Apostol

El misterio de luz del equinoccio en el Camino de Santiago

20 marzo 2018 / Mundicamino

Para los peregrinos a Santiago, la etapa en la que hay que salvar los Montes de Oca está marcada en rojo en el mapa, pues tiene un desnivel que rompe con la monotonía de los toboganes riojanos y se erige en punto y seguido ante los llanos que esperan en buena parte de Castilla.

En la edad media esta zona boscosa burgalesa era una de las más peligrosas del Camino, repleta de bandoleros que asaltaban a quienes, movidos por la fe, viajaban a visitar la tumba del apóstol en Galicia.

A principios del siglo XI nació aquí Juan de Quintanaortuño o de Ortega, que llegó a ser santo y que empleó buena parte de su vida precisamente en reconfortar a los peregrinos, acomodando senderos para hacer más llevadero el Camino, acogiendo a quienes habían salvado los temibles montes cercanos e incluso construyendo puentes como el de Agés. Fue discípulo de Santo Domingo de la Calzada.

San Juan de Ortega mandó construir una capilla, un monasterio de dimensiones modestas y un albergue para peregrinos. El oratorio es una singularidad en Occidente.

Quien lo diseñó –tal vez el santo, pero seguramente un arquitecto anónimo– pensó en un efecto que, aun teniendo que ver básicamente con el cálculo matemático y la astronomía, bien puede pasar por un milagro.

Dos veces al año, coincidiendo con el equinoccio de primavera y otoño, un rayo de luz del sol entra por la ventana del coro e impacta directamente sobre el capitel de la Anunciación.

Vale la pena destacar que la imagen de la Virgen –que en este tipo de escenas suele estar frente al arcángel Gabriel, que le lleva la buena nueva– se encara aquí al rayo de sol y esboza una leve sonrisa casi giocondesca. Ello descarta que el llamado Milagro de la Luz fuera fruto de la casualidad.

Todo lo contrario. El templo al completo debió construirse teniendo en cuenta este fenómeno natural que tiene que ver con la posición de la Tierra y el Sol en el Universo para calcular que todos los días 21 de marzo y 21 de septiembre apareciera el rayo sobre el capitel escogido.

El llamado Milagro de la Luz fue conocido enseguida en tiempos medievales. Sobre todo generó mucha devoción en el equinoccio primaveral, que tiene lugar 9 meses antes de Navidad, lo que reforzaba la idea de que el templo tenía poderes para facilitar la fertilidad.

Al parecer la mismísima Isabel la Católica peregrinó de rodillas hasta la entrada del templo para ser bendecida con hijos. Tuvo siete, lo que podría dar idea de que el sacrificio funcionó. Los críticos, sin embargo, citan que dos de ellos murieron prematuramente y otra fue Juana la Loca. Hagan sus propias valoraciones.

Para los 300.000 peregrinos que cada año cubren el camino francés de Santiago, San Juan de Ortega, sin embargo, tiene un sentido más prosaico. Es bien conocido entre quienes siguen la flecha amarilla que, pegado al monasterio, está el bar Casa Marcela, legendario por sus platos de morcilla con huevos fritos. Sin duda algo menos misterioso pero que alimenta el cuerpo, castigado tras diez días de marcha desde Roncesvalles y con otras 20 jornadas todavía por delante.