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EL CIELO DEL CAMINO

14 abril 2018 / Mundicamino

Miles de piedras se agolpan a sus pies, cientos de historias, de recuerdos, de nombres y fechas se quedan guardados para siempre en las piedras que los peregrinos depositan en la Cruz de Ferro o Fierro, el lugar más mágico del Camino de Santiago. Un punto de inflexión en la ruta jacobea donde, la costumbre manda, que el caminante debe dejar atrás el pasado para encarar el futuro. Es el punto más alto del camino y una ventana que se abre al mundo desde Foncebadón.

Hay un lugar donde el Camino toca techo. Donde la energía se concentra y la magia toma cuerpo. Hay un lugar que invita a dejar atrás el pasado y encarar el futuro. Una cruz centenaria, un espacio que conserva con mimo y una gracia especial algo de cada uno. La Cruz de Ferro, en Foncebadón (municipio de Santa Colomba de Somoza) es el punto más alto de la ruta jacobea, lugar con una esencia especial, altar sagrado desde época de los druidas. Un poste de madera —con una cruz de hierro en lo más alto, de ahí le viene su nombre— abrazado por miles de piedras que atesoran los recuerdos de los millones de peregrinos que han dejado su huella en el trazado.

Cuenta la tradición, que al llegar a la cruz el caminante debe tirar de espaldas al poste la piedra que viene con él desde su ligar de origen. Se supone que así se deja atrás lo anterior para encarar libre el futuro.

Es por eso, que a los pies de la cruz miles de cantos guardan una historia. Mensajes de paz, de historias de amor, de recuerdos, zapatillas, nombres y cientos de fechas, pensamientos que vuelan libres que hacen imaginar que habrá detrás de cada detalle.

Es este monumento, testigo del tiempo, un diario en constante evolución del Camino de Santiago. Peluches, pañoletas, lazos, vieiras… un sinfín de objetos que atestiguan que la cruz custodia día y noche algo de cada uno de los que pasan por allí y dan incansable vida a la ruta.

La Cruz de Ferro es el punto más alto de todo el itinerario que llega a Compostela. Situada a 1.500 metros de altitud sobre el nivel del mar, está al Oeste de los Montes Aquilanos. Frontera natural entre Maragatería y el Bierzo y un lugar con un aura singular. Confluye la magia y el paisaje envuelve. Cuenta la leyenda que un monje de origen francés ya sabía de las tremendas nevadas que caían —y siguen cayendo— en la zona. Por eso decidió levantar una cruz tan alta que ningún temporal la tapara para que hiciera de faro permanente para los peregrinos.

En ella también se detuvieron gallegos y arrieros en sus largos caminos, todos en busca de una vida mejor. También se cuenta que cuando se construyó la catedral se Santiago se pidió a los peregrinos que iban a Compostela que contribuyeran llevando una piedra. Cantos que fueron quedando a la orilla de la cruz como testigo del paso del tiempo y del tesón del caminante.

Hay muchas otras teorías acerca del monumento más mágico del camino. Hay quien sitúa su origen en época romana, precisamente, como hito para separar dos territorios. Para otros se remonta a la época celta, como un amontonamiento de piedras que los pobladores utilizaban para señalar lugares estratégicos. Siguiendo esta línea, la leyenda se cristianizaría en el siglo XI, cuando Gaucelmo , abad de la alberguería de Foncebadón y Manjarín, colocara la cruz.

Esencia del peregrino, templo sagrado de lo druidas, faro para caminantes y alma jacobea. Una ventana abierta al mundo desde lo más alto de Maragatería.