Apostol

De millonario a eterno caminante

22 julio 2017 / Mundicamino

El italiano Luigi Cianti descansa en Avilés después de finalizar el camino a Santiago, que inició en Polonia e incluyó el tramo del NorteDonó su fortuna tras fallecer su mujer y desde entonces se dedica a peregrinar.

Luigi Cianti cumplirá el próximo día 22 de julio 72 años. En 1995, con 50, su existencia dio un vuelco. Su mujer, con la que había convivido desde su juventud, murió de un cáncer. Durante cinco días, intentó mitigar su dolor en una espiral de alcohol y de drogas. «Hasta que me desperté tirado en un barranco, sin nada, con el coche destrozado, y sentí que la vida me daba una nueva oportunidad», rememora. Disfrutaba de una situación desahogada, pero decidió donar su fortuna a obras de caridad, dejarle a su hijo lo suficiente para no pasar estrecheces y sintió la necesidad de ir a pie hacia Jerusalén. Desde entonces, su vida se ha convertido en un eterno peregrinar, con Compostela como referencia, pues allí vive con su compañera Pilar, asturiana. Hace apenas unos días terminó su camino de Santiago número 36, tras iniciarlo en Polonia y pasar por Avilés, pues en España escogió la ruta del Norte. En la ciudad se encuentra estos días de descanso, junto a un buen amigo, Pasqual Esposito, propietario del restaurante don Pasquale, para regresar el día 25, festividad del Apóstol, a Galicia.

Luigi estrecha la mano con fuerza. La tez morena, curtida, estampa enjuta, merced a los miles de kilómetros que lleva a sus espaldas por caminos de toda Europa. En su mirada hay experiencia, muchas vidas vividas, que transmite con calidez en una musical mezcla de castellano e italiano.

Repasa su periplo vital (recogido en su libro ‘Caminando con Dios’, publicado el año pasado, y escrito a cuatro manos con su actual compañera). No conoció a sus padres, huérfano en la Roma de la posguerra Mundial (nació en 1945), criado en un orfanato a cargo de los franciscanos, que en un principio pensó en el sacerdocio como destino… Y cómo conoció a su mujer, a la que recogió en su camión -él era conductor-, mientras ella hacía autoestop, y resultó que aquella chica joven era la hija del dueño de la empresa de transportes para la que trabajaba. Se enamoraron, y cuando ella murió, todo dejó de tener sentido y abandonó lo material. Emprendió ruta a Jerusalén, hacia una nueva vida.