Apostol

Los ángeles del Camino

04 noviembre 2017 / Mundicamino

La iniciativa del vigués Javier Pitillas se apoya en una treintena de voluntarios que emplean su tiempo libre en salir a rodar con personas con algún tipo de discapacidad.

No todos los héroes vuelan, lanzan telarañas o saltan grandes distancias. Algunos simplemente dan pedaladas sobre la bicicleta. El vigués Javier Pitillas, agente de la Policía Local, inició hace años un proyecto para ayudar a las personas con algún tipo de discapacidad. Lo que nació en 2009 con Gerardo, un muchacho sordo-ciego de Vigo que completó el Camino de Santiago sobre un triciclo tándem, se ha convertido en la forma de vida de muchas de estas personas. Sin embargo, todo esto no sería posible solo con la aportación de Pitillas. Junto a él, una treintena de voluntarios emplean su tiempo libre en salir a entrenar y completar desafíos junto a los deportistas con problemas de movilidad. El DisCamino se sustenta sobre sus piernas y ellos se han transformado en los ángeles de la guarda de más de sesenta deportistas que no podrían conocer otros rincones de Galicia o España sin su colaboración.

Fer, Paula, Pedro, Nuria o Jorge son los nombres de algunos de los voluntarios que cada semana salen cinco días a conocer Vigo y sus alrededores dando pedaladas. Cinco entrenamientos en los que se entrelazan esfuerzo y emoción. «Estos chicos te animan a seguir adelante, y a afrontar los problemas con otra actitud. Muchas personas piensan que somos muy buenos por ayudarles sin valorar todo lo que nos dan. Ellos son nuestra gasolina para dar pedaladas y afrontar la vida», apunta Jorge Pino, un veterano de la bicicleta que siempre que puede se marcha de ruta con Pitillas y el resto de ciclistas. Este verano completaron el Camino de Santiago desde Roncesvalles, donde conocieron a Miguel Indurain. Aunque él no lo recuerda. «Me caí justo en la etapa en la que rodó bastantes kilómetros con nosotros y me quedé inconsciente», señala.

Cada voluntario se inició en el proyecto de una manera diferente. Nuria Troncoso tiene un hijo con una enfermedad degenerativa. Fue él quien la impulso a acudir a DisCamino. «Está encantado y siempre está pendiente de sus entrenamientos. Rodar en bici le ha venido muy bien y yo no puedo ser más feliz», explica esta ama de casa, quien valora todavía más a los voluntarios que no tienen ningún familiar o amigo con algún tipo de discapacidad. «Tienen mucho valor y se merecen un monumento por todo lo que hacen», apostilla.

Uno de ellos es Pedro Macías, que conoció a Pitillas hace casi una década cuando estaba preparando una oposición. El agente le comentó el proyecto y le animó a acudir a casa de uno de los miembros de DisCamino para comprobar de lo que era capaz. «Estuvimos en el garaje de un chico sordo-ciego que era capaz de coger y lanzar una pelota de tenis con gran precisión. Ese afán de superación me cautivó y desde entonces vengo siempre que puedo. No me supone ningún esfuerzo. Al contrario, es un auténtico placer», asegura este mecánico.