Apostol

Road movie a la española

21 enero 2018 / Mundicamino

De estandarte de la Cristiandad a itinerario cultural europeo, el Camino de Santiago goza de mejor salud que nunca. Peregrinos de todo el mundo avalan el tirón de una ruta que es el mejor psicoanálisis.

Hay un dicho según el cual existen tantos Caminos como peregrinos, aunque la página oficial de la Ruta Jacobea hable de 286 itinerarios y 80.000 kilómetros marcados en Europa a lo largo de 28 estados. En España, el que acapara mayor protagonismo es el Francés, llamado así por tener su origen en tres recorridos que atraviesan el país vecino hasta confluir en Saint Jean Pied de Port, para cruzar desde allí los Pirineos y entrar por Roncesvalles. Una vez aquí son 749 kilómetros hasta la Plaza del Obradoiro, en Santiago de Compostela, una experiencia única que hunde sus raíces en la Edad Media y que ha pasado de estandarte de la Cristiandad a itinerario cultural europeo.

Surgió por un sentimiento religioso, fruto de la creencia generalizada de que los restos del Apóstol, que extendió su labor evangelizadora en la Península, descansaban en Galicia. En la actualidad ha perdido parte de esa sacralidad, aunque como contrapartida su fama -alentada por el cine o escritores superventas como Paulo Coelho- se extiende por todo el mundo. Peregrinos procedentes de lugares tan dispares como Brasil, México, Estados Unidos, Alemania, Holanda… Hasta Corea, donde la Xunta ha promocionado este destino como sinónimo de tranquilidad y encuentro con la naturaleza. Todo muy oriental, si te detienes a pensarlo. El año pasado, 4.534 coreanos habían recorrido ya en junio todo o parte del Camino (en 2004 llegaron a Santiago 18). Ellos certifican el tirón de una ruta que es considerada por quienes la realizan como «el mejor psicoanálisis».

El perfil del peregrino no puede ser más variado. Amén de la motivación religiosa, por caminos polvorientos y pedregosos transitan cuadrillas de jóvenes de año sabático, indecisos con la carrera o a la espera de un empleo, aventureros recalcitrantes, jubilados, gente que se ha quedado en el paro o quien quiere superar un desengaño amoroso, apasionados del arte, quien cumple una promesa, turistas que quieren perder peso o, por el contrario, quien busca una excusa para hacer una ruta gastronómica sin parangón, fotógrafos, paisajistas… También quien duerme en los albergues, sacudido por el ronquidos del tipo con quien ha compartido unas nueces esa misma tarde y pegado la hebra; o quien escoge las sábanas tersas de un hotel con servicio de habitaciones (¡qué demonios!, la caridad empieza por uno mismo). Y, por supuesto, los que se obsesionan con los récords; mejor si completan el recorrido en 15 días que en 30, aunque no encaje mucho con el espíritu jacobeo. Pocos salen decepcionados del desafío.