristo”. En su homilía, monseñor Julián Barrio dijo también que “la Iglesia quiere que pensemos en nuestra salvación. En una sociedad como la nuestra en la que queremos gestionar todo tipo de seguridades ante cualquier evento, el futuro nos preocupa porque nadie es dueño ni de la historia ni de los acontecimientos que la gestan y escriben”.

Después, el arzobispo de Santiago precisó que “esto no nos debe llevar a vivir en una permanente desazón, a no esperar nada ni a creer en nadie. Jesús nos tranquiliza frente a los agoreros que anuncian calamidades sin fin”.

Y evocando el Concilio Vaticano II, monseñor Julián Barrio indicó que “trabajaremos tanto en la Iglesia como en el mundo, día y noche. El mensaje cristiano no aparta a los hombres de la edificación del mundo ni los lleva a despreocuparse del bien ajeno, sino que al contrario, les impone como deber hacerlo”.

El acto eucarístico de la clausura del Año Jubilar de la Misericordia finalizó con el canto mariano del Magnificat y el funcionamiento del Botafumeiro.