Apostol

Lágrimas de emoción al abrazar al Apóstol

01 mayo 2018 / Mundicamino

Andamios y lonas impiden admirar la catedral y el ruido de rebarbadoras perturba la paz.

La bajada por Os Concheiros hasta Santo Domingo de Bonaval está bien cuidada. Es un barrio vivo, con terrazas, cajas de fruta en la calle, coches en doble fila…, pero que conserva la esencia de un casco histórico propio del Patrimonio de la Humanidad. Los anuncios de los negocios carecen de aire medieval. En el cruce de San Pedro, el médico de Singapur da un grito y salta al asomar entre los tejados la torre del Reloj o Berenguela de la catedral. El italiano Paolo acelera la marcha bajando por Bonaval, donde deslucen unos contenedores. Ante el bar Porta do Camiño, una universitaria mexicana que llegó adelantada corre a abrazar a su amiga recién llegada. Lloran emocionadas y ondean felices su bandera tras cinco días a pie. Pasada la plaza de Cervantes, se acelera el pulso. Por la cuesta de Huertas sube un peregrino alemán que se arrastra a la pata coja dolorido con sus vaqueros rotos. Rehúsa una ambulancia y sigue solo como puede los últimos metros a la catedral.

Muchos caen agotados en la plaza del Obradoiro tras admirar la fachada barroca, cubierta con andamios hasta la mitad de las torres, ya limpias. Para obtener la compostela, el romero debe presentar su credencial en la Oficina de Atención, en la calle Carretas, una trasera del Hostal de los Reyes Católicos. Hace 25 años, la oficina era atendida por don Jaime, ya fallecido, quien preguntaba a cada romero las razones de su viaje antes de expedirle el documento que certifica su peregrinaje. Ahora, el mostrador recuerda a una sucursal bancaria. Los caminantes hacen cola y un marcador electrónico da número de ventanilla para poner el último sello, el de la catedral. La compostela se da gratis y por motivos religiosos o espirituales. No vale alegar solo turismo o deporte, la pueden denegar. El nombre de pila va en latín. Por tres euros dan un certificado de la distancia recorrida. Las siete etapas a pie del chequeo de La Voz preveían 157,5 kilómetros, pero el certificado lo eleva a 165 por la nueva medición. Lo cierto es que los marcos de O Cebreiro carecen de kilometraje.

En la oficina de atención al peregrino Lisa y sus alumnas alemanas aguardan cola, felices de llegar. La profesora ya obtuvo un certificado de 800 kilómetros. Quieren ver algo de la Semana Santa gallega. Al lado, Kate Matthews espera por su madre Sonia, que busca recuerdos para llevar a Seattle. Está más animada tras caminar con su hija.

Por Cervantes, bajan las erasmus milanesas Camila y Elena y cuentan que madrugaron mucho para llegar a tiempo al botafumeiro y grabarlo en vídeo. Tuvieron suerte, no siempre se ve. En la catedral registran las mochilas y los bolsos. Las fotos, sin flash. «El domingo llegaron 800 peregrinos. Es mucho», dice el vigilante. Dentro huele a incienso y se oyen martillazos y rebarbadoras. Es por las obras de rehabilitación del pórtico de la Gloria, tapado con lonas. Abdón Díaz, de Ciudad Real, que completó su quinto camino, esta vez solo, y Sergio Álvarez, pamplonica que lo hizo a plazos en dos años, abrazan felices al Apóstol y visitan la tumba. Pagaron casi 20 euros por cama y 10 por un menú del peregrino. Pocos bares dan ese descuento. Una hostelera replica con sorna: «Peregrino o no, pagas lo mismo en Santiago, tanto si llegas a pie como en avión».